A Miguel Rellán le encanta su profesión, y sus dos últimos personajes se salen de lo habitual. En Código emperador es un tipo que se mueve como pez en el agua en las cloacas del Estado, mientras que en Sentimos las molestias da vida a un viejo rockero que no tiene ninguna intención de cortarse la coleta. Riendo, asegura que los directores son poco imaginativos y le ofrecen hacer de profesor o filósofo. Sea como fuere, Miguel Rellán, genio y figura, es un clásico de nuestra escena de arriba a abajo, con un curriculum tan largo que harían falta varias páginas para contemplarlo, y con enormes papeles como los que protagonizó para Tata mía, El bosque animado o La vida alegre, en cine, además de haber aparecido en una treintena larga de series y ser recordado por numerosas obras de teatro.
Vamos a empezar por la película Código emperador
Alguien me ha dicho que es un malvado, y posiblemente lo sea. Sí que es una de esas personas que andan por ese lugar que hemos llamado las cloacas del Estado y se mueven bien en ellas. Y es, desde luego, el malo de la película.
Si le miro de frente me parece que usted no tiene cara de malo...
Pero es que en la vida real los malos no tienen cara de malos. Ahí está el problema, en que nos dan gato por liebre. Imagínate, muchas veces oyes: ¿Sabes? El chico del quinto ha matado a sus padres. Y tú dices: Pero si era encantador, me ayudaba con la bolsa de la compra y paseaba al perrito... Pues ya ves, ha matado al padre y a la madre, era un loco. ¿Tenía cara de malo? Pues no. Sí que hay algunos como Putin que tienen cara de malo de película de James Bond, pero la mayoría no.
Volvamos a su personaje.
Es una de esas personas siniestras que andan por la trastienda del poder. Creo que en la vida real hay muchos como él. Son personajes que no creo que tengan ideología, que se mueven por intereses de sus grupos y por ellos hacen todo lo que tengan que hacer. No se paran ante nada. Si hay que meterse con este, chantajear al otro o que el de más allá aparezca en una cuneta, ellos lo hacen. Piensan que todas estas acciones son males menores y que los fines justifican los medios.
Después de ver la película da la sensación de que estamos hablando de las últimas tramas del PP en la vida real.
Es una mezcla de eso, de Villarejo... Refleja en cierta forma los tiempos que nos han tocado vivir. No sé si alguna vez sabremos la verdad de todo esto. Algún político que conozco siempre me ha dicho que lo que hemos visto no es más que la punta del iceberg. Seguramente, la verdad de todo nunca la sabremos. Los que mueven los hilos son los del dinero. Quienes mandan son las grandes potencias económicas, los grandes bancos y los grandes conglomerados empresariales. Es que es muy fácil comprar a alguien. Estamos hablando de unas cifras de semejantes calibres que asustan.
Parece que tampoco se salvan pequeños ayuntamientos.
Tengo un amigo que era concejal de Urbanismo en un pueblo de Ciudad Real. Todo iba más o menos bien hasta que hubo que cambiar el alumbrado. Pidió varios presupuestos, llegaron varios y él, con toda su ingenuidad, eligió uno basándose en eso que llamamos mejor relación calidad-precio. En el ayuntamiento le dijeron: No Chema, tiene que salir esta. Él argumentó: Esta es la mejor y la más barata. Pero le volvieron a insistir. Me comentó que se asustó por la cantidad de dinero que se iba a invertir en el alumbrado de un pueblo y dimitió. Valga esto como ejemplo de lo que está pasando. Imagínese lo que puede ser a nivel internacional.
Ha hecho usted pocos papeles de malo, ¿no?
Sí, pero yo no tengo la culpa. Creo que los directores tienen poca imaginación. Ya soy muy mayor y he hecho de todo, aunque es cierto que no hay muchos papeles de malo en mi carrera, y eso que es muy extensa.
¿En qué papel le ven esos directores tan poco imaginativos?
Ja, ja, ja... Mira, trabajé en una serie que es hoy muy famosa, Compañeros, en la que hacía de profesor. Es evidente que me ven más de catedrático, de profesor de Filosofía, que de campeón de los pesos pesados. Son muchas las veces en las que me ofrecen papeles de profesor, de filósofo o de escritor.
