¿Te imaginas qué hubiera pasado si Einstein hubiera nacido mujer? Que, probablemente, hoy no sabríamos de su existencia, puesto que los méritos se los hubiera atribuido algún compañero de investigación... o incluso su marido.
Este fenómeno, que se conoce como efecto Matilda, en honor a Matilda Joslyn Gage, la primera científica en denunciarlo, es la razón de que no hayan trascendido los nombres de mujeres brillantes de la historia y de que, por lo tanto, no aparezcan en los libros de texto.
Esto es lo que le ocurrió a muchas científicas como Rosalind Franklin, que obtuvo la imagen en la que se desvelaba, por primera vez, la estructura del ADN, pero cuyo hallazgo se atribuyeron los científicos Maurice Wilkins, James Watson y Francis Crick, que se llevaron el Premio Nobel de Medicina.
Las consecuencias de injusticias históricas como ésta tienen consecuencias nefastas hoy en día: "La falta de referentes de mujeres en la historia de la ciencia hace que todo el mundo perciba que la ciencia es cosa de hombres", explica Carmen Fenoll, presidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas (AMIT).
"La percepción de que la ciencia es cosa de hombres disuade a las niñas de desear pertenecer a este colectivo, con el que no pueden identificarse. Por ello, que haya referentes de mujeres científicas es una de las claves para que las niñas se planteen que ellas también pueden dedicarse a la ciencia", añade. Y esto es lo que pretende la campaña #NoMoreMatildas, de la AMIT.
En 2014, Ana López Navajas publicó una tesis doctoral en la que aseguraba que la presencia de mujeres en los libros de texto era de apenas el 7,6%, y en algunas especialidades incluso menor: el 5% en matemáticas y el 1% en tecnologías e informática.
"Aunque muchos profesores complementan en las aulas esta carencia con referencias a mujeres dedicadas a estas actividades, y aunque iniciativas como el 11F (Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia) luchan desde hace unos años contra esta invisibilidad, estas acciones no están dando resultado y, por tanto, no son suficientes", explica Fenoll.
Al respecto, en una entrevista en 2019, López Navajas decía: "Las mujeres deben saltar de las paredes, donde ya han llegado, a las aulas". "Los esfuerzos existen, pero son individuales y no sistemáticos. Esto es mejor que nada, y hay que apreciarlo y aplaudirlo, por supuesto, pero no es suficiente. Las mujeres hemos dado un gran salto, en ciencia al igual que en otros muchos campos, pero aún queda mucho por hacer", sostiene.
EL TRABAJO DE LAS CIENTÍFICAS HOY EN DÍA
El avance de las mujeres en la ciencia, como en otros campos, es un hecho y, hoy en día, el efecto Matilda no se da de una forma tan "sangrante" como en el pasado. "En las sociedades desarrolladas, las mujeres van a la universidad y pueden tener una carrera científica y académica, firmar sus trabajos y obtener reconocimiento por ello. Y pueden ganar un Premio Nobel por sí mismas y sin compañía masculina, como (Emmanuell) Charpenrtier y (Jennifer) Doudna en 2020", subraya Fenoll.
Sin embargo, la presidenta de la AMIT denuncia que "todavía no hay una igualdad efectiva". "Esa falta de igualdad hace que todavía sea mucho más fácil apropiarse de descubrimientos hechos por mujeres que de los realizados por varones", apunta.
"En los equipos también puede producirse un efecto Matilda pernicioso, alimentado por nuestros sesgos inconscientes que nos hacen pensar que la contribución genial la ha hecho uno de los hombres del grupo, mientras que las mujeres del equipo solo contribuyen con su duro trabajo. Si no conseguimos zafarnos de estos estereotipos, que todos y todas tenemos todavía y son casi siempre inconscientes, nunca conseguiremos que la igualdad de las científicas y los científicos sea un hecho", ahonda Fenoll.
Para romper con la imagen estereotipada de la ciencia, la presidente de la AMIT asegura que "tienen que ser visibles también las científicas de a pie".
"No se visibiliza el trabajo de las mujeres científicas en un grado acorde a su participación en el quehacer científico, que en muchos campos ya es muy notable, cuantitativa y cualitativamente. Al menos, algunas científicas excelentes empiezan a aparecer en los medios de comunicación y en los premios científicos. Pero la imagen estereotípica de la ciencia sigue siendo masculina. Para que la imagen cambie y este estereotipo se rompa, tienen que ser visibles también las científicas de a pie", subraya.
DESIGUALDADES
Además, siguen existiendo desigualdades en el día a día y se apoyan en los datos: Aunque en el Estado el 52,4 % de las mujeres tienen estudios superiores, frente al 40,6 % de los hombres, éstas sólo ocupan entre el 21 y 25% de las posiciones más altas de la carrera en universidades y centros de investigación.
Además, las mujeres obtienen la mitad de los doctorados y se integran en la carrera investigadora en unos porcentajes similares a los hombres, pero se estancan o se van perdiendo poco a poco en cada escalón. "Esto se visualiza como si existiese un techo invisible (de cristal) que impide el progreso de las mujeres, porque nada en la normativa les impide seguir avanzando, y la carrera investigadora se asemeja para ellas a una cañería con fugas por las que estas mujeres se van perdiendo paulatinamente", asegura Fenoll.
"Las científicas y académicas están aún más infrarrepresentadas en los puestos de toma de decisiones sobre la ciencia (apenas un 8-9% de rectoras en 2020, un 20% de las directoras de departamentos, etc.). Sigue habiendo muchas menos jefas de grupo que jefes, y obtienen menos recursos para investigar", continúa.
"Las causan son varias y complejas, pero la desigualdad es un hecho. Lo peor de todo es que hace 10 años o 20 años la situación era peor, pero no muchísimo peor. Aunque sin duda se ha avanzado, a este paso nos llevará decenios cerrar la brecha. A los cambios legislativos (en que hacen falta más acciones y más valientes) se han de unir cambios en las mentalidades y las culturas dentro de las instituciones y los colectivos", concluye Fenoll.