Estuvo diez meses secuestrado en Siria y tras su liberación, que fue portada de la prensa española, ninguno de los medios para los que trabajó le llamó preguntándole cómo estaba o si necesitaba algo: "Había trabajado mucho para El Mundo y El País. Después de volver nunca más me encargaron una crónica", dice con cierto regusto amargo. Estuvo al frente del programa de Cuatro Pasaporte Pampliega y ahora, además del libro, tiene un documental terminado que espera poder verlo vendido y emitido en alguna cadena de televisión.
Parece que Ariana, la protagonista de su primera novela, representa a muchas mujeres afganas.
Claro, ella bebe de muchas mujeres de Afganistán, mujeres que durante los diez años que he estado cubriendo la zona han tenido para bien regalarme sus historias.
Aunque puedan llegar a resultar incluso macabras.
Es que en Afganistán no hace falta tener una mente macabra, porque la realidad sí que supera con creces a cualquier ficción. Ariana es todas aquellas niñas y mujeres a los que sus maridos las han maltratado, pero también lo han hecho las madres, las hermanas, las suegras... Son mujeres a las que han vendido. Da igual lo que te imagines, que seguro que se lo han hecho a alguna mujer.
Centramos ese maltrato en un entorno religioso, en este caso en el mundo musulmán. ¿Hay correlación entre maltrato y religión?
Esa situación nada tiene que ver con la religión, está en el ADN cultural afgano. Ellos tienen una cultura milenaria donde siempre se ha oprimido a la mujer. No les pegan por ser musulmanes, no las casan siendo niñas por ser musulmanes, no las humillan por ser musulmanes. Piensan y dicen: Porque puedo. Porque eres de mi propiedad. Porque no sirves para nada más que para tener hijos. Estos son los pensamientos de muchos hombres afganos.
¿Una mayoría?
Diría que sí. Como digo, su cultura milenaria les avala en hacer de la vida de la mujer un infierno.
Cuando los talibanes se hicieron con el control de Afganistán las mujeres fueron el objetivo. ¿Había mejorado su situación con la presencia de las tropa internacionales?
En parte. Gozaron de una libertad que no habían tenido desde los años 70. Con la llegada de la democracia y la estancia de las tropas internacionales tenían derecho a votar, podían volver a la escuela, recuperaron sus trabajos, e incluso llegaron a tener un ministerio. Pero esto ocurría en las grandes ciudades como Kabul, porque en el resto del país la mayoría de las niñas no iban a la escuela, eran obligadas a casarse antes de cumplir los 14 años... Es cierto que se aportaron pequeñas conquistas, pero no dejaban ser oasis.
Conoce usted, además de Afganistán, Líbano, Pakistán, Siria y Sudán. ¿En todos los sitios la situación de la mujer es igual de mala?
No voy a decir que en esos lugares sea buena, pero Afganistán es el peor lugar del mundo para haber nacido mujer. Le sigue el Congo, que como ves no es un país musulmán. Tengo una hija de trece meses, Ariana, y no me gustaría que viviera en un país como ese.
En ese sentido no han llegado al siglo XXI...
Es que la tradición les empuja a considerar a la mujer como un objeto que tiene un valor, un objeto por el que la familia del novio tiene que pagar muchísimo dinero. En este sentido, funciona igual que cuando tú compras algo: que es de tu propiedad. Pues la mujer en Afganistán, igual. Puedes hacer lo que quieras. No he conocido otro país en el que a la mujer se le maltrate como sucede en Afganistán. No solo son los talibanes, son los afganos en general. Es algo que el hombre afgano mama desde pequeño, y lleva en el ADN el mensaje de que la mujer no tiene los mismos derechos.
¿Y qué han hecho en este sentido las tropas internacionales, las españolas incluidas?
Darles un caramelo de libertad durante veinte años para después ponerlas en manos de ese régimen talibán que ya en 1996 las había dejado sin poder ir a la escuela, les prohibió la risa y pintarse las uñas.
Vamos, que no les prohibió respirar de milagro.
Es que fíjate, si se pintaban las uñas se las amputaban, les amputaban la falange de los dedos. Este es el régimen talibán que les acabamos de dejar a todas las mujeres que viven en Afganistán. Por eso todas quieren huir. No hay ninguna que se quiera quedar ahí. Lo vuelvo a decir: el peor lugar del para haber nacido mujer es Afganistán.
¿Cree que hay alguna solución después de esa salida o huida apresurada de las tropas internacionales?
