Juan Ignacio Vidarte (Bilbao, 1956), director del Museo Guggenheim Bilbao, reflexiona sobre su último año al frente de la institución, un puesto que ha ocupado durante los últimos 33 años. Vidarte, que el próximo día 2 de octubre recibirá un reconocimiento al Esfuerzo en la gala de Hitz Sariak - Premios Palabra, organizada por Grupo Noticias con la colaboración de Iberdrola, explica cómo está siendo el proceso de transición en la búsqueda de un nuevo o nueva candidata y la importancia del museo en la transformación de la ciudad. Al hacer balance de estos años, recuerda momentos clave, como la inauguración y el asesinato de José María Aguirre, y comparte sus expectativas para el futuro del museo así como en su próxima etapa personal y profesional.
Este año es importante para usted, el último al frente de la gestión del Museo Guggenheim. ¿Cómo lo afronta?
Estamos en ese proceso de transición y de búsqueda de la persona que me va a sustituir. Lo estoy viviendo con una mezcla de sensaciones. Por un lado, con un cierto sentimiento agridulce porque es una parte muy importante de mi vida, que ha durado 33 años. Así que tengo una sensación de cierta pena. Pero, por otro lado, lo estoy llevando bien porque es una decisión muy meditada y aunque el corazón me pedía seguir la cabeza me decía que era el momento adecuado de iniciar este proceso de transición. Estoy contento de cómo se está desarrollando todo, los pasos que se están dando.
“El corazón me pedía seguir la cabeza me decía que era el momento adecuado de iniciar este proceso de transición”
El jurado de Hitz Sariak - Premios Palabra le va a otorgar, el próximo 2 de octubre, un reconocimiento al Esfuerzo. Para usted, ¿el secreto del éxito es el esfuerzo?
Creo que el esfuerzo es una parte importante, normalmente, de los éxitos o de la consecución de los objetivos. Creo que es difícil conseguir resultados sin que haya esfuerzo. Y, aunque muchas veces el esfuerzo no es suficiente, es necesario, es un ingrediente bastante fundamental y, además, es importante destacarlo porque vivimos en una sociedad en la que, a veces, el esfuerzo no se valora lo suficiente. Estamos demasiado acostumbrados a pensar en los derechos que tenemos y no en las responsabilidades. Así que me parece una buena iniciativa al margen de que, para mí, recibir este premio supone un honor.
¿Qué ha sido lo más gratificante de dirigir el Guggenheim Bilbao durante todos estos años?
Es muy difícil elegir solo un momento porque afortunadamente tengo muchísimos recuerdos en esta trayectoria y, ya lo he dicho más de una vez, pero me considero un privilegiado por haber tenido la oportunidad de haber formado parte de esta historia desde que no era más que una idea borrosa; haberla visto desarrollarse, como proyecto y como realidad que ha cumplido sus objetivos. Pero, si tengo que decir un momento, el día de la inauguración es una de esas cosas que siempre recuerdas en tu vida. El museo abrió sus puertas en octubre de 1997, porque suponía que se completaba un proceso que había empezado seis años antes. Un proyecto difícil, una apuesta visionaria de las instituciones vascas y aquel era el momento en el que aquella apuesta empezaba a transformarse en una realidad.
“Hay solicitantes que reúnen las suficientes características para pensar que tenemos candidatos sólidos”
¿Y lo más complicado?
En una trayectoria larga hay también muchos momentos menos agradables, más duros… Pero, porque no tiene comparación con los demás, el peor momento fue unos días antes del que te citaba, uno de esos días en el que en el museo se estaban desarrollando actos de inauguración antes de la apertura: el asesinato de José María Aguirre delante de la plaza del museo. Es el momento más duro, más doloroso y terrible de este proyecto porque al final fue una vida humana sacrificada por defender un proyecto que todavía, en aquel momento, no había llegado a nacer.
¿Cuál es el perfil que se está buscando para la dirección?
El proceso de búsqueda de la persona que me vaya a sustituir en la dirección del museo es un proceso que ya lleva unos meses. Se inició por decisión del Patronato, que nombró un comité de selección y designó a diferentes miembros, además de a mí mismo, con la instrucción de desarrollar este proceso de selección para llegar a una propuesta que finalmente se presentará al Patronato para su aprobación. Se busca a una persona que tenga una experiencia profesional acreditada que, por lo tanto, haya garantías de que sea capaz de asumir la responsabilidad máxima en una institución de estas características y que esté alineada con los valores que ha venido desarrollando el museo a lo largo de todos estos años. Con estas características, se busca a una persona que esté en un momento profesional que le permita enfrentarse a este segundo capítulo de la vida del museo y que pueda desarrollar aquí una trayectoria a largo plazo, diez o quince años. Afortunadamente, hay solicitantes que reúnen las suficientes características para pensar que tenemos candidatos sólidos.
“Hoy, como sociedad, somos distintos y mejores de lo que éramos hace 30 años”
Su carrera profesional, antes de situarse en la dirección del Guggenheim, estaba muy alejada del mundo del arte. Tras estos años, ¿qué cree que le ha aportado el arte a nivel personal?
