La viceconsejera vasca de Políticas Sociales constata que el ascensor social está escacharrado, de modo que la brecha de la desigualdad se va ensanchando. En esta realidad compartida con otros países desarrollados “Euskadi no es una isla”, dice Amilibia. Aunque la pobreza severa se ha duplicado en Euskadi desde 2008, Amilibia afirma que la solidez del escudo social vasco ha evitado el estallido de una crisis social de la que se nutren los populismos. 

Aunque los niveles de pobreza en Euskadi son claramente inferiores a los que se registran en el conjunto del Estado español, no se puede ocultar el hecho de que la pobreza severa se ha duplicado desde el año 2008 ¿Qué nos ha llevado hasta esta situación? 

No somos una isla. Es cierto que en todos los países desarrollados y en los estados Europeos más avanzados, también, está aumentando la desigualdad. Las personas pobres que están en la zona baja son cada vez más pobres. El ascensor social ya no está funcionando como hace años. ¿Qué es lo que está pasando? Yo creo que la precariedad laboral, las dificultades para encontrar una vivienda económicamente sostenible o el aumento de la gente migrante que llega con la intención de prosperar, pero que llega con lo puesto y sin red, pueden ser factores que influyan en la situación de desigualdad.

Prácticamente uno de cada seis vascos es pobre. El mítico oasis vasco parece que, al final, tenía pies de barro. 

Los niveles de bienestar en Euskadi son buenos. Dicho esto, es cierto que la última encuesta de necesidades sociales alertaba del aumento de la pobreza severa. Aun así, no creo que haya motivos de alarma, ni signos que indiquen que se nos está cayendo un sistema de protección porque ya era sólido. Y hemos puesto en marcha distintas ayudas para atender las necesidades básicas de las personas más vulnerables que no cumplen los requisitos para estar en el sistema de protección, que no están recibiendo ni Renta de Garantía de Ingresos (RGI) ni las Ayudas de Emergencia Social (AES) pero que atraviesan por una difícil situación, como el bono de alimentación o la ayuda a la pobreza energética. 

Un incremento tan duro de la pobreza podría haber derivado en una crisis social, como ha sucedido claramente en algunas zonas de Europa y el auge de los populismos. Sin embargo, en Euskadi no ha ocurrido nada parecido. ¿Por qué?

Porque el escudo social funcionaba y estamos muy atentos a las necesidades para habilitar fondos que ayuden a los colectivos que lo están pasando especialmente mal. Además, con la reforma de la Ley de Garantía de Ingresos para la Inclusión se protegerá de mejor manera a esos colectivos que antes no estaban tan protegidos por la ley de 2008, como pueden ser las familias monomarentales, personas mayores o personas migrantes. Pero además de eso, creo que hemos tenido los fondos y el convencimiento que nos han aportado la cintura necesaria para paliar en parte los efectos de la crisis financiera, de la pandemia y las consecuencias de la guerra de Ucrania y la subida del IPC a través de múltiples programas, como el Inor Atzean Utzi Gabe en pandemia.  

Sé que hablar de perfiles en estos temas es complicado, porque estamos hablando de personas. Pero, ¿cuál sería el retrato robot de la exclusión en Euskadi? 

El migrante económico, sobre todo los migrantes jóvenes que llegan y no tienen cobertura familiar, con lo cual tienen que buscarse la vida. Muchos de ellos quieren avanzar, quieren estudiar y lo hacen; pero luego no tienen dónde dormir, dónde descansar, dónde convivir, y es una dificultad a la que también estamos haciendo frente con el programa Trapezistak. En general, creo que las mujeres -madres solteras, viudas, mujeres solas- también es un colectivo a proteger. Además, no están acostumbradas a pedir ayuda social. En muchos casos son gente que se amolda a su pequeñísima pensión o sueldo y saben que no pueden gastar más de lo que tienen. Hacen la cuadratura del círculo para poder llegar a fin de mes cuando, en muchos casos, podrían acceder a algunas ayudas.  

"No hay motivos de alarma, ni signos que indiquen que se está cayendo un sistema de protección que era sólido"

Antes de los 2.000 e incluso con la entrada del nuevo milenio solicitar una Ayuda de Emergencia Social (AES) estaba mal visto. Pero llegó la crisis de 2008 y nos dimos cuenta de que nadie está a salvo de pasar una mala racha y que incluso ésta se puede cronificar. ¿Habría que dar un paso para desestigmatizar las ayudas y extender la idea de que son derechos?

