Las rebajas en El Boulevard son absolutamente desproporcionadas, y no en tanto a los precios reducidos y los géneros en venta, sino en cuanto al comportamiento de los seres humanos ante tales jornadas de loables descuentos. Si existe un castigo divino, sin duda ha de ser muy semejante a que te asignen la línea periférica, con parada termino en el citado centro comercial.

El inconmensurable Joaquín Sabina huía del frío y buscaba con acierto en las rebajas de enero viéndolo venir, porque miren que este es un mes extraño de por sí. Un mes en que los Reyes Magos han pasado de puntillas hasta por las casas más republicanas repartiendo ilusiones, alegrías y carbón. Un mes en el que en la primera semana se celebra el día del deporte (como para fastidiar, después de los excesos culinarios navideños); un mes donde los venezolanos celebran el día de la Zulianidad (que no se muy bien que es, más allá de cierto regionalismo próximo a Maracaibo que debe ser estupendo, porque La Unión ya quería irse allí en los ochenta); un mes en el que los ortodoxos conmemoran la Navidad (que también son ganas de llevar la contraria al resto del planeta); donde festejamos a San Antón, el simpático patrón de los animales, para rifarnos un cochino de amplias proporciones con la sana intención de comérnoslo en variadas piezas como manda la tradición protectora; un mes donde los australianos celebran desde las antípodas su día nacional entre canguros y koalas; donde a Isaac Newton le dio por nacer, lo mismo que luego le dio por hacerse un telescopio; donde también celebraremos la onomástica de Sherlock Holmes pipa en ristre, o la del rey del rock Elvis Presley.

Un mes raro donde se celebra el absurdo día del sombrero, el de las palomitas de maíz o el del farmacéutico (se lo juro). Un mes donde medio mundo se lanza a las rebajas como si no hubiera un mañana; cosa un tanto comprensible si tenemos en cuenta que enero lleva su nombre en honor del Dios Jano, representado por el espíritu de las puertas, y por lo que parece, las puertas son las del Zara abiertas de par en par.

En fin, que viendo la marabunta de gente que ascendía y descendía del autobús, yo trataba de aferrarme a la realidad charlando con un conocido que tenía sus propios problemas:

-“No te lo creerás, en las pasadas rebajas le presté ocho mil euros a un amigo para que se hiciera la cirugía plástica y como no me ha devuelto el dinero estoy desesperado?”, me dijo.

-“¿Y por qué no se lo pides?”, le respondí yo viendo la tanda de señoras cargadas con bolsas de ropa que se aproximaban.

-“Pues porque como se la hicieron tan bien, ¡ahora no se qué aspecto tiene!”