uy cerca de Vitoria-Gasteiz, Iruña de Oca esconde un tesoro. En sus pueblos, sus senderos y sus rincones late la naturaleza en su estado más puro. Pero no solo eso, aquí, la historia y la cultura se dan la mano para hacer de cualquier visita una experiencia inolvidable.

Encrucijada de caminos, a lo largo de su historia Iruña de Oca ha sido escenario de múltiples acontecimientos que han dejado un poso de arte, cultura y patrimonio en los cinco pueblos que los componen. A orillas del río Zadorra y bajo la tutela de la Sierra de Badaia, encontramos monasterios, torres, puentes medievales, yacimientos arqueológicos y multitud de vestigios históricos y culturales que harán de nuestra visita una experiencia inolvidable.

Los amantes de la naturaleza tienen en la sierra de Badaia un excelente marco para la práctica del senderismo o la BTT. La puesta en marcha en 2019 de una serie de rutas permite circular por este espacio natural de un modo seguro mientras conocemos preciosos rincones, árboles centenarios o simas escondidas.

A estas rutas se puede acceder desde la página web municipal (www.irunadeoca.com), desde los paneles informativos que se han instalado en puntos estratégicos de cada uno de los cinco pueblos del municipio y a través de los folletos que han sido distribuidos en las oficinas de turismo del territorio. En ellos se ofrece una pequeña descripción de la ruta, imágenes y datos para conocer su longitud, desnivel y dificultad. Además, a través de un código QR se puede acceder al track de la ruta en Wikiloc, la aplicación más utilizada para el trazado y seguimiento de recorridos.

Enclavado en las inmediaciones de Trespuentes, el Jardín Botánico de Santa Catalina reclama una visita reposada, sintiendo en cada paso el embrujo que las ruinas del antiguo monasterio Jerónimo confieren a la desbordante naturaleza que se despliega en sus caminos.

El paso del tiempo también se siente en el Yacimiento de Iruña Veleia, testimonio de lo que fuimos, al igual que el cerro de Júndiz, testigo de excepción de acontecimientos como la batalla de Vitoria.

Y para acabar la jornada, Nanclares y Montevite albergan bares y restaurantes en los que calmar la sed y el hambre y mezclarse con vecinos y vecinas que todavía se saludan cada mañana. Abiertos a recibir al viajero y ofrecerle la calidez sencilla y cordial de un municipio con sabor a otros tiempos.