Este vitoriano es, además de profesor en la UPV/EHU, presidente de la Federación Española de Asociaciones de Psicoterapia y de la Asociación Vasca de Psicoterapia Sistémica. Está acostumbrado a tratar con quienes ahora están en el punto de mira y se les señala como culpables de que el virus se haya extendido por su supuesta irresponsabilidad. Ochoa de Alda ofrece su punto de vista. Y, desde luego, los jóvenes no lo están pasando bien...

¿Se saltan el temario para hablar de covid en la universidad?

-En los asesoramientos que hago en casos concretos cuando ayudo a algún exalumno que tiene un gabinete propio, sí, el covid está muy presente. Y en la universidad, durante el confinamiento de primavera, no nos ocupó tanto tiempo. Ahora, en cambio, sí. Los jóvenes sienten que tienen una falsa sensación de libertad y eso les está rallando bastante.

¿Cómo se sienten? Porque desde muchos ámbitos de la sociedad los señalamos como culpables.

-Pues se sienten bastante indignados con el mundo adulto. Parece que, por el hecho de querer disfrutar, a los jóvenes se la suda todo, y eso no lo comparten. Tenemos tendencia a juzgar por estratos sociales, es decir, esto es cosa de jóvenes, o de hombres, o de mujeres. Y al final es un tema de personas. No creo que esto sea un tema de juventud, sino de actitud. Hay gente joven que tiene actitud inmadura y gente joven que tiene actitud responsable. Y lo mismo pasa con los adultos. Me hizo gracia la anécdota de un alumno que trabaja en un supermercado. Un adulto quería comprar alcohol a las ocho y media de la noche y el chaval le dijo que a esa hora ya no se podía. El hombre le respondió: Mejor, así los jóvenes no compráis y no hacéis botellón. El chaval me decía: Joder, si era él quien estaba comprando y me decía a mí.

Los botellones los relacionamos con los chavales y es cierto que ha habido imágenes de jóvenes juntos sin cumplir las medidas necesarias. No sé si quizás hemos generalizado o exagerado con esto.

-¿Sabes qué pasa? Alguien de 15 o 16 años solo se puede juntar en la calle. Me gustaría ver si los de 30 no se juntan en sus casas con amigos y beben. Los jóvenes, en ese sentido, no se esconden. Van al muro de Sagüés, cogen cervezas y están juntos, pero los adultos nos escondemos porque tenemos casa. Es cierto que los jóvenes se sienten más omnipotentes, inmunes, sienten que no les va a pasar nada. Ahora, en cuanto un joven ve que alguien de su entorno ha pasado el covid o es grupo de riesgo, no creo que piense: me la suda mi abuelo o mi padre. No me creo eso.

Cuando hablan de todo esto en clase, ¿qué posturas hay?

-Me estoy encontrando con gente responsable. Sí que hay mucho pensamiento crítico: esto me lo están metiendo por el tema de la economía, o por política... no es que me la suda el covid, es que venga esta imposición sin que se explique bien. Y a mí lo que me gusta es ese espíritu joven de decir: ¿Los adultos qué estáis haciendo? ¿Y los políticos qué estáis haciendo? Los que nos decís que somos los culpables de esto lleváis seis meses sin poder solucionarlo. Les puse en clase ese vídeo viral de la madre que llama al hijo para decirle que su abuela está grave y él está de copas con sus amigos sin mascarilla. La indignación fue sublime. Decían que es demagogia y chantaje... es que parece que mi abuela está ingresada por mi culpa. Son como la cabeza de turco, la sociedad funciona así, tenemos que buscar culpables. Pero también ves gente mayor en la calle con la mascarilla mal puesta.

El problema quizás es que desde gobiernos e instituciones también se les señala.

-Mi opinión personal es que las instituciones políticas necesitan siempre una cabeza de turco porque así controlan la masa. Al principio eran los niños, que eran el foco y por eso cerraron los parques. Cuando hemos visto que los niños van al cole y no hay grandes focos, nos hemos olvidado de eso, pero dijimos que eran los niños. Luego son los jóvenes, que están de botellón y se la suda esto. La gente ve un adolescente y piensa: Cuidado. Esto les interesa a las instituciones porque así tienen a la masa controlada, así la gente no piensa que esto es por hacer mala política, sino por culpa de los jóvenes. Es una falsa sensación de control porque tenemos alguien a quien echarle la culpa.

Los jóvenes, ¿cómo se toman el no poder socializar, salir por la noche? Al fin y al cabo, es su vida.

