Ahora mismito, para regocijo y disfrute del respetable, acabamos de estrenar unos flamantes autobuses nuevos verdiblancos (como el estilo Green Capital o como el Betis manque pierda), largos, muy largos (como un día sin pan o como Roberto Dueñas en la guardería) y ecológicamente modernos (como un coche eléctrico o como una suscripción a Greenpeace). Resulta que, además de llevar una tecnología punta, que ríanse ustedes de la lanzadera espacial, también llevan tele. Bueno, unas pantallas de plasma estilo videoconferencia política a distancia, pero pueden servir de televisión. De hecho, la intención es ésa: usarla como panel informativo, lugar de publirreportajes municipales y escaparate de consejos varios; una forma elegante de decir que nos brasearán con anuncios. Ante tamaña novedad recordaba cómo, en cierta ocasión, en una ciudad peninsular de costa, me encontré al subir a bordo del urbano con la programación del Canal Plus de entonces en sus monitores.
-Oye -pregunté al conductor, al cual me había presentado como compañero de profesión-, ¿seguro que podéis emitir un canal de televisión de pago?
-Parece ser que sí -me respondió él-. El Ayuntamiento ha llegado a un acuerdo con la distribuidora. Ahora estamos poniendo las pelis toda la tarde. Además, tengo aquí el mando para cambiar los canales.
-Qué curioso -proseguí-, pero todo el mundo va hablando y vociferando haciendo caso omiso de lo que echan?
-Claro, porque las películas las repiten mucho y la gente habitual se las sabe de memoria. Voy a poner ahora, cuando lleguemos a la terminal, unos documentales de bichos que es lo que más gusta al pasaje.
Asentí con la cabeza pensando en que, bien mirado, resulta un poco chocante que los documentales sobre flora y fauna sean los más aplaudidos cuando en ellos, por norma general, los realizadores se deleitan mostrando cómo unas especies se meriendan a otras sin mísero remordimiento ni compasión alguna.
-Si quieres cambio yo de canal, porque no hay quien aguante este griterío -le dije-.
-Sí, sí, toma -y me dio el mando a distancia-. Pon el canal 59 que está National Geographic.
-Ok -respondí marcando el número-. Al momento, el silencio se hizo en el autobús y todos los viajeros dejaron lo que estaban haciendo para ponerse a mirar las pantallas con los ojos como platos.
El chofer se detuvo apresuradamente en medio de la calle y saltó del asiento arrebatándome el mando a distancia:
-¡Pero que has hecho! Le has dado al 99, no me extraña que estén todos así -me recriminó-.
-Bueno, ¿y qué? La cuestión es que están tranquilos y callados?
-Sí? ¡Pero es porque has puesto el canal porno!