A menos de un mes de la fecha crucial de Eurovisión 2019 y con España a mitad de tabla en las apuestas, la del 18 de mayo en Israel se presenta como una de las finales más abiertas de la historia del festival, a expensas de lo que pueda verse y oírse en el mismo escenario de Expo Tel Aviv. Con las cartas de los 41 países participantes encima de la mesa, abundan las proclamas sociales y las baladas, con especial incidencia de las más minimalistas, en una edición que abandonará gran parte de sus excesos históricos -no todos- y en la que la electrónica estará muy presente en múltiples grados y variantes.
Claro ejemplo de ello es Holanda, que se presenta como el candidato a batir con la apuesta de Duncan Laurence, Arcade, un tema intimista en la onda de figuras internacionales como Hozier, susurrado en gran parte de su desarrollo. En una dinámica similar, lejos de las estridencias, se han instalado otros países como Eslovenia con la contenida e hipnótica Sebi, del dúo electrónico Zala Kralj & Gasper Santl, o Limits, la bella propuesta de la austríaca Paenda.
Más folk, pero igualmente delicada y rozando lo naif, se presenta Dinamarca con Love is forever y Leonora, que canta en inglés y en francés. Competirán con la ampulosidad de baladas como la del ruso Sergey Lazarev, tercero en Eurovisión 2016.
Actualmente se sitúa segundo en las apuestas con Scream, de vacía querencia épica y un videoclip de caballeros y princesas que resulta un tanto anacrónico.
Por otro lado, habrá varios temas con el empoderamiento femenino y la sororidad como denominadores comunes, como la alemana Sister, del dúo homónimo S!sters, la macedonia Tamara Todevska con Proud o, mejor aún, la greco-canadiense Katerine Duska, que en Better love convoca en su voz y musicalidad el espíritu de Annie Lennox.
Esta será en general una edición con más contenido social, a menudo conjugado con algo de hip hop. Es el caso de Francia, que canta a la tolerancia sexual con Roi y Bilal, o el del italiano Mahmood, un milanés de padre egipcio que ganó el Festival de San Remo con Soldi, algo que muchos vieron como una bofetada a la política del ultraderechista ministro del Interior, Matteo Salvini.
De un mundo sin prejuicios y que aboga por otra visión de la vida habla igualmente La venda del español Miki, que, pese a su puesto de salida en las apuestas, podría verse beneficiada con su mezcla de ska y rumba catalana por la gran cantidad de medios tiempos y temas lentos de este año. El góspel enérgico que muchos pedían este año para España si el intérprete era Famous, ganador de Operación Triunfo 2018, lo llevará otro país, Suecia, destacado en el tercer puesto de los vaticinios eurovisivos con John Lundvik y Too late for love.
Ritmo pondrán muchos de los que también son favoritos, véase el suizo Luca Hänni, que en She got me ha intentado fusionar el influjo rhythm and blues de Justin Timberlake, el sonido mediterráneo de Fuego de Eleni Foureira -subcampeona del pasado año- y pasos de algo que se asemeja al flamenco.
En esa misma liga, justo un puesto por detrás, juega Tamta con Replay. Griega de origen georgiano, suya es la sinuosa apuesta de Chipre hacia la victoria que acarició en 2018.
Mucho ritmo
Entre los más bailables no habrá que perder de vista tampoco a los noruegos KEiiNO con la filogay Spirit in the sky o la estonia Storm, una propuesta que arranca folk y deriva al EDM, con la buena presencia de Victor Crone, baza que conjuga la azerí Truth con el imponente Chingiz a pecho descubierto en su videoclip.
El pop más internacional, con una producción moderna y muy radiable, estará representado por Malta con Michela y Chameleon, la irlandesa Sarah McTernan con 22, los indies checos de Lake Malawi con Friend of a friend y con Bélgica, el jovencísimo Eliot y Wake up, un medio tiempo al estilo de Sia.
Mucho más llama la atención que propuestas poco convencionales como las de Islandia y Portugal se hayan colado entre las favoritas. La primera combina estética masoquista y techno industrial a lo Rammstein de la mano de Hatari y Hatrio mun sigra, mientras que el luso Conan Osíris tira en Telemóveis de una estética entre futurista y ancestral para mezclar folk percusivo y electrónica.
En esa fusión de pasado y presente no habrá que perder de vista al cuarteto polaco Tulia. Aunque menos destacados en las apuestas, sus cuatro integrantes vestidas con trajes regionales mezclan folk, música coral entonada con cierta fiereza y una moderna producción en Fire of love, listas para prender fuego a Tel Aviv.