viajar a una ciudad y conocerla de primera mano por sus propios habitantes y completamente gratis es posible en Euskadi. Los greeters, es decir, los vecinos de una ciudad que se dedican en su tiempo libre a descubrir las calles y los rincones de su urbe a todos aquellos visitantes que lo deseen, son una realidad en Gipuzkoa. Se trata de una fórmula diferente “para personas que buscan conocer el espíritu de una ciudad” y que “poseen inquietudes culturales más allá de quedarse solo con las fechas históricas”. Una iniciativa que tiene sus detractores. Los guías turísticos se quejan de “intrusismo” y de la “falta de preparación” de estos acompañantes.

El fenómeno greeter tiene su origen en Nueva York a principios de la década de los 90, cuando Lynn Brooks, una neoyorquina decidió mostrar su ciudad con los mismos ojos con los que ella lo veía, y no desde el punto de vista típico de los guías.

La iniciativa pronto tuvo un gran éxito por todo Estados Unidos y en la actualidad existen asociaciones de este colectivo en quince países del mundo, incluida Euskadi. La comunidad Eusko Greeters actúa dividida en tres asociaciones para cada capital, que cuentan de esta manera con sus propios tours privados.

“En sí los greeters no nos afectan a la clientela puesto que nuestro perfil es diferente”, asegura Gurutze Ormaza, guía turística de Donostia. “Nosotros trabajamos más con agencias y todo el año, a diferencia de ellos”, señala, aunque advierte, “se está produciendo un auge porque no hay ningún tipo de control”.

Se trata de una opinión que comparte otra guía de la capital guipuzcoana, Lourdes Gorriño, quien añade que aunque no quita clientes, “no podemos estar de acuerdo con un servicio que no tiene formación y que no paga impuestos como nosotros”.

En el otro lado de la balanza se encuentran Jose Manuel Bereziartua y Yolanda Mendiola, dos greeters de Donostia. “Como mucho cogemos grupos de seis personas, pero lo normal es que sean una o dos”, indica Bereziartua, añadiendo que “son turistas que no conocen nada de la ciudad, que normalmente están de paso mientras recorren Europa”.

“La gente que se pone en contacto con nosotros a través de la web siempre es de muy lejos, estadounidenses, australianos o canadienses”, comenta por su parte Mendiola, “visitantes a los que no les interesa una guía, sino algo más humano, una compañía”.

Una iniciativa en auge

Puede ser que el fenómeno greeter solo sea un fruto más del crecimiento del turismo, atribuido únicamente además al verano, pero es incuestionable su auge desde hace dos años, cuando la asociación llegó a Gipuzkoa. “Aunque nosotros atendemos a personas durante todo el año, es cierto que cuando más vienen son estos meses”, indica Bereziartua, quien se interesó por el proyecto para practicar inglés. “Es una experiencia que te aporta momentos muy buenos. Te das cuenta de que por muy lejos que vengan son como tú y como yo y que una persona que es de Washington, a las horas puede parecerte que es de Lasarte de toda la vida”, cuenta.

¿Es entonces esta iniciativa una consecuencia de un modelo turístico? “No es cierto que estemos masificados, pero hay que empezar a controlar la situación y eso no depende de nosotros”, comenta la guía Ormaza señalando que “las instituciones se han enterado tarde”. “Es hora de que por fin empiecen a hacernos caso”, señala. Tanto ella como Gorriño no creen que los greeters sean un problema relevante a este modelo, sino que el mayor obstáculo se encuentra en otro lugar: la regulación de su profesión.

En la actualidad, el papel del guía turístico no está regulado en Euskadi, mientras que en la mayoría de comunidades autónomas del Estado sí. Esto incrementa el intrusismo en el sector y da paso a situaciones como que una guía de Cantabria pueda ejercer en Gipuzkoa, y una guipuzcona allí no. “Es una vergüenza”, indica Gorriño, “y esto solo permite que cara duras puedan aprovecharse”.

La falta de una regulación también tiene otra consecuencia: la calidad. “Si no se pone un tapón, puede pasar cualquiera y se puede dar cualquier situación. Hay gente que dice que ha sufrido incluso amenazas si no pagaban”, comenta la guía.

En un principio, los greeters acompañan a los visitantes en su tiempo de ocio y no cobran por ello, pero es habitual pedir una propina. “Suelen querer invitarnos a tomar algo o a cenar, pero lo hacen como agradecimiento y para disfrutar de una charla”, asegura Mendiola. “Buscan estar con la propia gente de la ciudad, conocer los herri kirolak, el significado de la ikurriña y hasta saber cómo era la situación con ETA, cosas alejadas de lo que te explicaría un guía”, añade Bereziartua.

Greeters y guías parecen condenador a entenderse. Las dos partes asumen que el tipo de turista es diferente para cada uno de ellos, y el verdadero problema radica quizás en la necesidad de una regulación que no termina de llegar.