El caserío cuenta los últimos 500 años de nuestra historia, aporta identidad a nuestro paisaje y es el reflejo de nuestra cultura. Sin embargo, cuando estudiaba en el extranjero, siempre imaginaba un caserío abandonado, derrumbado... Así fue como decidí mirar al futuro del caserío”, explica Ugaitz Gaztelu, un investigador del Departamento de Arquitectura de la UPV/EHU que propone un método para rehabilitar las construcciones típicas de Euskadi conservando su identidad y adaptándolas al futuro.

La herramienta para la rehabilitación sostenible del caserío vasco diseñada por Gaztelu se basa en el equilibrio entre tres ámbitos clave: sostenibilidad socioeconómica, sostenibilidad ambiental y respeto al patrimonio. En cuanto a la sostenibilidad socioeconómica, el investigador sugiere varias funcionalidades para la subsistencia económica y social del caserío, como un uso tradicional, la agricultura ecológica, el turismo o las escuelas agrarias.

Con relación al medio ambiente, dado que la Unión Europea exige una reducción del 27% del consumo energético para el, Gaztelu especifica diversas medidas para lograrlo. Y en lo que respecta al patrimonio, subraya la necesidad de conservar su valor, “lo cual no implica que el edificio tenga que mantenerse tal cual, congelado. Los caseríos siempre han sabido adaptarse a los nuevos tiempos. Al llegar el maíz, el caserío se amplió hacia su parte superior. De la misma forma, si se necesitaba un balcón, se añadía sin que ello supusiese ningún tipo de problema. Pero por las numerosas posibilidades constructivas existentes de este último siglo, parece que todo es posible. Hemos perdido sensibilidad”. Por ello, el autor propone dar un paso atrás y recuperar la sensibilidad perdida.

Una oportunidad Tras realizar una reflexión sobre la decadencia del caserío vasco, el investigador vio en esta crisis una oportunidad única para crear un nuevo modelo que permita renovar los hábitats agroganaderos de Euskadi.

Su metodología para la rehabilitación del caserío contempla las tres claves citadas y plantea cuatro pasos. “Si un arquitecto emplea este sistema en un trabajo de rehabilitación, el mismo sistema le hará saber cuáles son las estrategias óptimas para que la intervención sea sostenible, eficiente y, además, respetuosa con el patrimonio”, aclara Gaztelu. El primer paso corresponde al diagnóstico, “conocer la arquitectura del edificio desde el punto de vista del patrimonio, además de su comportamiento bioclimático. Una vez que se dispone de dichos datos, “en el segundo paso se integra la utilización, teniendo en cuenta la energía y el patrimonio”. El investigador ha constatado que el uso de un edificio influye directamente en el consumo energético y explica que “los animales emanan calor”. “En un caserío que he monitorizado en Urdaibai, he podido demostrar que cuatro vacas suponen un incremento en la temperatura de 3,2 grados centígrados. Su funcionamiento se podría equiparar a una máquina que produce calor todo el día”, señala.

En el tercer y el cuarto paso, se completa un mapa de intervención. “Se han de plantear estrategias, y para ello decidí emplear estudios paramétricos” y añade que “en vez de realizar una pequeña cantidad de simulaciones, se llevan a cabo casi 40.000 de manera simultánea”.

Según Gaztelu, “tras una simplificación de la herramienta, cualquier arquitecto la podría utilizar en su estudio. La cooperación de todos los agentes es fundamental para que el futuro del caserío sea un futuro de calidad. Hemos de devolver su estatus a este tesoro que hemos recibido de la generación anterior. Hay que revertir su situación y darle el valor que se merece”.