HAY programas que los carga el diablo. O si no, que se lo pregunten a Halima Moucid. La mujer participaba tan campante en el concurso de Cuatro Deja sitio para el postre cuando recibió una llamada del banco en el que desde hacía un tiempo había dejado de pagar la hipoteca. Se ve que los financieros ataron cabos y pensaron que el mismo hecho de participar en un concurso ya le ofrecía unos emolumentos capaces de restablecer sus deudas. Ni cortos ni perezosos llamaron al programa para cantarle las cuarenta a Halima. Seguramente estos banqueros han vivido tanto tiempo de la burbuja que desconocen que la mayor parte de los concursantes se dejan la vergüenza y a veces la integridad, pero lo hacen por amor al arte. Una especie de apuesta a ganador de la que sólo sale victorioso uno y el resto se va con una mano delante y la otra detrás. En vez de estar camuflados y esperar a que esta mujer ganase realmente la pasta para sorprenderla y pedir lo suyo, han puesto en alerta a la concursante, que lo mismo ya ni se motiva lo suficiente como para ganar el concurso sabiendo el destino final que le depara a tan suculento premio. Aunque para apariciones estelares de banqueros se lleva la palma Gerrit Zalm, antiguo ministro de finanzas holandés y actual director del banco ABN Amro, que recibió un rescate del Gobierno de Holanda de 30.000 millones. Apareció vestido de drag queen, capa azulona, pelucón chillón y unos pechos tan protuberantes como su barriga. El hombre se marcó una actuación de cabaret que ahora vuela por Internet para mostrar a sus 23.000 trabajadores las lecciones que se podrían extrapolar sobre cómo hay que llevar un prostíbulo. A estos banqueros, más que desahuciar al personal y que les inyecten millones para sobrevivir, lo que les pone en realidad es que las graben las cámaras.