El mundo está lleno de rincones naturales que gozan de una extraordinaria belleza y un encanto especial por mil y un motivos distintos. Playas paradisíacas, majestuosas montañas, exuberantes selvas o espectaculares cascadas son lugares ideales para perderse y disfrutar de la naturaleza en su estado más puro.
Brasil es uno de esos destinos privilegiados y su oferta turística va mucho más allá del carnaval de Río de Janeiro, la Amazonía o las Cataratas de Iguazú. A lo largo de sus más de 7.000 kilómetros de costa se pueden encontrar playas tan concurridas como las de Copacabana o Ipanema y otras menos turísticas cuya visita puede convertirse en una experiencia casi mística. Entre estas últimas se encuentra la playa de Barra Grande en la que te podrás sorprender recorriendo el Camino de Moisés.
Un sendero de arena en el mar
Para disfrutar de este peculiar fenómeno de la naturaleza debemos dirigirnos a dicha playa, que se extiende a lo largo de 7 kilómetros por la península de Maraú, al noreste del país, concretamente en el municipio de Maragogi, situado en la costa norte del estado de Alagoas.
Este pequeño estado, cuya capital es Maiceó, presume de tener una costa tropical con playas de arena blanca bordeadas de palmeras y cocoteros y bañadas por aguas turquesas gracias a los arrecifes de coral que bordean su costa norte y que le han valido el apodo de la Costa de los Corales.
Pero, ¿qué es concretamente el Camino de Moisés? Su nombre se inspira en la separación de las aguas del mar Rojo realizada por el profeta Moisés y que es uno de los relatos más épicos de la Biblia.
Consiste en un curioso fenómeno natural que se produce en la playa de Barra Grande por el cual el mar se abre en dos dejando a la vista un sendero de arena. Este es en realidad un banco de arena que permite caminar entre las aguas y adentrarse alrededor de 800 metros en el océano Atlántico cuando la marea está muy baja, dando lugar así a este fenómeno singular y convirtiendo la experiencia en algo único e inolvidable.
Playa de Barra Grande
Barra Grande, con su arena blanca y sus aguas turquesas, es comparada a menudo con las playas del Caribe. Además, cuando baja la marea se puede disfrutar de un montón de piscinas naturales, ideales para realizar actividades como esnórquel, paddleboard o buceo. Durante las inmersiones podrás contemplar arrecifes de coral y una gran variedad de peces y otras especies marinas, como tortugas o estrellas de mar.
Con una temperatura que ronda los 25 grados durante todo el año, la posibilidad de degustar unos ricos productos del mar a escasos metros del agua, al ritmo de la capoeira y concluyendo la velada con una rica caipirinha, hace de Barra Grande un lugar ideal para desconectar.
Un remanso de paz
La localidad de Barra Grande que da nombre a la playa es uno de los lugares de la costa brasileña que ha sabido preservar todo su encanto y su naturaleza en estado puro. Frente a otros enclaves turísticos más concurridos, este pequeño pueblo es un auténtico remanso de paz, en buena parte por lo complicado que resulta llegar a él.
Apenas hay tráfico y la mayoría de los turistas llegan en barco, vía Camamú. Para llegar en coche es necesario recorrer 50 kilómetros de una carretera sin asfaltar y llena de baches, impracticable para vehículos sin tracción 4x4.
La localidad conserva el aspecto típico de un antiguo pueblo de pescadores con casas sencillas y callejuelas de arena. En ella conviven en perfecta armonía pescadores nativos con ricos jubilados que enamorados del lugar han decidido quedarse a vivir allí.
Desde Barra Grande, los turistas se pueden desplazar a otras playas bien por tierra, en todoterrenos y cuadriciclos, o por mar, en lanchas o barcas, para explorar las bellezas de otros lugares próximos. Aunque relativamente turístico, es un lugar increíble, el destino perfecto para quienes buscan una escapada de ensueño.