vitoria - “La igualdad no llegará a nuestra sociedad mañana porque se nos ocurra; es algo que hay que trabajar, cada cual desde su ámbito de responsabilidad”, subraya Landaida, al tiempo que alerta del daño que provoca el espejismo de la igualdad, porque ésta no es una asignatura superada”.
Al hacer una entrevista se busca en la bibliografía. ¿Le sorprendería que pudiera hacerle las mismas preguntas que el año pasado?
-En cierto modo no, porque hablamos de cambiar una sociedad que sigue siendo androcéntrica caminando a una sociedad igualitaria. Se trata de un cambio de valores, de una transformación que, desgraciadamente, no se hace de la noche a la mañana; quienes trabajamos en este área debemos de tenerlo muy presente. Por eso, aunque hemos avanzado mucho, no se ha logrado ese objetivo ambicioso de igualdad que nos hemos marcado.
La Defensora del Pueblo Soledad Becerril al hablar de esta violencia dijo: “No sé cómo podemos atajar la violencia de género”. Realismo, resignación, impotencia. ¿Qué le parece?
-Creo que lo que pretendía mostrar ante la sociedad es que nos enfrentamos a un problema que es estructural, multidimensional, global y difícil de atajar. Porque en el origen de la violencia contra las mujeres está la falta de igualdad; la violencia contra las mujeres es la expresión más brutal de esa desigualdad. Lo que deseaba trasladar a la sociedad es la complejidad de este gran problema, de esa vulneración de derechos humanos; la clave está en conocer su magnitud. Solemos pensar que con castigos o medidas de atención a mujeres que sufren esta violencia vamos a solventar el problema.
¿Y no es así?
-No. Siendo decisivas las medidas, estamos actuando en los efectos y no en las causas. El convenio de Estambul señala claramente que hay que proteger a las mujeres contra los agresores, pero hace especial incidencia en abordar medidas de sensibilización y de prevención.
Tocamientos de nuevo en San Fermín, agresiones en Basauri, en Getxo... Los informativos están cargados con estas noticias. ¿Ocurren más o es porque hay más denuncias?
-No se deben minimizar los casos. Uno solo ya es motivo para continuar trabajando y debemos de tener en cuenta que los que conocemos son la punta del iceberg. Dicho esto, sí creo que quienes sufren estas vulneraciones al ver un mayor apoyo, conocimiento y concienciación de la ciudadanía, denuncian más. Por eso, las instituciones tenemos una responsabilidad que no podemos ni queremos eludir, y es que los servicios que ofrezcamos estén coordinados de la mejor forma posible. Pero si esto no va acompañado de apoyo social el avance es mucho menor.
En las fiestas de Iruñea han detenido a unos chicos que vendían camisetas y pegatinas promoviendo el maltrato a las mujeres y la Fiscalía, a diferencia de los jóvenes de Alsasua, les ha soltado. ¿Fomentar que se pegue a una mujer por el hecho de serlo no es delito?
-Es preocupante que se diseñen productos de este tipo, pero lo más triste es que haya personas que los consuman. Las agresiones se producen en una sociedad que todavía sigue cosificando a las mujeres y valorándolas como objetos sexuales. A pesar de manifestarnos mayoritariamente contra las agresiones se permite en demasiados casos actitudes sexistas que generan un peligroso caldo de cultivo. Es necesario actuar ante cualquier comportamiento intimidatorio o vejatorio hacia las mujeres, aunque se disfrace de broma o de comentario jovial.
¿La ‘tolerancia cero’ está aún por conseguir?
-Es cierto que todavía queda camino por recorrer para llegar a ese espacio de tolerancia cero, pero también es verdad que si echamos la vista atrás, hace no muchos años éste era un problema del ámbito privado y gracias al esfuerzo del movimiento feminista, asociaciones de distinta índole, instituciones... Se ha conseguido que se considere y trate como un problema social.
Subiendo el pistón de la violencia llegamos a las agresiones y asesinatos. Escalofriantes y en aumento sostenido año tras año. Un porcentaje de estas mujeres no habían denunciado ¿En qué se falla? ¿Cómo atajar esto?
