Hace diez años, el edificio Rana Plaza albergaba varias fábricas de confección en Bangladesh hasta que el 24 de abril de 2013 se derrumbó en la ciudad de Savar matando a 1.138 personas e hiriendo a más de dos mil. El próximo lunes se cumplirán diez años de este desastre, la tragedia más grande sucedida en la historia de la industria textil.

“Fue un boom mediático impresionante. Significó un antes y un después para la industria textil, sobre todo, en Bangladesh, uno de los principales países productores, junto a Pakistán, China, India... A raíz de ese accidente cambiaron cosas en el sector. Muchas marcas vieron sus nombres manchados, ya que murieron 1.138 trabajadoras y, a cuenta de eso, se crearon acuerdos en materia de seguridad laboral que, por ley, tienen que cumplir las fábricas. Desde entonces se han reducido los accidentes en este país asiático”, recuerda Jon Narváez, técnico de Comunicación de la ONG Setem Hego Haizea.

Una década después, con motivo del fatal suceso, la organización homenajea a las trabajadoras que mueren confeccionando la ropa, recuerda la tragedia y presiona a la grandes marcas de prendas de vestir para que no se laven las manos y se responsabilicen de las condiciones en las que emplean.

Hoy celebra una mesa redonda sobre moda sostenible a las siete de la tarde en el centro cívico Aldabe, bajo el título Revolución en el armario: ¿puede mi ropa ser sostenible? Y el lunes habrá un acto de recuerdo y homenaje por la tragedia del Rana Plaza en la Virgen Blanca a las once de la mañana. La organización invita a los asistentes a acudir vestidos de negro. Allí, Setem y Campaña Ropa Limpia colocarán una lápida gigante con los nombres de las trabajadoras fallecidas y leerán un manifiesto entre música de violines.

La segunda más contaminante

La industria textil es la segunda más contaminantes después del mercado de los combustibles fósiles. “La mayoría hemos visto las imágenes de los vertederos de basura textil en Chile y oído hablar de la explotación de las trabajadoras en China o Bangladesh. Aun así, muchas personas seguimos sin saber cómo vestir a nuestro gusto sin enriquecer a las grandes marcas responsables de un modelo tóxico e insostenible”, apuntan las asociaciones.

Ante esta situación, Jon Narváez lanza un claro mensaje a la población gasteiztarra: “antes de comprar una prenda de vestir, pensemos que se esconde detrás y valoremos dos veces si la necesito, si la voy a usar o si la puedo conseguir de segunda mano”, reflexiona. “Por suerte, el movimiento a favor de la moda más lenta está creciendo, también el activismo climático y en favor de los derechos humanos, y desde todos esos ámbitos, la gente sí que va ganando conciencia y surgen iniciativas, sobre todo de pequeñas firmas que quieren hacer las cosas de otra manera”, añade.

Pero, sobre todo, la ONG Setem Hego Haizea y Campaña Ropa Limpia, una red internacional presente en 45 países, exigen a las marcas de ropa que aún no lo han hecho, que firmen el acuerdo internacional sobre salud y seguridad en la industria textil y de la confección.

“Las víctimas del Rana Plaza y de toda la industria textil exigen un acuerdo. Exigen que las marcas dejen de anteponer sus beneficios a la vida de las personas que trabajan en sus fábricas y se comprometan a firmar el acuerdo internacional”, reivindican. Más de 190 firmas de moda ya lo han hecho, así que en este décimo aniversario del Rana Plaza, ponen el foco en firmas, como Levi’s, Decathlon, Amazon e Ikea, que todavía no se han comprometido. “Otra marca que está bajo la lupa, a la que se está investigando, es Shein, que confecciona ropa ultrabarata para adolescentes, de venta online, con un éxito brutal entre la población más joven”, apunta Jon Narváez. “Hagamos todo lo posible para que estas empresas se conviertan en el centro de atención y evitar futuros Rana Plaza”, invita la ONG.

En cuanto a la mesa redonda de esta tarde, explica Narváez que abordará la moda desde el punto de vista de su impacto ambiental, con la presencia de Lorea Flores, de Greenpeace, ya que la industria textil es la segunda más contaminantes. También desde el punto de vista del consumo inteligente y consciente, de la mano de Laura Opazo y de Airí Ferrer, del movimiento Fashion Revolution Euskadi.

“Otras formas de confeccionar respetuosas con el medio ambiente, con tejidos sin componentes plásticos o algodón de comercio justo certificado del que se sabe su origen”, pone como ejemplos.