Acaba de ser nombrada presidenta de Save the Children España. ¿Cómo afronta este cargo? ¿Qué retos tiene por delante?

Yo creo que el principal reto que tenemos es contribuir a que, como sociedad, nos demos cuenta de que los niños y las niñas son la población probablemente más marginada. Además, por un motivo que no pueden cambiar: su edad. Por eso, debemos trabajar en visibilizar, en hacernos todos y todas partícipes, de la defensa de los derechos de la infancia.

En plena campaña electoral, ¿considera que los menores tienen la atención necesaria en las políticas públicas? ¿Forman parte de la agenda política?

“Los niños y las niñas son la población más marginada. Por un motivo que no pueden cambiar: su edad”

Diría que más bien lo contrario. Son los grandes ausentes, no solamente en las propuestas, sino también en el sistema que hay alrededor de las elecciones. Son menores de edad, por lo tanto no tienen derecho al voto, y sin embargo, el resto estamos decidiendo por ellos y por ellas. Porque lo que se decide en unas elecciones va más allá de las agendas que tengan los partidos. Va sobre cómo vamos a organizar esta sociedad, qué tipo de medidas vamos a tomar en cuestiones que son tan importantes como la educación o la salud, cómo nos hacemos cargo de las situaciones absolutamente insoportables de pobreza infantil que tenemos... O de qué manera respondemos a los retos de una transformación climática que es la herencia que vamos a dejar a estos niños y estas niñas. Estamos decidiendo cómo atacar todas estas cuestiones.

¿Cuál es la solución?

Los niños y las niñas tienen capacidad y, sobre todo, tienen el derecho de estar presentes en los debates que les importan. Es por eso que vamos a aprovechar esta campaña electoral también para poner la mirada sobre esta anomalía en términos democráticos.

Los últimos informes reflejan cómo la violencia machista se incrementa en menores. ¿Está habiendo un retroceso?

En este área estamos viendo un repunte de casos documentados de violencia de todo tipo. Machista y, sobre todo, sexual. Hay distintas agresiones contra niños y niñas, y también casos de violencia de menores que agreden a otros menores. Yo creo que esto debería ser una alarma, un botón rojo en esta sociedad.

¿En qué sentido?

Primero, porque nos está dando la medida del impacto que tiene la violencia sexual en nuestra sociedad: no hemos sido capaces de generar una infancia o una adolescencia basada en el buen trato. Seguimos contando con una infancia y con niños, niñas y adolescentes que todavía se están relacionando entre ellos desde el maltrato en el sentido más amplio de esta palabra. Y, en el caso de la violencia sexual contra los niños y niñas, los últimos datos que hemos compartido nos dicen que se están incrementando las denuncias.

¿Más casos o más denuncias?

“Como sociedad no hemos sido capaces de generar una infancia o una adolescencia basada en el buen trato”

Puede tener que ver con que hay una mayor conciencia sobre esta cuestión y que también se están rompiendo los silencios que han mantenido esta situación tan escondida. Pero en cualquier caso, son realidades que no podemos no mirar. La violencia sexual contra la infancia en la mayoría de los casos proviene del entorno más cercano de los niños y de las niñas, y esto ya es especialmente perverso. Esto ya es una cuestión en la que esos menores están en una indefensión absoluta, porque las personas que tienen el mandato de proteger y de garantizar su bienestar son las que están atacándoles. Esta situación es absolutamente devastadora para la infancia, es una de esas cuestiones en las que como sociedad nos incomoda profundamente mirar, y no hemos sido capaces de dar una respuesta realmente estructural a un problema. En el caso de la violencia sexual, las denuncias que se reciben son siempre la punta del iceberg.

Explíquese.

Si tenemos siete denuncias, debemos dar por hecho que son 70 los casos que hay detrás. Porque la denuncia es un proceso terriblemente tortuoso para estos niños y para estas niñas. Afortunadamente, en Euskadi ha calado un modelo de atención a estas cuestiones, el modelo Barnahus. Es un sistema de atención integral que pone a los niños y a las niñas en el centro y que permite una atención diseñada para responder al bien superior del menor, que debería ser el principio que guíe todas las actuaciones. Pero hay otras cuestiones sin atender. Seguimos con un sistema de educación afectivo sexual muy deficiente.

El ‘porno’ está muy presente en menores...

La relación con el sexo on line empieza cada vez más pronto. Los datos nos hablan de que con siete u ocho años empiezan a consumir pornografía. Esto sin haber tenido un acompañamiento acorde a sus necesidades evolutivas hace que piensen que el sexo incluye violencia, que incluye parámetros de no consentimiento, de no respeto... No tenemos un sistema que corrija eso. Están accediendo de una forma no protegida; es un problema que deberíamos estar atajando con más ambición.