-Es cierto. Son pocas las que denuncian. Está claro que esto nos debe hacer reflexionar y que tenemos que buscar nuevas estrategias para que la denuncia no sea la única vía a partir de la cual se pueda poner en marcha la maquinaria de apoyo a estas mujeres. La denuncia es muy útil porque supone el inicio de múltiples mecanismos de protección establecidos, pero la situación y la casuística de las mujeres en esas situaciones es diversa y variada; quizás lo que puede ser muy válido en un caso, en otro no lo sea. De ahí la importancia de que haya una profesional que guíe el itinerario de salida de la violencia.
Quizás el problema puede empezar porque ni siquiera nos ponemos de acuerdo en la tipificación del término de esta violencia. ¿Cuál le parece el más idóneo: violencia de género, doméstica, sexista, machismo...?
-El que haya diferentes denominaciones puede inducir en algunos casos a error. En cualquier caso, cuando hablamos de violencia contra las mujeres lo estamos haciendo sobre los tipos de violencia a los que hace referencia el convenio de Estambul. La propia Ley Vasca para la Igualdad de 2005 tiene un capítulo que hace referencia a lo que el convenio de Estambul señala que hay que hacer: establecer regulaciones o leyes donde haya una conexión directa entre desigualdad y violencia contra las mujeres.
¿La Ley Vasca para la Igualdad las conecta?
-Sí. Hay un capítulo específico que habla de violencia donde se dice que la violencia contra las mujeres es la expresión más fuerte de la desigualdad. También la Ley Integral estatal de 2007 supuso un salto cualitativo, ya que situó sobre la mesa un tipo de violencia que es la que se ejerce en el marco de la pareja, o expareja, y dotó de derechos a las mujeres que estaban en esas situaciones. A nivel europeo se habla de violencia contra las mujeres, pero sí que es cierto que aunque utilicemos diferente terminología es imprescindible que todos y todas tengamos claro de qué tipo de violencia hablamos.
Las preguntas anteriores versan sobre violencia, pero el mundo de la igualdad va más allá. Universitarias con mejores doctorados, pero ahí se acaba su proyección profesional. ¿Habrá que esperar a 2137 para lograr la igualdad? ¿Cómo acortar ese largo plazo?
-Como señala, las mujeres son mayoría en las universidades y también quienes en muchos casos cuentan con los mejores expedientes, pero cuando saltan al mundo laboral es donde aparecen las primeras desigualdades, si no antes. Muchas nos comentan que a lo largo de su carrera no han sido conscientes de haber sufrido desigualdades, pero al incorporarse al mercado laboral es cuando sufren las diferentes discriminaciones. El espejismo de la igualdad está haciendo un daño terrible; el creer que se ha logrado la igualdad lleva a bajar la guardia. Pero vemos que mujeres con unos expedientes académicos excelentes al entrar en el trabajo tienen trabas porque los estereotipos pesan muchísimo.
Se lo pregunto porque lo de Iberia con el test de embarazo es una práctica habitual en muchas empresas al contratar mujeres
-Es lamentable que estemos empujando a las mujeres a elegir entre el desarrollo y promoción de su carrera profesión al y su vida familiar y la crianza de hijos e hijas. A día de hoy, todos los cuidados recaen en las mujeres y la maternidad se presenta como un lastre para su acceso al trabajo y también para su promoción laboral.
¿Como atajar esta discriminación?
-Puede ayudar que los permisos de maternidad/paternidad sean iguales e intransferibles en cuanto a que en el ámbito profesional se vea a hombres y mujeres como cuidadores/as y en igualdad de condiciones a hijos e hijas o mayores. Hará que al seleccionar personal para un puesto no vean a la mujer como una futura posible madre y, en consecuencia, un lastre para la empresa, sino como una persona con talento.
Siempre se hace referencia a la escasa presencia de mujeres en consejos de administración, pero sucede también en otras áreas como albañiles o bomberas, donde apenas tienen presencia. Pero enfermería o medicina están feminizadas. ¿No se está dicotomizando en dirección opuesta a la igualdad?
