lLEGUÉ a ver Un príncipe para Corina siguiendo la recomendación de un compañero de trabajo de cuyo nombre, hoy tiene suerte, no quiero acordarme. Celebraban justo una prueba de banderas, asegurando la rubia Corina que la ikurriña, ya saben: rojo, blanco y verde, en realidad era la bandera de China, que, como también sabrán es toda enterita roja como la camiseta de Osasuna y con algunas estrellas doradas como los cabellos de la aspirante a un príncipe. Algún repelente deben tener estos concursos en los que el premio final es una persona que no puedo con ellos; por lo que tampoco soy demasiado objetivo. Me decía mi compañero que el formato de este tiene su toque divertido porque dividía a los concursantes o posibles aspirantes al amor de Corina entre guapos, simpáticos y así. Algo tan poco original, por cierto, como lo de salir descalza en Eurovisión como hiciera la Remedios Amaya con aquel tema de Ay quién maneja mi barca, quién. Aquello fue impactante porque nadie se esperaba un atrevimiento de flamenco de ese calibre en aquellos años. En la última edición fueron varias las cantantes que salieron descalzas: entre ellas la ganadora y Raquel del Rosario, la de la pesadilla de Morfeo como titulaba acertadamente este periódico. Y es que la ceremonia tiene tan poca imaginación que lo mismo se acaban copiando las canciones que las coreografías o los vestuarios. Lo último que se ha sabido es que Raquel y sus chicos de El sueño de Morfeo están muy contentos hasta el punto de no importarles "volver el año que viene". Bueno pues tampoco me parece mal. Para el año que viene que actúen de oficio y que vayan repitiendo edición tras edición hasta que ganen de una maldita vez; así pasen 25 o 50 años. A ver si entonces en el festival de Eurovisión ondea la bandera de China y flipa Corina.
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