Los últimos meses han puesto, otra vez, en primera plana la fuerza de la reivindicación de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres a nivel global. Desde las denuncias de los abusos a actrices en Hollywood, por parte del productor Harvey Weinstein, a la movilización general del 8 de Marzo a nivel internacional, la reivindicación de una sociedad igualitaria en lo referente a la igualdad de derechos entre sexos ha vuelto a poner de manifiesto, por una parte, que aún queda recorrido para lograr una igualdad real y, por otra, la fuerza del movimiento feminista para reivindicar y luchar por esa igualdad en todos los ámbitos.
Esta reivindicación feminista no sólo se ha generalizado a todos los ámbitos sociales, sino que también comienza a introducirse en distintos ámbitos como el económico, el político, el cultural o el del conocimiento. Surgen disciplinas como la economía feminista, el ecofeminismo, el feminismo jurídico o la teoría literaria feminista. Pero hay un ámbito con el que quizás el feminismo aún no tenga una relación excesivamente fluida, el campo de las religiones.
Esta difícil relación se puede entender analizando los inicios del feminismo. Como explica Amelia Valcárcel, el feminismo es una hija no querida de la Ilustración. A pesar de que existen múltiples teorías feministas, diferentes entre ellas, su principal punto en común, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y la necesidad de abolir la injusta dominación del hombre sobre la mujer, surgen en la revolución francesa como encarnación de la idea ilustrada de la igualdad de todo hombre y mujer en derechos y en dignidad.
El surgimiento de este movimiento en un ámbito y en una época en la que la religión era vista como un elemento discriminatorio y contrario a la igualdad entre los hombres y mujeres, ha condicionado que para ciertas teorías feministas las religiones sean incompatibles con la lucha contra el machismo. Las religiones serían sistemas culturales utilizados por los hombres para mantener la dominación sobre las mujeres. La discriminación no sólo se daría en las propias instituciones religiosas, sino que las propias doctrinas religiosas serían instrumentos para legitimar a nivel cultural y social esa dominación.
Por ello, feminismo y religión serían términos contradictorios e imposibles de conciliar. Sólo el laicismo más extremo sería el que posibilitase las reivindicaciones feministas. Esta idea no sólo se da en los países más secularizados, sino que también en el mundo musulmán, donde feministas como la argelina Wassyla Tamzali creen necesario un ámbito de libertad de conciencia al margen de la religión para que se desarrolle el feminismo, mientras que feministas históricas como la egipcia Nawal El-Saadawi, estiman que todas las religiones son indefendibles, ya que todas están contra las mujeres.
¿Elemento potenciador? Pero ante esta visión tan negativa respecto a la capacidad de las religiones de posibilitar la igualdad entre hombres y mujeres, han surgido voces desde las mismas religiones que no sólo creen en la posibilidad de que estas puedan salvaguardar la igualdad, sino que sostienen que las religiones pueden ser un elemento potenciador de la lucha feminista. Este feminismo surgido de las mismas confesiones religiosas tiene un largo recorrido. En 1895, Elizabeth Cardy Stanton, proveniente del presbiterianismo, junto a otras mujeres, edita la Women’s Bible, en el que comenta aquellos pasajes de la Biblia que se refieren a las mujeres, criticando la utilización del Libro Sagrado para atacar los derechos de las mujeres. Comienza así la interpretación feminista de la Biblia, una disciplina que servirá para estudiar el texto bíblico y liberarlo de las influencias machistas, reflejo de las culturas patriarcales en el que fue escrito.
El surgimiento de este movimiento de interpretación sirvió para dos cosas, según una de las más famosas especialistas bíblicas feministas, la católica Elisabeth Schussler Fiorenza, descubrir que históricamente la Biblia ha sido usada por los hombres en contra de las mujeres, y que puede ser un recurso inspirador para la emancipación de la mujer.