-La propia Organización Internacional del Trabajo (OIT) habla de la segregación profesional por motivos de género que puede ser tanto horizontal haciendo que las mujeres se agrupen en determinados sectores, sobre todo, en servicios, con peores condiciones y sueldos. Pero también hay segregación vertical, porque siendo mayoritariamente las mujeres quienes nos encargamos del cuidado de niños/as y mayores, aunque no siempre voluntariamente, optemos por un trabajo a media jornada para compatibilizar la doble jornada. Esto hace que las direcciones tengan poca presencia de mujeres con la importancia que tiene que estén ahí.
¿No se habrá creado en la sociedad una ilusión de que el techo de cristal se ha roto y que la igualdad se ha conseguido y que chicos/as jóvenes actúan creyéndoselo con desigualdad sin percibirlo?
-Sí. Al estar en una situación de igualdad formal puede hacernos creer que hemos alcanzado al cien por cien la igualdad real. La ley es una herramienta clave para el avance hacia la igualdad, pero también es cierto que hablamos de un cambio de valores, de transformación de esta sociedad que sigue siendo androcéntrica. Por eso el espejismo de la igualdad está haciendo flaco favor. Todas las personas, cada cual desde su ámbito de responsabilidad, podemos hacer mucho por avanzar en esta línea. Además, el machismo también evoluciona y ahora se muestra de manera más sutil, con lo cual a veces es mucho más difícil su identificación. Por eso iniciamos el programa Beldur Barik, con las tres Diputaciones y Eudel dirigido expresamente a chicos y chicas con el objetivo de prevenir la violencia contra las mujeres.
¿Qué les ofrecen a los chicos y chicas?
-A ellas herramientas para su empoderamiento y con los chicos trabajamos para que cuestionen sus modelos de masculinidad, haciéndoles nuevas propuestas para que tengan una actitud abierta y se conviertan en agentes de cambio por la igualdad. Si se trabaja con la gente joven estos mensajes van calando. Sobre la juventud diría que afortunadamente hay muchos chicos y chicas implicados por la igualdad de género.
¿Cuál es el papel de Emakunde? ¿Cree que se percibe entre la sociedad?
-Nuestro trabajo de sensibilización va dirigido a toda la ciudadanía con el fin de que nos conozca el mayor número de gente y así llevar a cabo diferentes actuaciones encaminadas no solo al público en general, sino también a colectivos específicos de mujeres, empresas, juventud. Intentamos tocar todos los ámbitos de esta sociedad, pero sí es cierto que aún mucha gente no conoce el Instituto; cuanto más gente sepa del Emakunde e interiorice el mensaje y trabajo que hacemos podrán ser nuestras aliadas para el avance en la igualdad.
La ciudadanía exige cada vez mayor igualdad y es más crítica con la desigualdad.
-Sí. Es una de las conclusiones de la Ley Vasca por la Igualdad al cumplirse 10 años. Supone un reto para las instituciones porque nos obliga a seguir trabajando, pero también un aliciente porque al ser más exigente hace que entidades e instituciones como Emakunde sean más necesarias que nunca. Existe un hartazgo entre la ciudadanía que asume que cada agresión sexual es un fracaso de toda la sociedad.
Vuelvo a la señora Becerril. ¿No puede ser que pensar así nos ponga en el camino de solucionar el problema en el mundo real, no administrativo?
-Conscientes de que el problema es la falta de igualdad real y reconociendo los avances -no hacerlo es obviar al movimiento feminista y a quienes apostaron, se comprometieron e implicaron por la igualdad- no hay que bajar la guardia, porque es una asignatura pendiente.
En los alardes de Irun y Hondarribia hay una discriminación activa en la que participan tanto una parte de la sociedad como las Instituciones. ¿Que se puede hacer?
-Lo que ocurre es incomprensible. Emakunde cree en el diálogo constructivo para lograr una solución. Y es que será cuestión de tiempo, pero el alarde será igualitario o no será.