Son gotas imperceptibles y silenciosas que al final acaban empapando hasta el tuétano. Las lágrimas son así de superficiales y entrañables, como el orbayu asturiano o esa caprichosa niebla que de un plumazo borra del horizonte los Picos de Europa; tal y como ocurrió hace 30 años cuando un helicóptero de rescate de la Ertzaintza en el que viajaban 7 personas y cuatro perros de salvamento chocó contra un promontorio rocoso del pico Sohornín, cerca de los Lagos de Covadonga. Todos perdieron la vida.

Se habían desplazado hasta ese lugar para tomar parte en las tareas de búsqueda del niño Germán Quintana, desaparecido durante una excursión escolar y aquel fatídico 12 de junio de 1987, ante la imposibilidad de continuar con las labores de búsqueda, se disponían a regresar a su base en Cangas de Onís. Cinco de ellos eran vascos: el copiloto José Ramón Renobales (hijo del entonces senador del PNV Carmelo Renobales) y los guías caninos Joseba Zabala con su perro Bizkor, Luis Ángel Díez con Lon, Javier Gallastegi con Ator y Lourdes Verdes (madre de la televisiva Ane Igartiburu) con Heny. En aquel Dauphin Sierra pilotado por el asturiano Juan Carlos González, también hubo hueco para Corsino Suárez, coordinador de Protección Civil de Asturias.

La mala suerte, literalmente, quiso que sean estos y no otros los nombres que aparezcan en el monolito levantado por la Unidad de Rescate del Principado -creada después de aquel accidente- en su memoria en las inmediaciones del lago Enol. Así lo recuerda Jesús Gómez, organizador del homenaje de mañana, mientras recita los nombres de Jon Ander y Paco, otros dos integrantes del Grupo del Perro de Salvamento de Euskadi que, aquel día, no subieron al aparato. “Es que se jugaron a los chinos quien volvía en helicóptero y quien en el todoterreno?” expresaba entrecortado, treinta años después. Mañana, familiares de fallecidos y supervivientes volverán como todos los junios a reunirse alrededor del monumento barrenado en su memoria en la roca sobre la que impactó el aparato.

Este año, describía Gómez -guía de la Unidad Canina y vinculado a Protección Civil en Oviedo-, está un poquito más emocionado de lo habitual porque “todos quieren estar y hablar” en el homenaje. “Nos marcamos desde el primer momento que no se olvidara. Queríamos reconocer ese gesto generoso de un grupo de voluntarios que murieron en un acto de solidaridad? Fue una tragedia que murieran unos chavales por haber venido a echarnos una mano? Pero no vamos a llorar, vamos a recordarlos”, abrevia la conversación. En definitiva, mantener vivo el recuerdo y compartir un momento. “Todas esas familias también tienen en común un sentimiento que les une y que nos une a todos”, insiste.

Entre los doscientos asistentes a la ceremonia solemne también habrá hueco para la representación oficial del Principado de Asturias y de la Comunidad Autónoma Vasca. Allí estarán entre otros, la consejera de Seguridad, Estefanía Beltrán de Heredia, y el director de Emergencias, Pedro Anitua; los alcaldes de Elorrio y de Garai (Idoia Buruaga y Gonzalo Sarrigoitia, respectivamente); representantes del Grupo del Perro de Salvamento de Euskadi y de la Unidad Canina de la Ertzaintza,?

El Helicóptero, enterrado Y también estará Vicente Yagüe, ligado de un modo especial con aquel helicóptero. Por primera vez cuenta algo que muy pocas personas conocen: los restos del aparato siniestrado fueron enterrados. Él fue el encargado de hacerlo. “Fue otra forma de mostrar nuestro respeto a aquellos chavales. No se quería llevar a una chatarrería?”, relata emocionado para DNA. Alguna pieza pequeña fue llevada a Arkaute, al Museo de la Ertzaintza, “para no olvidar aquello”, dice. Pero el rotor “que estaba entero” y la cola fueron depositados en un monte, en un terreno protegido próximo a una torre de telecomunicación que, casualmente, fue montada con la ayuda de otro helicóptero similar al despeñado en el pico Sohornín.

Yagüe (conocido entre sus compañeros y superiores por el sobrenombre de Bidea que acertadamente le adjudicó el histórico Luis María Retolaza) también coincidió con varios de los integrantes del Grupo del Perro de Salvamento de Euskadi (creado en 1983). Revive en su memoria un simulacro que se alargó más de la cuenta y recuerda como si fuera hoy “el sabor de unas onzas de chocolate que me dio Lourdes Verdes para despistar el hambre”.

Hace menos de un año que pasó por delante del monolito Estela que se asoma al lago Enol, en la misma pared del Sohornín en la que se produjo el accidente a consecuencia de una fulminante niebla. Hoy volverá allí; y también lo hará Juan Cruz, otro buen amigo suyo y hermano de uno de los fallecidos, el copiloto. Él también estuvo hace poco parado delante de ese monolito donde coincidió con Jesús Gómez. Y Manu, el marido de Lourdes, tampoco faltará a la cita anual. Ni Paco, ni Jon Ander? Todos ellos volverán mañana a ver, entre lágrimas, cómo las flores visten ese antepecho rocoso. “Aquel día, como suelo decir, nos hermanamos asturianos y vascos”, apostillaba Jesús.