Los periódicos que se dicen serios hace años que dejaron de publicar en esta fecha sorprendentes noticias que rectificaban al día siguiente apelando a la comprensión de los lectores en atención a la festividad pasada, en la que se habían permitido la broma y la inocentada. Aquí, en esta nuestra casa, no recordamos si se hacía en el pasado ni tampoco ahora, pero creo que sí coincidimos en que el humor, el sentido del humor, es una de las medicinas más eficaces para el cada vez más complicado arte de la supervivencia, no provoca efectos secundarios y, además, es gratis.

La cosecha anual suele ser abundante, ya saben aquello de que “el mejor escribano echa un borrón” y que a la más cara vulpes fornicatris venalis se le cae un cuesco, y encima ahora con eso que dicen las redes sociales, whatsapp, facebook, twitter y toda esa peste pues más, ya saben. La imaginación del gentío anda “todo a cien” (a un euro, la gran estafa del siglo XXI)) y entre que cada quien escribe como le viene en gana y la risión infatigable de algunos comunicados de prensa, no damos abasto.

Las prisas (deberíamos recordar siempre aquello de “despacio pero pronto y bien”), lo del corrector de Windows que parece las tripas de Jorge, que todo es relativo y que hay que llenar la página y cerrar cuanto antes, que el reloj no da tregua, a poco que mires los papeles siempre te encuentras algo inesperado... y descabellado. Todos dicen (decimos) que no creemos ni leemos el horóscopo, que es algo así como el Calendario Zaragozano (fríos en invierno, calores en verano) pero vas y lo haces y te encuentras que “todos los hijos de puta” nacidos bajo el signo de Tauro, serán “acuchillados”. La del horóscopo debe ser sección que se publica como llega, y al autor le dio ese día contra algún cornúpeta y les molió a palos (a cuchilladas) a todos.

errata El diccionario enseña que la errata es una “equivocación material cometida en lo impreso o manuscrito”, y a todos (pero a todos) se nos ha colado alguna o nos la han colado con el cabreo consiguiente, aunque eso del enfado, como ocurre con la juventud, es cosa que se cura con el tiempo y acabas por no darle más importancia que la que tiene. Uno nunca olvidará el “hasta” que le endiñaron por un “asta” de vacuno, pero la vida sigue y se asume con resignación. ¡Qué remedio!.

Haylas algunas que muy potentes, como la del galeno cirujano al que se le fue la mano añadida, el bísturí o sea, y fue absuelto de “una mala práxis”. La imprudencia, su involuntario error, debió ponérselos de corbata hasta que se dictó sentencia teniendo en cuenta que la acusación particular pedía “un año de cáncer”, nada menos.

La profesión médica, con la crisis (para muchos, permanente) tiene que aguzar las meninges, no errar el pronóstico, andarse con pies de plomo y aplicar máxima pericia en el quirófano, que esto también se lo copiamos a los americanos y se arriesga a los tribunales. Aquel doctor amigo llega ante el enfermo y encuentra a toda la parentela rezando por lo que exclama: ¡Cojonuti, si se salva es gracias a San Felicísimo (festividad, el 2 de julio) y si muere, la culpa es del médico! Y los enfermeros/as, peor. Nada menos que a falta de trabajo estable y justamente remunerado, Holanda les reclama, y por medio de la red europea de la búsqueda de empleo, a acudir “a la recogida de espárragos”. Esto se pone feo. (¿Más aún?).

el cura y el puticlub Muchas no son auténticas erratas, por más que lo parezcan. Ejemplos: que a tope de solidaridad puede leerse que te convoquen a la “difusión de la enfermedad” en el Día Internacional del Sida, o que te endiñen una factura por el concepto de “por ir y no hacer nada, 200 pesetas” (verídico, perla recolectada por un inolvidable amigo), o que en Canarias (y eso es bastante lejos del infumable y felizmente defenestrado Cristóbal Montoro) consigan curarle a un honrado ciudadano de unos dolores derivados de una “...hernia fiscal”.

El que busca encuentra, en ocasiones con gran y justificado temor de la ciudadanía, que de un día para otro se topa con que “Líbano lanza una ofensiva en la frontera con Soria”, que con el vergonzoso negocio de la guerra ya no se sabe a dónde vamos a ir a parar. Pero la que se lleva la palma es la del párroco de un pueblo de Girona, que afortunado él va y le toca la cesta de Navidad que rifaba ¡un puticlub! El revuelo y el jolgorio a costa del eclesiástico fue de las de verlo para creerlo. Con el agravante, parece, de que ya puestos fue a recogerla. (Otra vez).