No, ya no tiene remedio. Hemos visto que veinte años de intervención internacional no han servido para nada. Ahora lo que están haciendo los líderes internaciones es llegar a acuerdos con los talibanes mediante caramelos en forma de dinero. La Unión Europea les va dar mil millones de euros; y China y Rusia quieren intentar llegar a acuerdos comerciales a cambio de dinero para sacar litio, uranio, gas o petróleo.
Parece un contrasentido pactar con ellos...
Pues eso es lo que va a ocurrir. Vamos a ver en todos aquellos países que después de la caída de las Torres Gemelas se convirtieron en abanderados de la lucha de las mujeres por la libertad a los mismos que han vendido el país a los talibanes. Les dan igual las mujeres y les van a dar las espalda. No hay ningún tipo de remedio. Es tarde.
Estamos hablando de zonas en la que la vida humana no vale nada.
Hablamos del maltrato de la mujer, pero también hay maltrato del talibán hacia los hombres. Por ejemplo, aquel que escuche música será azotado, porque está penado que se escuche música, que se lea o que se vea cine. Todos los hombres que practiquen estas actividades serán castigados por los talibanes. Es un régimen férreo que va contra todo lo que contradiga al islam según su forma de entenderlo, sean hombres o mujeres, aunque lo cierto es que las mujeres se llevan la peor parte del maltrato en general, y es un maltrato que está en la familia.
En una entrevista anterior dijo que había vendido los derechos de su primer libro, La oscuridad
Se empezará a rodar en 2022 o 2023. Ahora se están buscando subvenciones y una cadena para emitirla.
¿Cree que se podría hacer una con Flores para Ariana
Me encantaría, pero más que como película la veo como una serie. Además, sería acercar una realidad al gran público, porque muchas veces desconocemos esas cosas tan duras, y en cine o televisión llegan más a la gente.
¿Cuántas veces ha estado en Afganistán?
Ocho. La primera en febrero de 2010 y la última en julio de 2018.
¿Se veía la llegada de los talibanes?
Claro que se veía, era evidente. La última vez que estuve allí los talibanes tenían controlado alrededor del 70% de territorio. Lo que ha sorprendido es la rapidez y la falta de resistencia a dejar el país en sus manos. Han tomado un país con una población como la de España en ocho días. Ni siquiera han tenido que apretar un gatillo para hacerse con una ciudad como Kabul.
¿Volvería?
Me muero de ganas por volver, sobre todo para contar lo que está ocurriendo. Parece que con lo del volcán de La Palma Afganistán ha desparecido y allí no ocurre nada, pero todos los días hay noticias y creo que los medios de comunicación hacemos mucha falta.
¿Le gusta el riesgo? Porque Kabul es un auténtico polvorín.
Los talibanes, si tienen algo de bueno, entre comillas, es que han pacificado el país. Salvo atentados del Estado Islámico, te puedes mover por Afganistán sin ningún tipo de problemas. Creo que los corresponsales de guerra, algunos por lo menos, somos yonquis del riesgo. Cuando volvemos a casa echamos de menos nuestro chute.
Aunque en 2015, un viaje suyo a Siria supuso estar secuestrado durante diez meses, y eso parece que tiene que quitar las ganas de practicar este tipo de periodismo.
Es que este tipo de periodismo tiene que seguir vigente. Hay que seguir contando lo que está ocurriendo. Me comí diez meses de secuestro, pero eso ocurre porque vas tantas veces que llega un momento en que no ves el peligro.
Ser corresponsal no suele tener un gran reconocimiento en derechos laborales...
Eso ha cambiado en los últimos veinte años. Se ha prescindido de periodistas de plantilla y ahora los protagonistas son los freelancers. Se corre con todos los gastos y se trabaja a la pieza. Muchas veces se pierde dinero. Además, si nos ocurre algo, los medios de comunicación con los que trabajamos se lavan las manos y dicen: Fue por su cuenta. Nosotros no le mandamos.
PERSONALEdad
: 39 años.
Lugar de nacimiento: Madrid.
Familia: Está casado y tiene una hija de trece meses llamada Ariana, como la protagonista de su nuevo libro.
Formación: Se licenció en Ciencias de la Información en 2004 en la Universidad Europea.
Trayectoria: Ha desarrollado su carrera como reportero freelance en zonas de conflicto: Líbano, Pakistán, Afganistán, Haití, Sudán y Siria, entre otras. En 2015 fue secuestrado en Siria y estuvo secuestrado, sufriendo todo tipo de malos tratos durante diez meses. Tras su libertad ha escrito tres libros, En la oscuridad, Las trincheras de la esperanza y Flores para Ariana. Ha trabajado para distintos periódicos españoles y extranjeros, así como en agencias de noticias y cadenas de televisión.