Bueno, no está mal, le ven como a un intelectual.
Pues a mí me fastidia mucho, no creas. Les suelo decir a estos directores, que todos son amigos míos: Échale un poco de imaginación y dame un papel de 'drag queen'. Ahora también, y no sé por qué, me ofrecen muchos abuelos jubilados. Ja, ja, ja... No sé si será por la edad.
Pero en Sentimos las molestias
En estos dos últimos trabajos hago dos personajes bien diferentes. En uno soy el malo que hace crucigramas en el café, y en la serie Sentimos las molestias soy un viejo rockero que lleva coleta, tatuajes...
Que tampoco es un personaje que asociaríamos a su carrera ni a su persona.
Nada que ver, de verdad, pero ahí estoy yo, como un rockero nostálgico que no renuncia a lo que fue ni siquiera por el paso de la edad.
¿Se ve bien con coleta?
Yo no sé cómo me veo, pero los demás sí parece que me ven bien. El director me decía: Dejátela, que te queda muy bien. Era postiza y no me voy a poner coleta a estas alturas. Estoy más cómodo sin ella. Te das una ducha y se te seca la cabeza enseguida, ¡como no tienes pelo...!
Usted iba para médico. ¿Se ha arrepentido alguna vez de haber dejado la carrera de Medicina casi al final?
No, ¡qué va! Para nada. No fue una revolución, fue una evolución. En el primer curso de Medicina probablemente era el que más sabía de todos. Había ido muchas veces con mi padre al hospital de Marruecos donde él trabajó como médico. Pero a medida de fueron pasando los cursos fui perdiendo pie, aprobaba los parciales a base de centraminas, me quedaban asignaturas para septiembre, como Quirúrgica 3... y a la vez me dedicaba a lo que más me interesaba, el teatro. No dejé Medicina con todo el dolor de mi corazón; cuando me di cuenta estaba dedicado a ser actor y lo otro lo había dejado de lado.
¿No tenía vocación?
Creo que no. Me he arrepentido de otras muchas cosas, pero no de dejar la carrera. Me hace mucha gracia cuando la gente dice que no se arrepiente da nada. Pues yo sí, me arrepiento de muchas cosas que hice y de otras que no hice. Muchos dicen que no han metido la pata, pues yo sí, anda que no he metido la pata en la vida en general. ¡Si pudiera echar marcha atrás en muchas cosas...!
Rompió la tradición familiar al abandonar Medicina. ¿Su padre vio lógica esa evolución, esa transición profesional?
Y la entendió. Él me decía: Miguel, deja ya la carrera, ¡pero si estás dedicado al teatro! Abandona ya Medicina. Y tenía toda la razón. Fue esa resistencia que tenía a dejar Medicina. Mi padre lo entendió perfectamente y vivió lo suficiente como para ver que medio llenaba la nevera con este oficio. Cuando empezaba me decía: Hijo mío, pero, ¿cómo vas a vivir de esa profesión? Aunque estaba convencido de que lo mío era ser actor, él veía con preocupación las incertidumbres de ser actor, pero el hombre se murió viendo que ganaba dinero y que no me iba a morir de hambre. Incluso vio cómo me dieron un Goya y estaba muy orgulloso.
La primera película que tengo registrada en su currículo es El perro.
Exacto. Iba con las fotos que me habían hecho de productora en productora, porque entonces no había vídeos para enseñar. Les soltaba el rollo: Buenas, soy Miguel Rellán, soy actor y he hecho mucho teatro. Me decían que dejara la fotos y que ya me llamarían.
¿Y?
No me llamaban nunca. Hasta que de pronto sonó la flauta y me dieron un papelito muy corto. Era figuración con frase.
Pues han pasado 45 años desde aquel pequeño papel...
Sí. Hay tres clases de memoria: buena, mala y conveniente. La mía es conveniente. Me han dado el premio de honor en el festival de Cáceres y la Biznaga a toda una trayectoria en Málaga. Fíjate tú. Tengo el síndrome del impostor.
¿Es un impostor?
Cada vez que tengo una buena crítica, que suelo tenerlas, me aplauden en el teatro o me dan premios, pienso sinceramente: Ha vuelto a colar, pero la próxima vez me pillan. Y así llevo toda la vida. Al final me lo voy a creer yo mismo.
