El doctor estadounidense Jeremy Walston ha desarrollado su carrera profesional en torno a la fragilidad y el envejecimiento. Tras años de investigación, concluye que la alimentación y la actividad física juegan un papel fundamental en vivir la última etapa vital de manera saludable. Además, en una conversación con este periódico, dentro de su visita a Gipuzkoa para participar en unas jornadas sobre envejecimiento llevadas a cabo por Biodonostia, afirma que Euskal Herria va por buen camino para convertirse en uno de los focos geográficos donde abunda la alta y buena esperanza de vida.
Su trabajo gira en torno a la fragilidad y el envejecimiento saludable. ¿Cuáles son los elementos clave para conseguir ese envejecimiento saludable?
–Creo que dos de los factores más importantes son la actividad física, el ejercicio, y la alimentación. Esas son las características subyacentes clave en las personas que viven mucho, estando sanas y previniendo la fragilidad.
¿Cuánto pueden modificar el entorno y el estilo de vida la predisposición genética para envejecer de manera saludable?
–El entorno marca muchísimo la diferencia, al menos en Estados Unidos; la situación social, niveles altos de estrés, una alimentación pobre, la ausencia de ejercicio físico, la obesidad... Todas esas cosas pueden realmente acelerar el desarrollo de la fragilidad y del envejecimiento de baja calidad. La gente que no sigue ese estilo de vida tiende a tener una mayor disminución cognitiva; pierde su memoria más rápidamente, así como su funcionalidad.
¿Puede en algún momento llegar a ser demasiado tarde para cambiar de hábitos y conseguir ese tipo de envejecimiento?
–Creo que hay un punto en que lo es. Si la gente llega a ser muy frágil, a menudo es muy difícil revertirlo. Dicho esto, ha habido muchos estudios que muestran que un incremento en la actividad física, incluso para aquellas personas que son muy mayores, marca la diferencia, al menos, en mantener la funcionalidad.
Las sociedades se encuentran actualmente gestionando un alto grado de estrés y ansiedad entre su ciudadanía. ¿Cuánto puede influir la salud mental en conseguir alcanzar un envejecimiento sano?
–El estrés marca una diferencia enorme. Una parte de la biología que estamos estudiando tiene que ver con los sistemas de respuesta al estrés y lo que encontramos en las personas frágiles es que esos sistemas están activados de manera anormal; están activados todo el tiempo. Creemos que esos sistemas provocan una pérdida de musculatura y algo de pérdida de tejido cerebral. Por tanto, el estrés y una pobre gestión de ese estrés marca la diferencia en el resultado final de las personas.
¿Cuál es el principal desafío al que nos enfrentamos, como sociedad, en el camino hacia una buen envejecimiento? ¿Hay alguna enfermedad en la que se deba poner especialmente el foco?
–Creo, según mi experiencia como doctor que cuida de personas mayores, que es realmente importante gestionar las enfermedades crónicas. Una de las cosas comunes que vemos en adultos mayores es que aquellos que no tratan su presión arterial o su diabetes, o quienes no cuidan de su osteoartritis, son mucho más propensos a tener problemas cognitivos y de movilidad. Así que es bueno intentar prevenir las enfermedades lo máximo posible; y si desarrollas una enfermedad, es importante tratarla de cerca, para que no se descontrolen.
Entonces, es más importante prevenir que tratar ‘a posteriori’.
–Sí, es mucho mejor prevenir. Y que, si lo desarrollas, no dejes que empeore: ve al médico, toma la medicación y utiliza cualquier estrategia preventiva que haya.
La esperanza de vida ha aumentado de manera considerable durante las últimas décadas. ¿Dónde está el límite?
–Buena parte de la investigación que llevamos a cabo mira hacia las características biológicas más básicas y a cómo impactan tanto la esperanza de vida como la salud en general. Creo que ha habido mucho avance en entender esas vías aunque, en este momento, todavía no se ha traducido en marcar la diferencia. Tenemos una buena oportunidad para ayudar a la gente en vivir más tiempo y estando más sana; a lo mejor eso no dobla la esperanza de vida, pero puede incrementarla de manera progresiva. Así que, aquellas personas hagan vida en el exterior y sean capaces de vivir hasta los noventa años, pueden llegar a hacerlo de manera más saludable, incluso en esas etapas tardías. Al menos, hasta cierto punto.
Históricamente, las mujeres han tenido una mayor esperanza de vida respecto a los hombres. ¿Cómo se explica esto? ¿Hay un factor biológico que lo haga?
–Se solía creer que esto era un asunto unido al ambiente; hace 50 o 60 años, fumaban muchos más hombres que mujeres. Pero eso ahora ha cambiado; no hay tantas personas fumadoras y hay un número parecido de hombres y mujeres que lo hagan en este momento, al menos en Estados Unidos. Creo que está cada vez más claro que los hombres se mueren antes y que puede que no sea ambiental, sino algo que desencadena un declive más rápido en ellos. Pero no sabemos lo que es exactamente.
Recientemente, Biodonostia ha desarrollado un estudio que ha concluido que la población centenaria en Gipuzkoa desarrolla menos enfermedades, va menos frecuentemente al médico y toma menos medicación que aquellas personas entre los 50 y los 99 años. ¿Cómo se explica esa realidad?
–En general, las personas que se van a convertir en centenarias están más sanas a lo largo de toda su vida; no tienen hipertensión y a menudo no tienen diabetes, por lo que tienen menor probabilidad de buscar atención médica. No se ponen enfermas; esa es probablemente la razón por la que no vean a un doctor o no tomen medicamentos, porque tienen predisposición genética a mantenerse sanas. La genética en muy importante en este aspecto.
¿Es la realidad de este estudio común en otras partes del mundo?
–En general, parece que las personas centenarias tiene unas características en común. Los genes que predicen la longevidad no siempre son los mismos; hay muchos patrones genéticos distintos. Pero, en general, la gente que vive mucho no desarrolla el mismo número de enfermedades; tiende a tener menos afecciones.
Cinco lugares han sido identificados, a nivel mundial, como ‘zonas azules’, lo que describe entornos con una alta esperanza de vida y envejecimiento saludable: Okinawa, en Japón; Cerdeña, en Italia; Nicoya, en Costa Rica; Ikaria, en Grecia; y Loma Linda, en Estados Unidos. De acuerdo a su conocimiento, ¿podría Euskal Herria convertirse alguna vez en una zona azul?
–Creo que Euskal Herria tiene muchas cosas en común con lugares como Cerdeña y Loma Linda, en California: un buen clima; comida muy saludable, con marisco y aceite de oliva. Una dieta mediterránea; a pesar de que no estáis en el Mediterráneo, a una dieta parecida a la mediterránea aquí. También hay mucha actividad; generalmente, si el tiempo es lo suficientemente bueno, la gente sale y se mueve. Creo que hay suficientes similitudes y que definitivamente podría llegar a ser (una zona azul). Puede que las personas centenarias vascas de hoy en día formen parte de lo que puede ser una zona azul emergente en el futuro.