Sí, creo que eso es esencial. Habría que normalizar el visitar los Servicios Sociales antes de que la situación sea demasiado grave porque las ayudas no son un estigma, ni una vergüenza sino un derecho que tiene todo ciudadano a vivir una vida digna. La RGI es un derecho subjetivo, las personas que cumplen los requisitos tienen derecho a percibir esa renta. Todo el mundo conoce a su médico de cabecera pero ir a los Servicios Sociales de Base, enterarse de las prestaciones que hay y a las que podemos acceder, no es algo que hagamos habitualmente. Nosotros procuramos dar información, pero es cierto que tenemos que normalizar esa relación con los Servicios Sociales. Euskadi tiene recursos y, en la medida en que se pueda, hay que enterarse y solicitar las ayudas que para eso están. Estamos en una sociedad avanzada que, afortunadamente, es del bienestar y si hay personas que lo están pasando mal, tenemos que dar solución a esa situación.

Una de las grandes quejas que existen es que solicitar ayudas es un camino intrincado plagado de complejos trámites burocráticos que se acaban convirtiendo en una trampa en sí misma. ¿No se puede facilitar los trámites?

Bueno, no sé, yo creo que sí estamos en una sociedad muy burocratizada y eso se nos achaca muchas veces. No puedo hacer promesas de vamos a hacer un camino sencillo porque para poner en marcha ayudas, ser ágiles nos cuesta mucho. La realidad es que la administración, al final, es muy lenta y es muy garantista, hay que revisar la documentación, hay que comprobar que se cumplen los requisitos. En definitiva, debemos cumplir una serie de instancias que no podemos saltar, pero hay que tener cierta paciencia a pesar de que, a veces, pedir una ayuda puede resultar un poco engorroso. 

Está bien escuchar eso. Pero...

Además, hay algunas iniciativas que financiamos nosotros y que se gestionan a través de entidades del tercer sector porque pueden tener más agilidad. Pero a la hora de pedir una RGI o una AES, que las prestan directamente la administración, hay que tener un poquito de paciencia, pero al final se consigue. 

"Las mujeres son un colectivo a proteger y que no está acostumbrado a pedir ayuda"

A la leve recuperación de la crisis financiera le siguió la pandemia, después la guerra de Ucrania y ahora la escalada de precios de la energía y los productos esenciales. ¿Qué han hecho para paliar los efectos de la escalada del IPC?

El año pasado hicimos un esfuerzo incrementando las ayudas dirigidas a pobreza energética. Teníamos en los presupuestos 800.000 euros en el año 2021, los duplicamos y luego con un anexo llegamos a los 2 millones el año pasado. Este año también debíamos seguir apoyando, porque es obvio que las facturas de la luz y del gas han subido y que va a haber familias con dificultades para hacerlas frente. Estamos pasando días de mucho frío y las familias con personas mayores, con niños y niñas, familias con personas enfermas, tienen que tener unos mínimos de calidad en sus viviendas, no se puede estar aguantando el frío. 

También han lanzado unos bonos de alimentación, pero a diferencia del cheque de 200 euros, ustedes han optado por gestionarlo a través de la Cruz Roja. ¿Por qué así?

El Gobierno vasco abonará a través de Cruz Roja hasta 900 euros para ayudas de alimentación y productos básicos de limpieza e higiene. En vez de ayudas directas, a través de Hacienda, hemos decidido trabajar de la mano de Cruz Roja no sólo porque es mucho más ágil sino porque esta entidad tenía preparado un sistema de tarjetas que las personas beneficiarias podrán canjear directamente en comercios locales por productos de primera necesidad. El programa, dotado con 2,5 millones de euros y llegará a unas 10.000 personas. El hecho de que el dinero se transfiera a una tarjeta y se controle mediante una aplicación hace que los perceptores pasen inadvertidos y, por lo tanto, no sean estigmatizados. 

PNV y PSE han dado por cerrada la polémica generada en torno al macrocentro para 350 refugiados en Gasteiz. ¿Es incompatible hacer que convivan la competencia de extranjería del Estado con la filosofía de acogida vasca? 

Hasta ahora ha sido compatible. Ha sido compatible, hemos colaborado y ante una necesidad hemos puesto en marcha herramientas al servicio del que era competente, como con la crisis en Ucrania. Ha sido el Gobierno vasco el que ha puesto en marcha una mesa institucional y social en la que también la Delegación de Gobierno, como no, participaba. Y ahí, con total transparencia, se han ido volcando datos, se han ido volcando necesidades y respuestas. Eso es lo que tenemos que seguir haciendo y huir de las polémicas. Y yo confío en que esto se va a reconducir y que vamos a seguir colaborando como hasta ahora correctamente.