BILBAO - La crisis alimentaria desatada tras confirmarse la existencia de distribución de huevos contaminados por fipronil en varios países europeos como Austria, Bélgica, Suiza, Alemania, Dinamarca, Francia, Reino Unido, Irlanda Italia, Holanda, Polonia, Rumania, Suecia, Republica Checa, Luxemburgo, Eslovenia y Eslovaquia, así como en Hong Kong, ha provocado que se adopten medidas tanto sobre las granjas de producción, como sobre los huevos y otros productos presuntamente implicados. Pero, realmente, ¿qué es y para que sirve el fipronil?
En primer lugar, se trata de un insecticida que pertenece a la familia de los fenilpirazoles y que fue comercializado por primera vez en 1993 por la farmacéutica Rhône-Poulenc. Principalmente se emplea para combatir ácaros, pulgas, garrapatas y otros insectos en mascotas. Asimismo, también se usa en animales domésticos como perros y gatos y también en el ganado. En concreto, su uso está extendido para fumigar cultivos u otro tipo de instalaciones. No obstante, la autoridades prohiben su uso en animales destinados a la cadena alimentaria, como las gallinas y los pollos ya que está clasificado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como “moderadamente tóxico” para los humanos.
En este sentido, según especialistas, el fipronil representa un riesgo de intoxicación “muy improbable” para los humanos, que, en los niveles máximos detectados en Bélgica y Holanda, tendrían que consumir miles de huevos contaminados a lo largo de su vida para sufrir efectos adversos.
Según las cifras facilitadas por el toxicólogo de la Universidad de Lovaina, Alfred Bernard, una persona tendría que consumir al menos 10.000 de esos huevos contaminados, durante un corto periodo de tiempo, para poner en riesgo su salud. Más allá, el asunto tiene “una dimensión judicial”, como recordó Rosario, dado que, aunque la comercialización del fipronil está permitida en la UE (se utiliza para el tratamiento del ácaro rojo en semillas o animales domésticos como perros y gatos), su uso es ilegal en la cadena alimentaria. Holanda y Bélgica mantienen investigaciones para analizar el origen del fraude, que según los primeros análisis estaba en la empresa belga Poultry Vision, el proveedor que supuestamente vendió con la etiqueta “bio” un tratamiento para las gallinas que contenía fipronil. - Efe