sol, playa, calor? Es una combinación que miles de vascos buscan fuera de las fronteras de la comunidad autónoma durante los meses de verano. La urbe de la costa alicantina recibe miles de visitas cada año, y un gran porcentaje de ellas proviene del País Vasco, ya que una de las cosas que caracteriza al municipio alicantino es su “microclima, dulces y templados inviernos y veranos atemperados por la brisa marina”. Además, siempre ha habido un cierto paralelismo entre las dos ciudades, ya que se crearon con tan solo veinticinco años de diferencia; Bilbao en el año 1300 y Benidorm en 1325. Todo ello hace que Benidorm haya sido una de las opciones más populares desde la década de los 70.
De ser un municipio pesquero, Benidorm pasó a ser la ciudad que más rascacielos por habitante tiene del mundo. Además, también es, después de Nueva York, la ciudad que más rascacielos por metro cuadrado posee. Pero no es una mera casualidad, ya que fue el alcalde Pedro Zaragoza Orts el hombre que transformó esa ciudad pesquera en uno de los mayores destinos turísticos del Estado.
Investigador del departamento de etnografía de la Sociedad de Ciencias de Aranzadi, Iñaki García Uribe es el experto que ha investigado la procedencia de esa peregrinación vasca en grupo a la ciudad costera alicantina, lugar en el que dará además, una conferencia el 16 de agosto denominada Los vascos en Benidorm. Situado en la calle Ruzafa, 2, el batzoki de la ciudad es el único que se encuentra fuera de las fronteras del País Vasco según remarca García Uribe.
Aunque el etnógrafo se muestra un poco reacio a contar uno de los secretos que desvelará en la conferencia, es decir la razón por la que los vascos empezaron a ir organizadamente a la ciudad costera, es sabido que fue el acuerdo con una entidad financiera por parte del alcalde Pedro Zaragoza lo que impulsó este peregrinaje. Según ese acuerdo, las parejas que se casaran el día de la Virgen de Begoña viajarían a la ciudad con todos los gastos pagados. Además, Zaragoza ofrecía la oportunidad de conseguir los bártulos de manera gratuita para los bebés recién nacidos, ya que era una manera de presumir de que hubieran sido engendrados en Benidorm.
Según remarca García Uribe, “turismo vasco ha habido siempre”, pero lo que impulsó el alcalde franquista fueron los viajes organizados, ya que en 1964, por primera vez, llevó cuatro autobuses repletos de gente de Bizkaia, Gipuzkoa y Álava a Benidorm. No fue su única acción visionaria, ya que aunque fuera franquista de convicción, cosa que siguió defendiendo, según el etnógrafo, hasta su muerte, plantó cara a un decreto propuesto por el Estado español. Mediante esa medida, el Gobierno quería adueñarse de todas las islas del país que estuvieron deshabitadas, por eso, el alcalde mandó una barca con dos hombres a construir una casa en la isla que se sitúa en frente de Benidorm, con lo que pasó a ser de la ciudad, evitando así la expropiación.
Fiel reflejo de la buena relación que unía al alcalde con el caudillo, son la múltiples visitas que este le hacía en el palacio de el Pardo en su moto Vespa, o el hecho de que Zaragoza le hiciera la primera declaración de la Renta a la familia Franco en el año 1976. Aunque el alcalde fuera como muchos han denominado “un alcalde visionario” también tuvo muchos detractores, ya que debido a que una de las medidas que impulsó fue el uso del bikini en las playas, enfadó al obispo de la ciudad, y llevó a la Iglesia Católica a pedir la excomunión del mismo, aunque sin éxito.
Hoy en día el turismo vasco sigue siendo uno de los más populares de la ciudad costera alicantina, ya que por detrás de Madrid es la comunidad que más turistas proporciona a Benidorm. Según datos de la página oficial del Ayuntamiento, el año pasado fueron 13.797 vascos los que decidieron disfrutar de las vacaciones allí, es decir un 11% del turismo total que recibió en 2017. Además, algunos de ellos ya se han empadronado en Benidorm, 988 concretamente, fiel reflejo del magnetismo que sienten los vascos hacia esa ciudad. Hoy en día cuenta además con una calle a la que se denomina calle del coño debido a los múltiples encuentros entre vascos que se saludan usando esta expresión, dejando patente la gran cantidad de vascos que pasan por esa ciudad.