A la entrada en la plaza de la retransmisión del encierro de ayer de los Dolores Aguirre hubo un corte de la señal que nos recordó a aquel año en el que no se mostraban las imágenes del coso porque los derechos los tenía Canal Plus, que echaba también las corridas de toros. Aquel año vivimos la alternativa de poder ver el encierro en Cuatro y TVE. No ha quedado claro, porque no lo han explicado, si lo de hoy ha sido un fallo o un recordatorio a navegantes de que existe todavía esta posibilidad: una cosa es el espectáculo en la calle y otra lo que se pueda cocer de puertas a dentro.

Y justo en este tramo del callejón mi experiencia recuerda que se produce un impacto que impresiona a los corredores y que no queda reflejado. En días despejados, como los de estos Sanfermines, al entrar al albero después de una carrera por la sombra, te golpea un gigantesco destello de sol que a esas horas ya supera los muros de la plaza que te deja ciego. Un momento de incertidumbre para el corredor porque a la intranquilidad de la amenazante embestida de lo que les viene por detrás, se suma que durante unos segundos quedan deslumbrados por el sol dando unos cuantos pasos como a oscuras.

El griterío que procede la plaza es otro de los elementos que impresionan. Que a las ocho de la mañana la plaza esté abarrotada es otro de los espectáculos que deparan estas fiestas. Y eso que desde las 7.15 las cámaras de TVE conectan en directo en los preámbulos de uno de los espectáculos televisivos más genuinos. Esas imágenes de corredores charlando o dando saltos nerviosos y haciendo estiramientos. Y luego los tres cánticos a San Fermín. Todo forma parte de una épica que recorre de lado a lado el planeta. Estamos ante el filme diario del encierro. Una aventura que cada espectador la vive de manera diferente. Y atrapa.