DONOSTIA - Es de Irun pero reside en Londres desde 1980. Blanca Sánchez es una viajera, una aventurera que el 5 de julio de 2015 salió de Inglaterra para recorrer el mundo en su bici. En mayo de 2017, tras 687 días en ruta, voló a Londres por las posibles implicaciones que el Brexit podía tener en su estatus de residencia en Reino Unido pero retomó su ruta en marzo de 2018 para recorrer África. Pedaleando por Namibia se enteró de que ha sido elegida ganadora del I Premio Viajero en Ruta que conceden Lonely Planet y geoPlaneta.¿Cómo toma la decisión de montarse en una bici y recorrer el mundo?
-En mi caso, llevaba tiempo con la idea rondándome por la cabeza. En un momento dado mis circunstancias personales, familiares y laborales fueron idóneas así que no me lo pensé mucho. Me hice la bici, completé el equipo y salí por la puerta de mi casa.
Casi cuatro años desde que dejó su casa. ¿No cansa la vida nómada?
- Bueno, la verdad es que excluyendo un descanso de unos meses llevo desde julio del 2015 pedaleando y claro que hay momentos de desaliento. Pero de momento no me siento cansada. Tengo muy claro que esto lo estoy haciendo porque quiero, no me subvenciona nadie y no estoy recaudando fondos para nadie; no es una competición, ni intento probar nada. Cuando sienta que es hora de volver, soy lo suficientemente afortunada como para poder comprarme un billete de avión y regresar a casa.
¿De momento tiene ganas de seguir dándole a los pedales mucho más tiempo?
-Cuando llegué al cabo de las Agujas, el punto más septentrional de África, después de 12.000 kilómetros y un año dándole a los pedales, algo cambió en mi mente. A pesar de tener miles de kilómetros por delante, el viaje se convirtió en uno de vuelta a casa. Mi plan es pasar las Navidades con mis hijas.
¿Con qué criterio eligió la ruta?
- Pues miré al mapa de África y pensé en lo que quería ver teniendo en cuenta temas de seguridad. Evito los lugares donde hay conflictos, otra cosa es que te encuentres en una situación comprometida porque ha sucedido algo imprevisto, en cuyo caso lidias con ella como puedes. Pero a propósito no me meto. Enseguida apareció una lista de países aunque por el camino las cosas fueron modificándose. Por ejemplo, no fui a Zimbabwe porque la situación política cambió, pero fui a Lesotho porque otros viajeros me dijeron que era precioso.
¿Improvisa entonces?
-La ruta de cada país la voy haciendo sobre la marcha, teniendo en cuenta lo que me dice la gente del país y otros viajeros, lo que leo sobre el lugar, el tiempo que me permite el visado y la situación climatológica, ya que si es época de lluvias y las carreteras están sin asfaltar se convierten en barrizales impracticables.
¿Qué tal compañía es la soledad?
-Me he acostumbrado a estar sola y he descubierto que me encanta mi propia compañía. La paz que se siente cuando estás absolutamente sola en medio del desierto sentada fuera de la tienda en una noche sin luna, cuando en el cielo hay millares de estrellas y el silencio es tan absoluto que te zumban los oídos es una experiencia maravillosa que no cambiaría por nada.
¿Cómo se preparó físicamente para el viaje?
-No me preparé, en un viaje tan largo te vas fortaleciendo sobre la marcha. Al principio haces días cortos y te sientes cansada y sin darte cuenta la cantidad de kilómetros aumenta y el cansancio disminuye.
¿Y psicológicamente?
-Yo tenía ganas de salir así que tampoco tuve que hacer nada. Para lo que sí me preparé fue para la posibilidad de que una vez empezado el viaje me diera cuenta de que en realidad no era lo que quería hacer; para estar dispuesta a reconocer que era la hora de volver antes de lo previsto.
Habrá vivido momentos duros y otros maravillosos.
-Muchas veces los momentos difíciles han sido también los más maravillosos. Recuerdo que en mi primer viaje estaba cruzando Anatolia en invierno, resbalé en una placa de hielo y me caí magullándome las costillas. Me levanté como pude, seguí adelante y empezó a nevar copiosamente y a oscurecer. Me empezaba a doler mucho el costado y para entonces estaba empujando la bicicleta. La nieve me llegaba a la rodilla cuando llegué a un pueblo donde pregunté si había alojamiento, pero no había. La persona con la que hablaba debió notar que se me había caído el alma a los pies y no sé cómo me encontré en una tetería donde sólo había hombres, sentada delante de una estufa de leña con una humeante taza de té en la mano. Ellos hablaban entre sí, obviamente de mí, pero yo no sabía qué decían. Apareció un hombre que había trabajado en Italia y entre su italiano y mi español entendí que habían hecho una colecta para pagar un taxi y llevarme a un pueblo cercano que sí tenía pensión. No aceptaron mis quejas de que yo podía pagar el taxi y entre todos me ayudaron a meter la bicicleta y mi equipaje en el coche. Para entonces era noche cerrada aunque sólo eran las 6 de la tarde y no había parado de nevar. Les di las gracias en su idioma y justo entonces varios alzaron los ojos al cielo bajo la luz amarillenta de las farolas e invocaron a Allah. Yo estaba tan conmovida por su generosidad que casi no podía contener las lágrimas. Justo entonces el que hablaba italiano estrechó mi mano y vi que me dejaba algo de dinero, era lo que había sobrado de la colecta. “Hace mucho frío, tómese un café”, me dijo.
¿Algún lugar que le haya llamado la atención por su belleza, sus gentes o por otro motivo?
-En mi primer viaje me enamoré de Irán, de sus paisajes, de su comida y sobre todo de sus gentes. En África me ha cautivado Angola y de nuevo tiene que ver con que la gente es absolutamente encantadora. ¿Sabes qué alegría da ir por la carretera, dar los buenos días y que te respondan con amabilidad y con una gran sonrisa que ilumina sus rostros? ¿Que te acerques a una aldea para ver si puedes montar la tienda en cualquier rincón y abran la escuela para que duermas bajo techo? Son regalos que me conmueven.
La mecánica de la bici ya no tendrá secretos para usted. ¿Qué tal se va portando?
-Mi bici es una maravilla. La construí no para que fuera ligera, sino para que fuera duradera. Sus componentes son sencillos para poder encontrar recambios en cualquier parte. Además, la limpio y la mimo. La verdad es que se ha portado como una campeona y no me ha dado mayores problemas.
¿Que pensó cuando le dieron el premio?
- La verdad es que me hizo muchísima ilusión. Me pilló en un momento de bajón. Estaba en Namibia y este país, con sus grandes distancias, sus carreteras de grava y arena y su falta de agua me resultó duro. Además, yo estaba muy cansada. Cuando supe que los participantes a las Jornadas de los Grandes Viajes me habían votado y me habían dado el premio fue una inyección de energía.