La segunda montaña

Han pasado un par de días desde que te pregunté por las palabras que estaban sonando dentro de tu cabeza. Pero ese es el tiempo que ha pasado para mí. Para ti seguramente ni siquiera hayan pasado seis segundos.

¿No te parece fascinante que, en lo que para ti apenas han sido seis segundos, yo haya estado en Mallorca por trabajo, cancelado mis tarjetas de crédito, pedido cita para renovar el DNI y el carnet de conducir porque me robaron la cartera, vuelto a Madrid, puesto lavadoras, repasado texto para mis próximas funciones y esté a punto de acostarme?

Portada de 'Detrás del ruido'.

Lo pregunto porque creo que esa es la magia de los libros.

Que en apenas seis segundos alguien pueda resumirte todo lo que le ha pasado a él en muchísimo más tiempo para que, si quieres, tomes el relevo desde los lugares que por lo menos a él le funcionan.

Y, aunque seguramente este es un dato extremadamente obvio para ti, eso es algo que yo tardé mucho en entender, pero que, en cuanto lo aprendí, se convirtió en una herramienta fascinante:

No solo puedes aprender de tu pasado.

También puedes aprender del pasado de los otros.

Y, para serte sincero, aprender del pasado de los otros es infinitamente más agradable y llevadero, porque te permite ahorrarte la parte del dolor en ciertas cosas.

Aunque también tengo la ligera sospecha de que hay cositas que, aunque sepamos que dejarán cicatrices y no saldrán tan bien como esperamos, necesitamos comprobarlas por nosotros mismos.

Pero sobre por qué somos idiotas y nos embarcamos en historias, a pesar de saber que cabe la posibilidad de hacernos daño, ya hablaremos otro día.

Cuando escribí Por si las voces vuelven, mi intención era explicarte cómo lo había hecho para salir del fondo del pozo en el que estuve después de que me ingresaran en pleno brote psicótico, por si a ti te servía de algo.

Y, como puede que no lo hayas leído, necesito que me dejes un momento tu cabeza para que hagamos una cosa.

Querido lector:

Lee las siguientes líneas de forma rápida, como si fuera una especie de resumen de esos que hacen en las series para recordarte lo que pasó en la temporada anterior.

SOBRE EL AUTOR

Ángel Martín es presentador, monologuista, guionista, actor, músico, streamer… y está considerado uno de los humoristas más prestigiosos de nuestro país. Empezó su carrera en Paramount Comedy como cómico de stand-up, faceta que sigue manteniendo en activo. Su salto a la fama se produjo, en gran parte, gracias al éxito arrollador del programa Sé lo que hicisteis (La Sexta). Poco después, presentó el programa de divulgación científica Órbita Laika en La 2. Más tarde volvió a la televisión para presentar WifiLeaks y Dar cera, pulir #0, ambos en Movistar+. En 2020 comenzó a subir en Twitter el Informativo matinal para ahorrar tiempo, donde día a día recoge las noticias en un tono humorístico y desenfadado. Por si las voces vuelven, su primer libro, se ha convertido en todo un fenómeno editorial, del que nació un pódcast de éxito y el monólogo Punto para los locos.

Anteriormente, en Por si las voces vuelven…

Mientras me doy un baño, descubro que puedo viajar en el tiempo a través de unas voces que hay en mi cabeza / empiezo a vivir totalmente convencido de que he descifrado el universo y absolutamente todo tiene un significado más profundo y te da pistas de cómo hacer realidad cualquier sueño que tengas / las voces de mi cabeza empiezan a crear nuevos mundos cada vez más complejos / descubro que hay otras dimensiones y seres tratando de meterse en nuestros cerebros para robarnos nuestras vidas / me tiro vestido con mi perro en brazos a una piscina frente a dos tipos que montan una cama elástica / me miro en el espejo y descubro que no está mi reflejo / negocio con el universo y con la muerte que morir sea opcional, y lo consigo /

