- “Queridos ciudadanos de España, Francia, Austria e Italia: ¿su confort es más importante que las lágrimas y la sangre de los niños ucranianos? Probablemente no”. Ese es el mensaje que ha traído desde Kiev para Unión Europea (UE) el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki.
Según confirmó el propio Morawiecki el viaje fue planeado durante la cumbre informal de jefes de Estado europeos en Versalles el pasado viernes, y al mandatario polaco le acompañaron el primer ministro de la República Checa, Pietr Fiala y el de Eslovenia, Janez Jansa, además del viceprimer ministro polaco, Jaroslaw Kaczynski.
“En una Kiev bajo asedio”, Morawiecki apeló a “la conciencia, el corazón y el juicio” de los ciudadanos europeos para aceptar las consecuencias de las sanciones económicas a Rusia. La insistencia de Morawiecki en dar “lo antes posible” a Ucrania el estatus de candidato a ingresar en la UE, no han tenido eco favorable en otros gobiernos europeos y recuerdan a la reciente propuesta polaca de transferir aviones de combate a Ucrania usando como intermediario a EEUU, una oferta que Washington declinó por los riesgos.
Según fuentes polacas, la delegación representaba “de facto a la UE” y contaba “con el consenso del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen”, además de haber sido puesta en conocimiento del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, y representantes del gobierno de Estados Unidos. Desde Bruselas se matizó sin embargo que efectivamente se estaba “al tanto” de ese viaje, mientras que Michel expresó su preocupación por los peligros de seguridad que éste implicaba.
Los representantes polaco, checo y esloveno fueron recibidos por el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, quien expresó su agradecimiento “a esos tres grandes países”, que “han demostrado”, dijo “no tener miedo” pese a la “brutalidad de la agresión rusa” y el asedio al que se enfrenta la capital ucraniana.
Según han señalado analistas y medios polacos, el carácter simbólico de esta visita, así como las imágenes que de la misma se han difundido, recuerdan la ocasión en que, el 5 de agosto de 2008, el entonces presidente polaco, Lech Kaczynski, hermano de Jaroslaw, viajó a Tiflis junto a los presidentes de Ucrania, Estonia, Letonia y Lituania.
Desde Varsovia, los portavoces del gobierno polaco, Piotr Müller y Michal Dworczyk, difundieron a lo largo de la noche imágenes de la visita en las que se podía ver a los cuatro diplomáticos sentados codo a codo en una pequeña mesa y revisando juntos un mapa de Ucrania, y vestidos con ropa informal.
En la opinión pública y los medios polacos, la visita ha tenido despertado reacciones ambivalentes. La mayoría de los titulares polacos destacan el indiscutible efecto simbólico que tuvo el visitar una ciudad bajo las bombas para mostrar “el resultado de las acciones de un tirano cruel que ataca a civiles, bombardea ciudades y hospitales en Ucrania”, en palabras de Morawiecki.
Sin embargo, algunos medios, como el diario Gazeta Wyborcza, el más importante de Polonia, se preguntaban “a qué juegan” los líderes que viajaron a un país donde la guerra no ha dejado ninguna zona segura, como demostró el reciente ataque con cohetes rusos ocurrido a 20 kilómetros de la frontera polaca.
La delegación que viajó a Kiev lo hizo en ferrocarril, utilizando la misma ruta que cada día transporta a decenas de miles de refugiados a Polonia desde todos los rincones de Ucrania y cuyo número, según las autoridades fronterizas, roza ya los dos millones de personas.
Por otro lado, y a pesar de la generosa acogida que el pueblo polaco ha mostrado hacia la llegada de los refugiados, aún no se han apagado las críticas a la actuación de Polonia durante la crisis migratoria en la frontera con Bielorrusia.
Los ‘otros’ refugiados’. Durante más de nueve meses más de 40.000 inmigrantes de países africanos y asiáticos intentaron llegar a territorio polaco y según Médicos sin Fronteras, al menos 21 de ellos murieron en el intento. Además, el Gobierno de Mateusz Morawiecki construye actualmente un muro fronterizo para impedir la entrada de refugiados desde Bielorrusia, que cuando comenzó Varsovia declaró que se trataba de “un ataque híbrido” orquestado por Minsk y Moscú.