-Les hemos quitado la parte imprescindible de su carácter. El carácter está en la socialización. Nacemos con una forma de ser, vamos consolidando esa forma de ser y en la adolescencia necesitamos dejar atrás esa piel y crear una nueva piel, y para eso necesitamos el contacto con los amigos. Uno de 20 años no necesita a sus padres. Fíjate la paradoja en la que les hemos metido: durante el confinamiento tenían que estar enganchados al ordenador, a las redes sociales, a las series... y luego nos quejamos de que es una juventud que no sale y no interactúa, que se quedan tontos con lo digital. Y ahora, si van a la calle, les decimos que incumplen, y vuelven a casa a las pantallas. Somos totalmente contradictorios con ellos. Les estamos diciendo que todo lo que hacen está mal.

En comparación con los niños o los adultos, ¿todas estas restricciones provocadas por el covid son más traumáticas en los jóvenes?

-Los niños se nutren de sus padres, y el tiempo que no están con ellos están en el colegio. Para el adolescente o joven, el instituto o la universidad en sí no es una diversión, para ellos eso es el patio, el después del colegio, la calle. ¿Qué punto de socialización tienen ahora? Muy poco. Los adultos tenemos otro plan, como puede ser nuestra familia. Para ellos la familia son sus amigos. Les estamos quitando la fuente de la que se alimentan. A muchos les estamos forzando a rebelarse más y a tener una mala actitud ante el covid por la forma en la que les estamos señalando los adultos.

¿Puede todo esto tener consecuencias en forma de dificultades para volver a socializar?

-A nivel psicológico nos estamos encontrando cada vez con más casos de chavales que se están aislando. La gestión es mucho más difícil para ellos. Pero lo que más nos preocupa es esa parte de hastío y desconfianza que se está generando hacia el mundo adulto. Me desconecto de mis padres porque me dan la misma chapa de siempre y me desconecto del mundo adulto porque, total, lo hago todo mal. Me meto en las redes sociales y creo una imagen de mí mismo que no es la real. Y cuando llegan las relaciones sociales tienen problemas, el yo que se han construido en la red no tiene nada que ver con el social, y acaban volviendo a sus redes, a ese yo falso que se han creado. En la red puedes ser la hostia, pero cuando tienes que hablar con alguien en la calle se pueden notar tus carencias. Entonces, yo sí que creo que se está empobreciendo a esta generación en dos aspectos: esa desconexión del mundo adulto y esa pérdida de habilidades sociales.

Cuando ya tengamos libertad, ¿cómo cree que van a responder?

-La gente joven que está funcionando más o menos bien, a un nivel normal de hastío y enfado, no creo que se vaya a desajustar demasiado. Pero el chaval que ya tiene dificultades en casa, de autoestima, que ya hay algo de base, no grave, simplemente que sea un poco más vulnerable, es posible que reaccione con conductas exageradas a nivel de consumo, de adicciones, de obsesiones... Por ejemplo, cada vez nos encontramos con que hay menos tolerancia a la frustración: no asumo que hay cosas que hago mal o que una chica o un chico me diga que no. En una red social es fácil tener sensación de éxito, pero en la sociedad cuesta más.

Tienen trabajo los psicólogos...

-Los adultos podemos tener ansiedad, depresión, estrés. Todo esto a muchos adultos nos ha hecho plantearnos quiénes somos, mirarnos al espejo y decir: ¿Quién quiero ser, estoy donde yo quiero, soy feliz? Un joven no se plantea eso. Si yo me planteo cosas del trabajo o de mi pareja debido al COVID, me lo planteo sobre una base. La gente joven está construyendo su base, y eso sí que nos preocupa. A ello se le suma el padre estresado, la sociedad movida, la incertidumbre, las clases online, el no poder socializar. Se les suman a sus problemas los de otras generaciones. Y encima son el punto de la diana. Pues entonces...

¿Se desahogan con usted en clase?

-Sí. Tuvimos una conversación sobre las piedras que metes en las mochilas con el covid. Tengo abuelos mayores, entonces tengo que tener cuidado, en casa hay problemas porque mi padre o mi padre ha perdido el trabajo, yo estoy con clases online, no puedo salir... Tienen un montón de piedras, parece que como no se van a quedar en el paro no son importantes, pero todo esto les genera incertidumbre. Nada les da control. Aunque haga las cosas bien, hay muchas cosas que no dependen de mí. ¿Qué depende de mí? Nada. Y encima no me puedo desahogar con colegas... Al joven no le puedes quitar todo. Le quitas el deporte, socialización, la noche... ¿Qué le estamos dando? ¿Clases online? Les estamos diciendo que son culpables de algo sin escucharles. Además, nos olvidamos del que se levanta pronto un fin de semana y limpia la calle, como aquel caso en Logroño, o del que se queda en casa. Señalamos solo a los que van a Sagüés, y es una pena.