Aunque parezca un tema bastante simple, en Japón el Día de los Niños es un tema serio. Imaginen a millones de jóvenes estudiantes emprendiendo excursiones por el centro de ciudades como Tokyo, bastante abatida ya por los adultos, cuando no por lugares emblemáticos del país de los que, embelesados, han oído hablar a sus mayores y que tienen ganas de conocer. O simplemente hacer la primera etapa de la montaña sagrada por excelencia, el Fujiyama, omnipresente desde cualquier punto.

Esa invasión de niños celebrando su gran fiesta se deja sentir sobre todo en los edificios más emblemáticos de las grandes capitales de los que les atrae la monumentalidad de sus construcciones. Pero esto es Japón y aquí hasta este tipo de incursiones está perfectamente organizado.

Grupo de niños japoneses celebrando su día. Begoña E. Ocerin

El cielo japonés

“Konnichiwa”, me dice una niña perteneciente a un grupo de escolares que, como yo, espera subir en uno de los ascensores-cohete del Ayuntamiento de Tokyo, un edificio de 202 metros de altura y a cuya cima se llega en 55 segundos. Entiendo que se trata de un saludo y se lo devuelvo. Uno de sus cuidadores se me acerca de inmediato para, en perfecto inglés, pedirme disculpas por el atrevimiento de la pequeña. Le contesto que ha sido un placer y aprovecho para tirar del hilo.

El curso escolar empieza en Japón en abril y acaba en marzo, con vacaciones el mes de agosto. Me asegura que el sistema de educación es muy parecido al norteamericano. Las enseñanzas primaria y secundaria son obligatorias durante nueve años y a partir de los 15, el alumnado pasa a la fase superior hasta los 18 años.

Torre Landmark, en Tokyo.

Torre Landmark, en Tokyo. Begoña E. Ocerin

El respeto a los mayores

Uno de los lugares preferidos por los niños para la excursión de este señalado día es el Templo Asakusa Kannon, donde el Japón antiguo se hace presente. No tienen nada de extraño si se tiene en cuenta la mentalidad nipona, tan arraigada desde la más tierna edad, a antiquísimas costumbres derivadas de las corrientes religiosas.

El templo, uno de los más importantes del país, constituye una visita obligada para cualquier persona dotada de un mínimo de curiosidad e interés. Aquí se celebran innumerables ceremonias multicolores y el recinto siempre está animado por una alegre multitud. Data del siglo VII y su origen habla de un interés por unir a las distintas sectas budistas que estaban enfrentadas. Aquí se viene a rezar, a pedir y a agradecer los favores recibidos. Huelga decir que vienen peregrinos de todo Japón y que nadie se marcha sin dejar su petición escrita en un papelito y sin darse un baño de humo purificador.

Impresionante estructura central del Templo de Asakusa Kannon. Begoña E. Ocerin

Este respeto por las tradiciones ancestrales conlleva también un acatamiento hacia supersticiones que en Japón las hay tan enraizadas como el temor al 4 que, además de ser un número que trae mala suerte –en algunos hoteles no existe este número de habitación–, su denominación en japonés, “schi”, significa “muerte”. Huelga decir que hay mucho yu-yu cuando se escucha esa palabra.

Es costumbre que el jefe de la familia aleje a los malos espíritus de la próxima vivienda que va a ocupar esparciendo semillas de soja previamente tostadas. Es la ofrenda que hace a los dioses sintoístas, la religión más practicada del país. ¿Les sorprende que aún se utilicen estos ritos en un país tan adelantado como éste? Pues tomen nota.

Mucha gente guapa de la sociedad nipona (artistas, deportistas profesionales, ídolos populares…) suele asistir a la “Tsuina”, una ceremonia que se celebra en templos budistas y sintoístas, para que la suerte y el triunfo les acompañe en la vida profesional. Es más, los hay que recogen las semillas utilizadas en las ceremonias para prepararse en casa infusiones de efectos curativos para algunas enfermedades. No dejan poso, porque incluso se comen los granos en cantidad igual a los años que tienen en ese momento. En fin…

El monte Fuji, reflejado en el lago. Begoña E. Ocerin

Los japoneses no son chinos

Hay que evitar sacar en cualquier conversación de amigos el tema China, por tratarse del eterno gran vecino rival. Me sorprendió el aviso cuando me dijeron que estos niños que inundan las calles en su jornada festiva aprenden en el colegio 1250 letras chinas antes de cumplir los 15 años, y que, luego, siguen completando este tipo de formación.

“Lo que los japoneses no admitimos es que los occidentales nos apliquen el genérico de chinos por eso de que coincidimos en tener los ojos rasgados”. Sin éxito, trato de salir de la situación explicando el boom del comercio chino en Europa, tal vez origen del error. Me explica el guía que la diferencia entre una raza y otra radica en la posición de los pómulos.

En Japón se conduce por la izquierda, al estilo del Reino Unido, y, en el trato, es contraproducente la presión sobre las personas porque esa situación les bloquea. “Aquí funcionan muy bien la mano izquierda y la paciencia”, me aseguran mientras caminamos por el barrio de Chioda, donde, por cierto, no se puede fumar ni en la calle. A nivel popular, Woody Allen no cae muy bien por aquí desde que dijo aquello de “Los japoneses no miran, sospechan”.

