LO mejor de la decisión de Uno de los nuestros, ese concurso que elegirá un cantante de orquesta y que empezó el pasado sábado TVE, es que el jurado son los mismos músicos. Cuando estos dejan de tocar quiere decir que el concursante queda despedido. Algo que no le sucede ni al presentador, ni a los numerosos adornos con los que cuenta este programa. Entre ellos Javier Gurruchaga, como casi siempre exagerando demasiado y sin necesidad aparente su personaje. No obtuvo mal resultado pero tampoco la audiencia se volvió loca. Después de soportar un montón de programas que prometía el mejor cantante posible, esto de la orquesta queda como muy de andar por casa. Pero no me digan que la votación no es práctica. Para qué seguir si cantas fatal. Para qué seguir si presentas fatal o para qué seguir si ya no me creo lo que dices, se podría añadir. Los espectadores dejamos de tocar con la ayuda del mando. Lo que ocurre es que cuando vas a dejar de tocar, por ejemplo en Sálvame te sacan a Kiko Rivera de la chistera. Lo tienen fácil; dicen que le han pagado 150.000 euracos por la entrevista más algún dineral más por no sé qué exclusivas. Y la gente se pone de nuevo a tocar como loca. Desconozco las conexiones neuronales que este tipo de personajes despierta pero deben de ser muchas. No hay más que escuchar los monólogos del Club de la Comedia y por ahí. Como si no hubiera otro ejemplo hablan de Kiko como el prototipo de vago. Y resulta que se pega todo el día en los platós.

Los que van a estar fuera son los dos concursantes de Vida en pelotas. Una especie de reality que ayer emitió Discovery Channel en el que un hombre y una mujer desnudos son grabados durante 21 días en el campo. Son dos desconocidos y tienen que soportarse y protegerse. No queda claro si buscan los orígenes o el tirón de los desnudos. Seguiremos su pista.