Mi formación académica y mi trayectoria personal hasta entonces no estaba vinculada con el mundo del arte, pero estos últimos años he tenido la oportunidad de vivir muy en contacto con el mundo del arte y el mundo de la cultura en general. Lo que me ha aportado es lo que, en general, aporta el arte a todas las personas en el sentido de que la cultura es un factor fundamental en el desarrollo personal y colectivo, que es lo que nos permite profundizar en nuestra propia humanidad. En este caso, además, me ha aportado a mí y a nuestra sociedad la oportunidad de tener un elemento de transformación. Creo que el rol que ha actuado el museo Guggenheim en la transformación de Bilbao, de Bizkaia y de Euskadi en los últimos años es innegable. Y eso, no solo tiene un reflejo en los aspectos quizás más visibles, como los económicos, urbanísticos, o de la imagen que se proyecta al mundo… sino que un museo es un factor en la configuración de nuestra personalidad contemporánea como sociedad. Hoy, como sociedad, somos distintos y mejores de lo que éramos hace 30 años y, en buena parte, por la influencia que tiene el arte y la cultura en el desarrollo.
Ha hablado en múltiples ocasiones sobre el “efecto Guggenheim” en el desarrollo urbanístico y social de la ciudad. ¿Es un modelo extrapolable a otras urbes?
Cada caso es distinto de ese Bilbao de hace 35 años y hay que tener en cuenta esas circunstancias para entender el proyecto del museo y del efecto que tuvo. No creo demasiado en las réplicas miméticas y lo que me produce menos confianza es que en muchas ocasiones se ha interpretado mal el concepto Guggenheim y se ha intentado replicar sin entenderlo. El efecto del museo es un caso muy claro de cómo una institución cultural puede ayudar en el proceso de transformación más amplio de una ciudad que tiene diferentes planos: urbanístico, económico, social, de proyección de imagen… En el caso de Bilbao, el museo formó parte coherente de un conjunto más amplio de acciones, no era una actuación aislada. El museo ha sido el catalizador de esta transformación, porque ha sido un elemento más de esa ecuación, un elemento singular que ha hecho posible que esa reacción química se produzca de una manera más rápida, pero que solo se entiende como parte de un proyecto. Si en Bilbao no hubiese habido 20 años antes de este proyecto la idea de regenerar las aguas de la ría, no hubiera sido posible. Si no hubiese habido otras actuaciones como la acción del metro o la transformación que se hizo del paseo de Abandoibarra, el efecto no hubiera sido el mismo. En función de esto, creo que no se puede replicar pero sí se pueden extraer lecciones aplicables a otros lugares. Validar que las instituciones culturales, cuando forman parte de un plan, pueden servir como elemento de transformación. También cabe destacar que este museo ha tenido un modelo de funcionamiento que ha hecho posible que pueda tener una programación capaz de atraer un número de visitantes que es más del doble del que se previó. El efecto debemos analizarlo en su conjunto.
“Vivimos en una sociedad en la que, a veces, el esfuerzo no se valora lo suficiente”
Durante su gestión, el Guggenheim ha acogido exposiciones de renombre. ¿Cuál ha sido su exposición favorita?
Es muy complicado elegir porque el museo ha acogido más de 200 exposiciones, de tipos muy diferentes, de escalas muy diferentes… Pero sí es verdad que en este tiempo me ha dado la oportunidad de tener contacto personal con muchos de los artistas que han protagonizado estas exposiciones. Y eso, realmente es un privilegio. Quizás, como obra, por lo que supuso en su momento y porque personifica las señas de identidad del museo, es el encargo que se hizo a Richard Serra para que desarrollara el gran conjunto de esculturas ‘La materia del tiempo’ para uno de los espacios del museo. Ese fue uno de los hitos en la trayectoria del museo, supuso un punto de inflexión ya que reforzaba la personalidad del museo: ser un espacio que permitía hacer cosas que en otros lugares no eran posibles, que permitían ese diálogo entre lo mejor de la arquitectura y lo mejor de la escultura contemporánea. Y, todo eso, para proporcionar al visitante del museo una experiencia única.
Hablaba de que ha podido tener una relación más estrecha con los artistas ¿Alguna excentricidad que pueda compartir?
No se debe decir. Los artistas en general son artistas las 24 horas del día y todo el año, no solo cuando crean. Viven su vida así y entra dentro del guión que tengan personalidades especiales, en unos casos más y en otros menos.
“La cultura es un factor fundamental en el desarrollo personal y colectivo”
Ahora que deja la dirección del museo, ¿cómo afronta esta nueva etapa de su vida profesional y personal?
A nivel personal, aunque todavía no lo tengo muy claro, me ilusiona tener tiempo para dedicarlo a cosas que me gustan y que quiero, como mi familia y actividades que hasta ahora he podido hacer menos. Me gusta leer, la música, viajar, nadar, pasear por el monte… Son cosas muy normales pero ahora voy a tener más control sobre mi propia agenda. Profesionalmente, cuando deje la dirección del museo, voy a seguir manteniendo mi actividad como responsable global de la Fundación Guggenheim que me va a pedir dedicación de tiempo y me va a permitir seguir vinculado con este y con el resto de los museos que forman parte de la fundación Guggenheim.
Si pudiera imaginar el futuro del Guggenheim a 20 o 30 años, ¿qué le gustaría ver?
A 20, 30 o 50 años no puedo visualizarlo pero, en cualquier caso, me parece bien el ejercicio de cómo me gustaría visualizarlo desde el punto de vista del papel que va a llevar a cabo. Me gustaría que dentro de unos años el museo siga manteniendo su relevancia, su capacidad de transformar, de atraer, de generar apuestas nuevas. Quiero pensar que va a seguir teniendo esa capacidad de transformación. Que no va a perder, a pesar de que pasen los años, ese elemento que es fundamental en su ADN, el de ser una institución que nació con la vocación de ser innovación disruptiva.