Bilbao- Psicóloga y técnica de Igualdad, Begoña Murguialday es la directora gerente de la organización Murgibe, que trabaja por la igualdad entre hombres y mujeres y que creó hace 23 años. Pionera en el País Vasco fue una de las primeras consultoras homologadas por Emakunde. Los Bihotza Sariak, que se conceden desde hace once años por profesionales de los medios y que distinguen a entidades de gran corazón, han galardonado a Murgibe por su responsabilidad social, solidaridad y pasión por Bilbao, Bizkaia y Euskadi, en general. Vicepresidenta de la Asociación de Empresarias y Directivas de Bizkaia (AED) es, además, una mujer comprometida socialmente en su barrio de Deusto, apoyando a la asociación de comerciantes y a las familias. A lo largo de su dilatada trayectoria, uno de los aspectos de los que se siente más orgullosa es el haber preparado a más de 100 técnicas de igualdad e impartido más de 8.000 horas de formación de género.

23 años después de la creación de Murgibe ¿pensaba que el tema de la igualdad iba a ir tan lento?

-No va tan lento, se dan muchos cambios. Ahora la igualdad entre hombres y mujeres está en las agendas políticas. Ha salido del ámbito de la exclusión social para entrar en todas las áreas: en la cultura, los deportes, la economía, el urbanismo. Es un avance muy interesante porque supone que el foco de la igualdad es transversal, de toda la sociedad.

¿El cambio cultural de las generaciones es lo que no despega?

-No vemos un retroceso, como dice mucha gente, pero sí la idea fantástica incluso un poco pueril, de que el tiempo lo soluciona todo y que las generaciones que llegan traerán savia nueva. Eso no es así; si no se trabaja conscientemente con programas o proyectos la situación no cambia. En la igualdad no se retrocede, sino que se visibiliza más. Parece que hay más micromachismos que antes, pero no es cierto. Lo que ocurre es que ahora se habla más de ellos; se denuncian y están en la calle y en las instituciones.

¿Sería sorprendente una consultoría similar a la suya para hombres?

-No tendría mucho sentido. De todas formas Murgibe está comprometida con la igualdad de hombres y mujeres; hay que trabajar muchas cuestiones en lo masculino y en lo femenino.

¿Quiénes son sus clientes?

-Cuando empezamos nuestra clientela en nuestra comunidad, que es de las más avanzadas y pioneras del Estado español, era la Administración. Al hilo del compromiso político de las instituciones principalmente trabajábamos con el Gobierno Vasco, las diputaciones y los ayuntamientos. Con la propia Ley Vasca de Igualdad de 2005 han tenido la obligación de ir poniendo en marcha herramientas y estrategias para formar a su funcionariado. Por eso las instituciones han sido durante muchos años nuestra mayor clientela.

¿Y las empresas privadas?

-En los últimos 5 o 6 años la privada, por obligación, por cultura de innovación o responsabilidad social, nos está solicitando muchos servicios.

¿Qué tipo de organizaciones?

-Empresas del tercer sector, industriales, de locomoción. Ese es el área donde más estamos trabajando. Tímidamente también en Educación. Nuestra actividad en este ámbito es el de sensibilizar a la juventud en temas de prevención de violencia. Ahora nos acaba de contratar el Parlamento Vasco para hacer su Plan de Igualdad.

¿Que otros Planes han realizado?

-Hemos elaborado más de 145 Planes de igualdad y estudios para organizaciones públicas y privadas. Entre ellos, el de las Juntas Generales de Bizkaia; hicimos en su día el del Parlamento de Navarra. Hemos colaborado con muchos ayuntamientos, direcciones de diputaciones forales...

Hay más mujeres en educación, sus notas son mejores, pero llegan a la empresa y se pincha el globo: la disponibilidad, la maternidad dicen algunos. ¿Es así?

-La generación de los 80 entró masivamente a la universidad. Pensamos -eso nos contaron- que con la formación, la educación y con idiomas, másteres íbamos a tener una mejor entrada en el mercado laboral. Está claro que ayuda, pero no garantiza, sobre todo en determinados sectores donde habitan prejuicios contra la presencia de las mujeres. Cuando realmente se ponen medidas positivas nadie las echa para atrás.

Entonces, ¿Qué ocurre?

-Lo que comprobamos es que hay un prejuicio anclado en el antiguo patriarcado que hace pensar que las mujeres todavía no estamos bien vistas en determinados trabajos y sectores: la cuestión de la maternidad diría que es otra excusa más. Hoy en día hay un montón de facilidades para conciliar la vida familiar, la crianza, aunque sea complicado. Pero también es verdad que en nuestra vida laboral, hombres y mujeres tenemos una media de una criatura; no es un problema para la empresa. Sucede que aún la organización de la sociedad nos discrimina por el hecho de ser mujeres.

¿La mirada de la maternidad/paternidad en las empresas está dando paso al tema de los cuidados?

-Vemos que en muchas empresas, las que tienen una plantilla de 40 y 50 años, empiezan a tener problemas con respecto al cuidado de sus personas mayores. Esto, por el envejecimiento poblacional, sí que nos toca a todos, a hombres y mujeres. Eso hace replantear a las empresas que hay que poner en el centro de nuestra vida a las personas y que se pueden reorganizar los tiempos laborales, educativos y sociales de manera distinta a la que tenemos ahora.

Dicen que las mujeres trabajamos gratis hasta fin de año y que la igualdad salarial, como pronto, no llegará hasta 2060. ¿Deprime?

-Es increíble. Cuando lo cuentas, la gente no se lo cree. No hay una discriminación directa, pero sí una brecha salarial fruto de las discriminaciones indirectas. El rol social de las mujeres hace que tengamos trabajos peor pagados, con jornadas reducidas que redundan en que cotizamos menos para el paro y que tengamos menores prestaciones para la jubilación. Por las tareas que tenemos adjudicadas las mujeres somos más pobres que ellos. Es así. Tal cual.

¿Es bueno que las mujeres copen educación, sanidad, justicia, aunque luego los jefes sean ellos?

-A veces se frivoliza diciendo que las mujeres no queremos esas responsabilidades; no es así. Lo que no deseamos es el modelo de poder que nos venden y que además no es eficaz. Hay que poner en cuestión las cosas que hay que hacer para ser jefes/as. La dedicación exclusiva cada vez está más cuestionada porque de lo que se trata es de ser eficaces, no de tener el asiento caliente. Al poder se llega por las redes informales. Y los hombres ven a otros hombres en las direcciones, como las mujeres a otras mujeres. Pero como en la cúspide están ellos, los estereotipos se repiten.