En Vitoria-Gasteiz, no todos los barrios ofrecen las mismas oportunidades para vivir con salud. En algunos, los parques están a un paso, el aire se respira limpio y los ruidos no interrumpen el descanso. En otros, la contaminación, la falta de espacios accesibles o la soledad marcan el día a día. Y es que tu código postal puede decir más sobre su bienestar que su historial clínico.
Y es que la salud no es solo la ausencia de enfermedad. Según la OMS, es un “estado de completo bienestar físico, mental y social”, y alcanzar ese bienestar depende en gran medida del entorno. Así surgió el concepto de entorno saludable; espacios en los que las condiciones físicas, sociales, económicas y ambientales permiten a las personas desarrollar su vida con dignidad, autonomía y salud.
El entorno urbano puede proteger la salud o deteriorarla. Según la Agencia Europea de Medio Ambiente, solo en 2021 se produjeron 253.000 muertes prematuras en la Unión Europea por exposición a partículas finas (PM2,5), y otras 52.000 por dióxido de nitrógeno. A estas se suman 48.000 enfermedades cardíacas y 12.000 fallecimientos atribuibles al ruido ambiental. La contaminación acústica, aunque invisible, afecta al sistema nervioso y está asociada al insomnio, el estrés o la hipertensión.
La OMS recomienda disponer de al menos 10 a 15 metros cuadrados de zonas verdes por persona, y que estén situadas a menos de 300 metros del domicilio. Pero no basta con que existan: deben ser accesibles, seguras y contar con bancos, sombra, iluminación o caminos transitables. La guía vasca sobre salud y urbanismo insiste en que estos elementos deben integrarse desde la planificación, no añadirse como parche. Las supermanzanas –que reducen el tráfico para dar protagonismo al peatón– o los barrios de 15 minutos –donde todos los servicios están a un paseo– son ejemplos de modelos urbanos que colocan la salud en el centro.
Vitoria-Gasteiz, miembro activo de la Red de Ciudades Saludables de la OMS, ha apostado por un urbanismo más sostenible. Proyectos como el Anillo Verde, la transformación de la calle Los Herrán en una senda verde o la futura intervención en Zaramaga avanzan en esa dirección. También lo hace la red de transporte público, bien valorada por la ciudadanía, o las zonas de prioridad peatonal.
Pero aún hay retos pendientes por resolver. Más de 22.000 personas siguen expuestas a niveles de ruido superiores a los recomendados, especialmente en grandes avenidas. La contaminación acústica genera estrés, trastornos del sueño, dificulta la concentración e incrementa a largo plazo el riesgo de hipertensión y problemas cardiovasculares. Y es que el silencio, como factor de salud, aún no llega a todos los barrios.
La contaminación lumínica es otro enemigo silencioso. La exposición a luz artificial durante la noche interfiere en el sueño y la producción de melatonina. Vitoria fue pionera al adherirse a la iniciativa Starlight y ha puesto en marcha un Plan de Alumbrado Sostenible para reducir su impacto. Cambiar luminarias por otras más dirigidas al suelo y ajustar los horarios de encendido ha sido un primer paso para recuperar el descanso nocturno.
Pero el diseño urbano no lo es todo. También importan los vínculos. En la ciudad, proyectos como la red de huertos urbanos impulsada por Bizan promueven la colaboración intergeneracional, los hábitos saludables y el sentido de comunidad. Lo mismo ocurre con los paseos grupales o los programas para reducir la soledad no deseada. Son iniciativas que no solo cuidan del cuerpo, sino también del ánimo.
Vitoria avanza, pero aún queda camino por recorrer. Crear barrios pensados a escala humana, que favorezcan la actividad física, el descanso y las relaciones, no es solo una cuestión de estética. Es una inversión directa en salud pública. Porque vivir más es importante, pero vivir mejor lo es todavía más.