Bilbao - Ellos y ellas también tuvieron un sueño y se pusieron manos a la obra para intentar hacerlo realidad. Quieren trabajar pero los estudios y la memorización no son lo suyo. A pesar de ello, el apoyo familiar y la contagiosa inspiración del cuerpo educador de las Escuelas de Segunda Oportunidad, han sido fundamentales para enseñar a mirar hacia adelante a esos chicos y chicas víctimas de abandono escolar temprano. Casi el 20% de los jóvenes de entre 18 y 24 años en España...

Han dejado atrás esos momentos de angustia, de temor incluso, que durante una etapa de sus vidas les empujaban hacia el naufragio seguro, y miles y miles de jóvenes de entre 15 y 29 años han sido capaces de emprender un proyecto de vida autónomo. Lo han hecho, eso sí, por un camino distinto al convencional pero igual de válido.

Muchos de ellos han completado ese recorrido en la Comunidad Autónoma Vasca gracias a la labor de la Fundación Peñaskal y de la Fundación Adsis. En estos institutos (como en todos los centros que conforman la red de Escuelas de Segunda Oportunidad) acceden a diferentes ofertas formativas según sus preferencias: servicios, industria,.... Y lo hacen adaptando siempre ese itinerario vital a las necesidades de cada persona.

Ese es el espíritu de esas escuelas de oficios, “una enseñanza basada en la práctica, con un sistema que rompe con ese otro tradicional que no ha sido capaz de ofrecer soluciones a estos jóvenes”, resumían los promotores del congreso que reúne hoy en Bilbao a las delegaciones de Portugal, Francia y España de esta federación. Como es habitual en esas aulas en las que se les prepara para la vida social y laboral, educadores y alumnos compartirán inquietudes y compromisos.

La principal reivindicación para los primeros es que este modelo no reglado sea reconocido por instituciones y administraciones. Para los segundos, que el sistema siga funcionando porque ha sido su tabla de salvación. De momento, las cosas pintan bien para todos ya que la plataforma de Escuelas de Segunda Oportunidad aglutina a 32 asociaciones cuando hace un par de años eran media docena.

Cada una de esas escuelas “trabaja de media con entre treinta y cuarenta empresas; y chicos haya entre doscientos y cuatrocientos”, describía para DNA Paco Alcaraz, delegado de la Fundación Don Bosco que brega a diario en Andalucía, Extremadura y Canarias. Como experto, defiende este modelo no reglado, pero con sistema de calidad acreditado y certificado.

A su juicio, “es una respuesta válida para aquellos chicos a los que el modelo convencional no les ha valido. Una respuesta con una propuesta formativa muy ligada a lo que la empresa necesita y también muy vinculada a las necesidades de los jóvenes en cada momento. Los sistemas formales no tienen tanta flexibilidad para dar respuesta rápida y personal”, enfatizaba minutos después de asistir a la asamblea celebrada ayer en el auditorio de la Universidad de Deusto. Eso en lo que respecta a los modelos educativos. ¿Y el mundo de las empresas? En palabras de Alcaraz, “nos piden no solo personas que tengan formación técnica porque eso ya lo provee la empresa. Nos piden personas con un cuerpo de competencias personales, piden gente con habilidades sociales, gente que se implique, que generen valor en el equipo. Que metan el hombro, positivos, que se entreguen?”.

Valores y habilidades sociales Ahí están los ejemplos de Aarón Hernández Moreno (18 años), Ximo Mahiques Antolí (18 años) o Ariane Muñoz Goiti (15 años). A todos les une estar inscritos en algún centro pero sobre todo la sonrisa abierta y segura con que se enfrentan a su futuro. El primero se pirra por las artes gráficas; el segundo se ilusiona con el marketing; y la tercera por la moda. Pero todos ellos deberán obtener el Graduado Escolar si quieren un puesto de trabajo.

Aarón ya ha tenido oportunidad de hacer unas prácticas. Con contrato. “Me gustó mucho. Empecé a aprender” confesaba. “Y en casa -agregaba- contentos porque ven que voy a tener un futuro; me dicen que siga adelante. Si te dicen que no vales, a lo mejor te deprimes...”, silencia. Su padre tiene ya cierta edad y la madre está algo enferma. “No me gusta que trabajen en el campo. Por eso decidí estudiar. Para tener un trabajo, ayudarme, y además aportar a mi casa lo que pueda y más”, subraya con orgullo. En junio espera recoger el título y consumar uno de aquellos sueños que le atormentaron al de poco de que le echaran den instituto.

“Me daba igual, me reía... pero cuando pasaba el tiempo me di cuenta que si no estudiaba me moría del asco. Me daba envidia la gente que tenía graduado...”. Y hasta hoy. El trato del “maestro” ha sido fundamental para Aarón: “te da confianza, te abren puertas, está encima y todo eso se nota mucho”. Una ilusión que comparte con Ximo Mahiques Antolí. “Me faltaba constancia pero este curso voy por otro camino [está sacando ochos y nueves, “algo que no he hecho desde que tenía 14 años”]. Me han redirigido y he aprendido a formarme a mí mismo. Te enseñan a valorarte y a lanzarte para adelante. Y sabes que tu esfuerzo vale la pena”, telegrafía.

En un itinerario similar se mueve Ariane Muñoz Goiti. Si todo va bien, terminaría la FP básica con 17 años y el Graduado Escolar se lo convalidarían al cumplir la mayoría de edad. “Aún así, podría seguir trabajando porque tendría la FP básica de moda, lo que me abriría las puertas”, enfatiza. Anima a otros jóvenes no cerrarse puertas antes de tiempo. “Los CIP y las escuelas de Segunda Oportunidad no son para fracasados ni desechos sociales. Hay de todo, como en todos los lados. Aquí te hacen sentir que vales para algo”.