CON el permiso de Javier Armentia quiero hablar de una estrella que han descubierto con uno de esos mega telescopios que hay en algún recóndito desierto de Chile. Es una estrella moribunda que no tiene fuerzas ni para mantener su atmósfera y ésta se le escapa, pero no del todo: como el alma del cuerpo que diría Mariló. El resultado es una inquietante burbuja verde que, por más explicaciones sobre gases ionizados y erupciones termonucleares, da un tono primaveral al universo. Puede que sea algún anuncio publicitario de algunos grandes almacenes interestelares o la valla de alguna cerveza multicósmica. Qué se yo. Lo cierto es que ahí está y ya veremos qué dice de ella Iker Jiménez, que tiene teorías para todo.

Pero a la que le están esperando siempre es a Mariló. Da igual que editorialice sobre la cantidad de alma que se queda en los órganos trasplantados (que viene a ser la misma explicación que dio Dolores de Cospedal sobre el finiquito que le dio, pero no, el PP a Bárcenas), que le haga preguntas impertinentes a Anne Igartiburu o que hable del féretro de Sara Montiel en la plaza de Callao; como el otro día cuando le preguntó a su compañera qué era lo que había dentro del coche fúnebre. A la otra no le quedó más remedio que responder lo obvio para no meterse en algún fregado: "los restos mortales de la actriz".

Antes de las explicación de Mariló o las de Iker sobre la burbuja verde; me permito aventurar la mía propia que, en realidad, me la ha dado Christine Lagarde. La directora del FMI está alucinada de que con la pasta que Europa se ha gastado en sanear los bancos no aparezca el dinero por ningún lado. Estoy seguro de que esa mancha verde del cosmos tiene la explicación a todo este desfalco. Suiza se les ha quedado pequeña. Va a ser que, ahora, la evasión comienza a tomar proporciones siderales.