Vitoria. Es periodista, escritor y también se ha dedicado a la política. Luis de Val conoce con detalle los medios de comunicación, y con Estamos dentro ha querido abrir la puerta de este mundo a los lectores para que conozcan este espacio, en el que tan fácil es ascender como caer en picado.
Usted ha estado dentro mucho tiempo. ¿Le ha sido fácil escribir este libro?
Sí. Es más sencillo hablar de las cosas que conoces que de las que desconoces, a pesar de que Julio Verne escribió La vuelta al mundo en 80 días sin salir de Francia. Esto tiene también el peligro de crear una parodia, pero tenía claro que no era eso lo que quería. Ansiaba unos personajes inventados y novelescos. Como esta no es mi primera novela, creo que lo he conseguido. Si fuese la primera, habría sido un volumen casi autobiográfico.
Con tantos años de experiencia, ¿a qué conclusión ha llegado sobre los medios de comunicación?
He llegado a la conclusión de que no tengo ninguna conclusión. Yo me acerqué a lo medios porque creía que estos podían transformar la sociedad, y me aproximé a la política por el mismo motivo. Fui diputado de las cortes constituyentes en el 77, pero a estas alturas de la liga no sé cómo se puede transformar la sociedad. Lo que uno puede hacer es tratar bien a la gente y, como dicen en Rusia, la calle estará limpia si cada uno limpia su portal.
La protagonista de su novela es una mujer codiciosa. ¿La ambición es lo que prima en los medios?
La ambición es un aspecto positivo. Sin ella el hombre no hubiese descubierto ningún adelanto científico, subido a las montañas o atravesado los mares. La curiosidad y la ambición forman parte del alma humana, y eso es positivo. Cuando la codicia es tan fuerte que salta sobre determinadas reglas éticas, o se hace más importante que otro tipo de cualidades, entonces la virtud se puede convertir en un defecto.
¿Se ha inspirado en personajes reales?
No. De la misma manera que un coche se parece a otro coche, no tiene por qué ser el mismo. Algunos lectores relacionarán a la protagonista con algunas presentadoras de televisión. Es un personaje de ficción, con entidad, aunque ya me gustaría crear una Madame Bovary, como lo hizo Flaubert. Yo no he querido hacer ni parodia ni imitación aunque, naturalmente, como decía Oscar Wilde, al final es la vida la que imita al arte.
Ha comentado que esta novela no es "un ajuste de cuentas" pero, ¿alguien se podría sentir ofendido?
No lo sé, la capacidad de suspicacia de los seres humanos es alta y, a veces, la soberbia también. Si sucede, será un problema del ofendido porque no era mi intención.
¿Este libro le va a gustar a alguien que no ve la televisión?
Muchísimo, de la misma manera que a una persona que no ha viajado nunca le puede encantar La isla del tesoro. Los medios de comunicación son un mundo para conocer.
¿Le va a dar a los lectores una visión real?
Bastante aproximada, pero sin que yo saque moralejas, porque sería algo muy presuntuoso por mi parte. Quiero que el lector saque sus propias conclusiones y condene o absuelva a los personajes.
Asegura que la televisión no educa pero, ¿la considera poderosa?
Sí. La televisión influye, pero es la familia y la escuela los que tienen que educar. Puede informar y entretener, aunque se dedica más a esto último. No obliga a nadie. No educa, pero influye mucho en la sociedad, y cuanto más educada es la sociedad, en el sentido en que más formación tiene, más influye en ella. Afecta a los que no tienen criterio.
¿Es un mundo en el que se sube y se baja rápido?
La capacidad de lanzamiento que tiene la televisión era impensable hace treinta años. De la misma manera en que es rápida en proporcionar popularidad, lo es en quitarla, de tal manera que el público se olvida enseguida de la gente. Esa es la diferencia entre estar dentro y no lo estarlo. La gente se olvida rápido porque no hay capacidad de retención para toda la cantidad de nombres que lanza.
¿Por eso la tacha de perversa?
Es perversa en el sentido de que usa y abusa. Quien no tiene sentido de esa medida y piensa que es verdad ese lanzamiento cuando llega el olvido, se asombra. Si ya sabe que no es auténtico, no sufrirá.
Sin embargo, asegura que le produce ternura.
Puedes tener un niño travieso y no dejar de quererlo. En la televisión he trabajado mucho y me produce ternura porque conozco a la gente que está dentro y que está luchando para dignificar la profesión.
¿Qué suele ver en la televisión?
Suelo ver películas, canales temáticos, como el de historia. También veo los informativos y el tiempo. No veo ficción ni programas rosas, y eso que yo he sido guionista durante mucho tiempo.
¿Cómo cree que será el futuro de la televisión?
Creo mucho en la sobredosis como la mejor vacuna. En la novela, uno de los personajes se plantea si habrá en un futuro un concurso sobre quién hace pis más lejos enfocando los genitales. Cuando ya no quepan más engaños ni cuernos, llegará un momento en que aparezcan otros contenidos.
Ha participado en política. ¿Es difícil separarla del periodismo?
Es difícil porque, en el fondo, a los periodistas les gustaría redactar el boletín oficial del Estado, y a los gobernantes les encantaría hacer la portada y los titulares de los periódicos. Yo procedo de una generación en la que los periodistas estuvimos muy politizados. Fuimos muy avanzados y contribuimos positivamente porque ayudamos a la transición. Estábamos más politizados que la sociedad, y eso ayuda al cambio. Ahora lo estamos de manera excesiva, incluso con camisetas de forofos, y eso no es ser periodista. Cada uno puede tener sus tendencias pero no podemos actuar como si fuésemos miembros de partidos políticos.
¿Los políticos saben manejar la televisión?
Intentan regir a todos los medios. Hay una frase de un secretario de la asociación de la prensa británica que dice: "Las relaciones de los periodistas con el gobierno van mal, están empeorando, y debemos hacer todo lo posible para que no mejoren".
Ha escrito sobre la televisión pero, ¿se queda con la radio?
Sí. La radio es el sonido de la vida que suena, y la televisión es el decorado teatral para que parezca que aquello es la vida. Hay una puesta en escena que le quita espontaneidad. Por eso, la emoción que uno siente al escuchar la radio es más intensa que la que uno experimenta al ver la imagen. La imagen es un medio frío, pero cuando oyes un sollozo en la radio es como ir a tu hermano o a tu madre. Eso produce una emoción directa, por eso la radio es un medio caliente.
¿Algún sueño por cumplir como periodista?
Me encantaría ser corresponsal y, hay otra cosa para la que ya tengo edad y me encantaría: escribir editoriales. ¡Desde aquí lanzo mi invitación!