mis redes sociales se llenan de publicaciones extrañas / lloro en mitad de un Toys “R” Us / Eva —mi chica— se encuentra una nota donde la felicito por el éxito de Wonder Woman / discuto con ella frente a un coche lleno de regalos absurdos tras haber estado varias horas desaparecido / me tumbo en la cama enfadado a dormir / Eva llama preocupada a un amigo y a mis padres / el amigo llega cuando estoy dormido y me despierta para que le acompañe al hospital / unas enfermeras preguntan qué me pasa, yo digo que nada y les hablo sin miedo / las puertas del ala de psiquiatría de un hospital se cierran y me quedo ingresado / las voces me dicen que no es un ingreso, sino una escape room / busco por la habitación pistas para salir de allí y me encuentro un tornillo / me atan a una cama para poder quitármelo y medicarme mientras grito que no lo usaré pa cortarme las venas / poco a poco, las voces se escuchan cada vez más lejos / me paseo arriba y abajo por un pasillito / un enfermero pregunta por la calidad de mis cacas, respondo que «bien» y pregunto que qué tal las suyas / grito «¡punto para los locos!» en la zona común de los pacientes y se convierte en una especie de grito de guerra mientras estoy ingresado / a las dos semanas me dejan salir con un lote de pastillas / nada más pisar la calle comprendo que el mundo que había descubierto antes de ser ingresado ya no está / busco las voces y no las encuentro / me doy cuenta de que no siento nada por nadie y doy por sentado que estoy acabado / caigo en el pozo más hondo en el que he estado jamás / todo está jodidamente oscuro, me siento más solo que nunca y hace mucho pero mucho frío / decido que la única forma de salir de ese pozo es darme por muerto y empezar poco a poco otra vez desde cero.

Querido lector:

Ya puedes volver a leer a velocidad normal. Gracias por prestarme tu cabeza. No descartes que te la vuelva a pedir en algún otro momento.

Y ahora copio el párrafo que había justo antes y seguimos avanzando.

«Cuando escribí Por si las voces vuelven, mi intención era explicarte cómo lo había hecho para salir del fondo del pozo en el que estuve después de que me ingresaran en pleno brote psicótico, por si a ti te servía de algo».

Mi intención ahora es explicarte cómo lo hago yo para no volver a caerme nunca más.

Vaya por delante que al contarte mis mierdas no pretendo sentar cátedra en plan: «Hazme caso a mí y así estarás bien». 

Sé que cada historia es un mundo, pero también creo que, por distintos que podamos ser, muchas veces llegamos perdidos a lugares comunes, y quizá lo que descubren unos les pueda servir a otros.

La tristeza es tristeza; el dolor es dolor; la vergüenza, vergüenza; y el cansancio es cansancio.

Lo que es distinto es el volumen con el que se instalan, o la cantidad que cada uno es capaz de cargar sin llegar a romperse. Digamos que el local es el mismo, pero a algunos les toca justo en la zona donde está el altavoz. Así que si te cuento lo mío es porque, quizá, al leerme descubras que hemos estado o estamos en zonas de ruido parecidas y tú encuentres pistas para poner el volumen a un nivel más llevadero o, por lo menos, puedas dar un par de pasos que te alejen de los altavoces.

Sobre todo, porque cuando salí del hospital, lo único que me importaba era tratar de descubrir cómo se hacía para recuperarse y estar bien. Pero cuando lo conseguí, mientras todo el mundo se alegraba, me di cuenta de que el reto en realidad no terminaba con volver a estar de pie.

Esa era solo la primera parte de toda esta movida.

La segunda parte está en no volver a caer.

Y como desde que logré rehacerme no he vuelto a tener ninguna caída que me haya hecho volver al hospital, aunque a principios de 2018 estoy casi seguro de que rocé el palo de «sufrir un nuevo brote» (ya hablaremos de eso más adelante), he pensado que igual te interesaba saber qué carajo estoy haciendo, por si puedo ahorrarte el tiempo que yo llevo ya invertido en esta cosa y tú estás ahora mismo haciendo equilibrios en la cuerda floja.

Aunque te adelanto que si lo que esperas es un libro con una lista de cosas, rollo: madrugar, hacer la cama, desayunar, ir al gimnasio, comer sano, dar paseos y mierdas de esas…, espero que hayas guardado bien el ticket, porque lo que tengo que explicarte no depende de que esté abierta una tienda o de tener raticos libres pa ti.

Lo que puedo asegurarte es que lo que voy a contarte conmigo funciona. Y la buena noticia es que, si conmigo funciona, es probable que encuentres algo que también te funcione a ti.