Para lograr liberar ese potencial emancipador es necesario liberar el texto bíblico de las interpretaciones machistas que se han realizado históricamente y lograr una que promueva la justicia social y la liberación de las mujeres. Esto es posible a través del desenmascaramiento de patrones de dominación tanto en los intérpretes de la Biblia como en los propios textos de ella. Este intento de superar la influencia machista en la interpretación bíblica se ha llevado también al campo de la teología. La teóloga feminista católica Ivone Gebara ha intentado desarrollar una teología desde la experiencia de las mujeres. Para ella, el discurso sobre Dios que se ha hecho históricamente ha privilegiado la visión de los hombres, lo que ha hecho que se haya identificado la experiencia de Dios con los valores masculinos, y se haya ocultado la visión de las mujeres. Además, ese discurso de los hombres ha servido para legitimar muchas veces el poder masculino frente a las mujeres.
Este mismo camino en búsqueda de una teología feminista también se está recorriendo en el mundo islámico. Dentro de las propias mujeres musulmanas ha surgido un discurso y una práctica feminista dentro de la propia religión islámica. Este feminismo islámico, como explica Margot Badran en su libro sobre el feminismo en el Islam, trata de lograr a través del Corán derechos y justicia para las mujeres. Para las autoras de esta corriente, el Islam afirma el principio de igualdad de hombres y mujeres, lo que ocurre es que este ideal ha sido socavado por ideas y prácticas machistas culturales y territoriales. Por ello, el objetivo de este feminismo es restaurar el mensaje profundo del Islam primigenio, limpiándolo de todas las influencias machistas.
El papa y las diaconisas Pero la lucha del feminismo no se limita a la interpretación de las escrituras o de la doctrina referente a Dios; también hay una labor importante en las estructuras institucionales. La influencia del patriarcado no se ha limitado a la interpretación de los textos sagrados o a la teología, sino que se ha encarnado en las instituciones que difundían el mensaje religioso. En este campo es donde, actualmente, quizás se vea más claramente la reivindicación feminista en las religiones.
Desde la primera monja budista de Tailandia, Dhammananda Bhikkhuni, a las primeras mujeres sacerdotes de la Iglesia anglicana en 1992, pasando por la creación de una comisión para el estudio de la posibilidad de ordenar mujeres diáconas en la Iglesia católica, la mujer está comenzando a transformar las instituciones religiosas de manera imparable.
El propio Papa, además de permitir el estudio de la posibilidad de ordenar diaconisas en la Iglesia católica, reclama constantemente la necesidad de revisar la teología sobre la mujer en la teología católica. Esto lleva implícito la necesidad de reconsiderar el papel de la mujer en la Iglesia, lo que conducirá inexorablemente al diálogo con el feminismo para lograr que la mujer tenga el lugar que le corresponde. Es más, para teólogos como Juan José Tamayo, el éxito de la reforma de la Iglesia que trata de llevar adelante el papa Francisco, se juega en gran medida en ser capaz de llevar a la realidad una reformulación del papel de la mujer en la Iglesia.
Pero este movimiento es general en todas las instituciones religiosas. Las mujeres comienzan a reclamar que su voz se escuche en las distintas religiones, transformando no sólo las instituciones, sino transformando en su núcleo la misma doctrina. Para algunos, es el siguiente paso que le queda dar a la religión. Y, a la vez, puede que sea la solución a la secularización que hace que el discurso religioso cada vez esté más marginado en la sociedad. Un papel más activo de la mujer puede que logre la transformación necesaria de las religiones y sus instituciones para que estén más cerca del hombre y de la mujer en el futuro.
Quizás la futura expresión de todas las religiones tenga rostro de mujer. A partir de este momento puede que el proceso de secularización de las sociedades se modere y se entre en una nueva fase en la relación entre la religión y la cultura actual. Un problema polémico y complejo, pero en el que quizás las religiones se jueguen su lugar en la sociedad del futuro.
En las jornadas interreligiosas de la Fundación Ellacuría tituladas Feminismo y religiones, expertas en el tema y mujeres de distintas confesiones tratarán este apasionante tema, intentando aportar a una posible alianza entre ambos términos y tratando de iluminar uno de los retos más importantes tanto para las religiones como para el feminismo en los próximos años.