No se confundan. A pesar de estar aquí arriba, no tengo ninguna intención de concursar en Supervivientes. Tampoco lo descarto en el futuro. La profesión está muy tocada con tanto intrusismo y concursante metido a presentador. Puede que haya llegado el momento de cambiar las tornas y que los periodistas volvamos a conquistar la tele a fuerza de hacernos famosos antes en algún concurso. Aunque mucho me temo que el poco riguroso espíritu informativo que se pide a los concursantes en favor del espectáculo haría que abandonara a las primeras de cambio. Y eso es lo que sucede de vez en cuando en los realities. De pronto, un concursante se da cuenta de que no merece la pena ese escarnio público al que somete a su persona y se va. Sucedió el otro día en El conquistador del Amazonas y también en Masterchef se les va un aprendiz de cocinero. Gestionar estas crisis será una de las tareas más difíciles a la que se enfrentan en estos concursos o lo que sean. Los concursantes tienen que sentir la presión de quien perjudica al grupo o algo así. De golpe, quien se va es como si dijera: “Paren el juego que yo me bajo”. Siempre he sentido cierta admiración por quien deserta. Antes era por aquellos soldados que abandonaban el arma y el uniforme y se iban de su ejército en mitad de la noche. Ahora me atraen también esos concursantes que levantan el dedo a la cámara como diciendo: “Aquí os quedáis.