Muchos actores sequejan de que el paso del tiempo les arrincona profesionalmente, pero obviamente, este no es su caso.
En hombres no creo que sea por la edad. Entre las mujeres, lamentablemente sí ocurre lo que estás diciendo, que a partir de cierta edad hay menos papeles para ellas. Pero con los hombres no, será que son unos antipáticos o malos actores. A mí aún me quedan unos cuantos años por delante.
¿Es una profesión injusta?
La vida es injusta, aunque si la miras con perspectiva a lo mejor no lo es tanto. Permíteme que haga uso de la vanidad: creo que vamos quedando la gente que vale. Hay que contar con la profesionalidad. Los que te contratan saben que vas a llegar puntual, que no vas a estar borracho, que te sabes los diálogos, que tienes buen carácter, que no organizas follones... Por eso te siguen llamando. Ahí está Emilio Gutiérrez Caba, que tiene mi misma edad y trabaja como una fiera, igual que José María Pou y otros muchos. Pero también hay gente que se cansa y no quiere seguir trabajando, que no son malos actores, ni mucho menos, que son cumplidores al cien por cien, pero se jubilan.
Y usted no se quiere jubilar.
Ni hablar, estoy feliz y a gusto y gozo cuando me ofrecen un personaje. Gozo más si se salen un poco de la tónica habitual. Para mí, dar vida a una historia es algo que me entusiasma. No, no pienso dejar de ser actor en mucho tiempo.
¿Qué tiene a la vista después de estos dos estrenos tan seguidos?
Estoy de gira con Los asquerosos y dentro de poco estreno con Blanca Marsillach La noche de los clásicos. Es un homenaje a su padre, Adolfo Marsillach. Y voy a rodar otra película con Jorge Coira, el director de Código emperador. En este caso es una comedia que se titula Me he hecho viral. En septiembre haremos la segunda temporada de Sentimos las molestias y en medio voy a hacer un par de cortos. ¿Qué te parece?
Asombroso. No se agota.
No te voy a decir que estoy igual que cuando tenía 40 años, pero he llegado a una conclusión: te agota aquello que no te gusta.
Como el ministro Escrivá le siga la pista tiene que estar emocionado.
Ja, ja, ja... Por supuesto. De momento no estoy en el listado de pensionistas.
¿Hay algún personaje que pesa más que otro?
Independientemente del éxito que tenga un trabajo o de lo que la gente me reconozca por un personaje, a los que les tengo más cariño son a aquellos que más trabajo me han costado. Personajes cercanos, como los de profesor, me son fáciles. Pero cuando cierro el guion y me pregunto: ¿Por dónde le meto mano a esto? Esos son los apasionantes. Hay algunos que me han costado muchísimo trabajo, tanto en cine como en teatro.
¿Recuerda alguno?
Cómo no. El personaje del emperador José II de Amadeus. Dos días antes del estreno estaba desesperado. De repente, se abrió la espita, y no solo me salió, sino que me salió muy bien. En cine recuerdo la película El juego más divertido, en la que tampoco sabía por dónde meterle mano al personaje. Era un tipo raro que admiraba a Victoria Abril y la secuestraba, pero no era un loco. Te puedo decir que a mí me cuestan mucho todos los trabajos que me ofrecen, y a todos les pongo lo mejor de mí. Gabriel García Márquez decía una frase que yo también me la atribuyo: Tengo mucho mérito en todo lo que hago porque soy muy torpe para escribir. Todo es a base de trabajo. Pues a mí me pasa lo mismo.
PERSONAL
Edad: 78 años (7 de noviembre de 1943).
Lugar de nacimiento: Tetuán (Marruecos).
Familia: Separado en 2000 de Olvido Lorente, lleva unido sentimentalmente desde hace 22 años a la periodista Rosa María Mateo.
Trayectoria: Cuando estudiaba Medicina en la Universidad de Sevilla empezó a participar en un grupo de teatro independiente y abandonó la carrera. Debuto con la película El perro (1977), de Antonio Isasi-Isasmendi. También participó en El crack y El crack II, de José Luis Garci. Ha protagonizado series y películas de todo tipo. Sus últimos trabajos son Código emperador, estrenada en Málaga, y Sentimos las molestias en Movistar+.