- No hay ningún sondeo que no augure la victoria de Emmanuel Macron en las elecciones presidenciales, pero la dinámica observada en los últimos días muestra que su triunfo no será tan aplastante como se auguraba hace unas semanas, ante el empuje de la ultraderechista Marine Le Pen. Si Macron dobló en votos a Le Pen en la segunda vuelta de 2017, los últimos sondeos le otorgan apenas una renta de 5 puntos, la mitad de los que tenía hace una semana.
La candidata ultra logró moderar su imagen, en buena medida por la aparición de Éric Zemmour, que encarna propuestas más radicales sobre la inmigración, lo que permite a Le Pen abordar otros asuntos, sobre todo el que más preocupa a los franceses, la pérdida de poder adquisitivo.
En ese terreno, Macron se coloca a la defensiva, porque solo un 15% de los franceses perciben que su poder adquisitivo ha mejorado en los últimos 5 años, aunque las estadísticas indican que el progreso en ese terreno es superior.
Los franceses son duros juzgando el balance de sus gobernantes y prefieren apostar por un programa de futuro ilusionante. Por eso aparece un fantasma que aterra al presidente: ningún inquilino del Elíseo ha logrado renovar su cargo cuando acumulaba la jefatura del Estado y la del Gobierno. Sus propuestas electorales para un nuevo mandato no han logrado ilusionar, son percibidas como “más de lo mismo”, sobre todo su idea de retrasar la edad de jubilación o de condicionar el ingreso mínimo vital a la prestación de algunas horas de actividad.
Macron tiene aun por delante algunos días para dar la vuelta a esa dinámica, aunque ahora gozará de menos exposición mediática, porque la ley francesa impone el mismo tiempo de antena a los doce los candidatos. Por ello, ninguna televisión emitirá el mitin que el presidente tendrá hoy en París, el único evento de masas previsto antes de la primera vuelta por el candidato a la reelección.
El presidente tiene, además, otra piedra en su zapato: el informe del Senado que apunta a que gastó demasiado dinero en asesores externos, sobre todo en el estadounidense Mckinsey, que sus rivales consideran un “escándalo de estado” que muestra la auténtica cara de Macron.