ANATOMÍA de Grey es una de las grandes producciones televisivas de la última década. Lleva unos 200 capítulos y conserva una frescura poco corriente para una serie con tanta experiencia. Ahora se va la doctora de origen chino Cristina Yang (Sandra Oh) que es uno de los iconos de Anatomía. Deja la medicina para interpretar a una periodista en The Hollywood Reporter (me hace ilusión porque es lo que hice yo al elegir periodismo cuando toda la vida había querido ser médico).
Aunque dan ganas de poder hacer algo al ver las imágenes de Egipto. De nuevo la violencia gratuita, la sangre a borbotones y la eterna duda sobre la identidad de los culpables. Está claro que detrás de esas manifestaciones en Egipto está el pulso entre dos maneras de concebir la vida. Egipto que tan cercano está entre nosotros por su historia y cultura, se ha alejado de manera irreversible de nuestras vidas. Las imágenes de las pirámides sin apenas turistas hablan por sí solas de lo mal que se está llevando la transición política. Egipto vuelve a estar tan alejado como en los tiempos de Napoleón. Esa serie que con tan poco éxito está pasando TVE en las noches de los viernes de verano. Una serie floja. Al estilo de lo que últimamente se hace en televisión y que choca con los grandes despliegues que sobre los personajes históricos se hacían. Como Isabel, este Napoleón habla de cierta frivolidad con la que los nuevos productores televisivos se creen capaces de atraer público a fuerza de exprimir personalidades históricas. Todo lo contrario de series como Yo Claudio, Retorno a Brideshead, Norte y Sur o Sentido y sensibilidad. Ahora el parámetro para que sigan adelante es el nombre. Los guiones, la producción y la realización han pasado a un segundo plano. Y ya no gustan ni en verano.