Japón es un país preparado para los seísmos. Begoña E. Ocerin

¿QUÉ HACER EN CASO DE TERREMOTO?

Vivir en una zona oceánica tan sacudida por los terremotos obliga a la población civil a tomar una serie de precauciones. Esta educación ciudadana se facilita en las escuelas, explicándoles a los niños las características especiales del país y dándoles una serie de indicaciones que les servirán para toda la vida. ¿Qué ocurre cuando vas en el Metro, atestado de gente, y se produzca un terremoto?

“El servicio queda automáticamente interrumpido. Los túneles están diseñados de tal forma que constituyen los lugares más seguros en caso de seísmo. Quienes se ven atrapados en ese momento están perfectamente concienciados para que no cunda el pánico. Es más, no notan la sacudida, pero, por lo general, imaginan que el parón intempestivo se debe a esa causa. Nunca ha habido que lamentar desgracias en el Metro debidas a un terremoto”, me comentan en el Ayuntamiento de Tokyo.

A nivel popular, las personas de más edad suelen detectar la proximidad de un terremoto observando en el cielo unas nubes alargadas, fuera de lo común. “Mañana o pasado tenemos seísmo”, suelen decir. Y muchas veces aciertan. Uno de los grandes peligros para los viandantes es el que presentan las grandes planchas de vidrio de las modernas fachadas cuando se rompen por las vibraciones. Todos saben que deben caminar por el centro de las calles en dirección al parque público más próximo, convertido en esa circunstancia en punto de encuentro.

Entrada al templo de Sengen Sama, en el Fuji. Begoña E. Ocerin

La montaña sagrada

Si le preguntas a cualquier niño que ahora comparte ascensor con nosotros cuál es el destino ideal para una excursión como la que están llevando a cabo es muy posible que haya unanimidad al señalar que es el monte Fuji, la gran montaña sagrada nipona en torno a la que giran casi todas las leyendas del país.

La región de Hakone es célebre por sus montañas, sus manantiales termales y sus numerosos lugares históricos. Constituye el centro del Parque Nacional de Fuji-Hakone-Izu, una vasta zona bordeada de numerosos macizos de montañas y bosques. Su belleza se ve acentuada por sus profundos valles y gargantas. Una de las principales atracciones es el lago Ashi, paraíso de los pescadores que van a la trucha, pero, sobre todo, por el reflejo en detalle que ofrecen sus tranquilas aguas del Fuji-yama.

El panorama que se ofrece es maravilloso, sobre todo al atardecer, cuando en los lagos inmediatos se reflejan el Monte Fuji y algunos toriis, esos pórticos que se encuentran siempre a la entrada de todos los santuarios sintoístas. La presencia de la montaña sagrada impone por tratarse de de uno de los más bellos conos simétricos del mundo. Es un lugar ideal para realizar excursiones, si bien sólo está abierto en verano.

La ladera del Monte Fuji es un lugar sagrado. Begoña E. Ocerin

Ascensión entre bruma

La lava, el producto ígneo que sale de los cráteres, es esa piedra negra y porosa que siempre hemos conocido como piedra pómez, un elemento abrasivo de uso industrial y doméstico que, además, es ideal para la construcción de carreteras. Aquí aprovechan todo, hasta el azufre que se deja colar por los poros aportando su tufo particular.

No hay espectaculares vistas desde los cerca de mil metros del altura permitidos a los turistas a causa de la niebla. Eso sí, se nos recuerda dónde estamos y el significado que el Fuji tiene para los japoneses, por lo que se pide respeto al lugar. Me traducen una máxima en la puerta de un santuario sintoísta: “Sé pura. Mantente limpia, oh montaña!”. Todo un ruego para cuantos pasamos por el lugar.

Peticiones a la diosa en el Fuji. Begoña E. Ocerin

El templo está dedicado a la diosa Sengen-Sama, “la que hace florecer los árboles con esplendor”, y ha sido siempre uno de los puntos de descanso en la ascensión al Fuji, sobre todo cuando los sintoístas tenían como norma subir hasta el cráter al menos una vez en la vida. Esta costumbre estuvo en vigor hasta finales de la II Guerra Mundial, cuando distintas corrientes irreverentes hicieron popular un dicho que fue muy discutido: “El hombre sabio sube al Fuji una vez. Sólo un loco subiría dos veces”.

“Subir al Fuji una vez en la vida es como una obligación moral para los japoneses. No tiene la trascendencia de una peregrinación a La Meca en el mundo musulmán, pero sí es como un deber consigo mismo. De hecho, son los grupos juveniles a través de sus excursiones montañeras los que más están haciendo por recuperar y respetar la costumbre”, apostilla mi guía.

Se dice que al monte Fuji le favorece la distancia. Es verdad, porque desde sus laderas apenas si distingues unos metros más allá de donde te encuentras y el olor fétido no acompaña a las expectativas. Su última erupción tuvo lugar en 1792 y mantiene la imbatibilidad de ser el sello inconfundible del Japón. Alguien lo definió muy acertadamente: “Es de roca, pero tiene la frágil belleza de una flor”.