Subía el otro día en mi autobús un señor anciano, de extensa barba canosa, con la cara rojiza, el ceño fruncido y la tarjeta BAT de pago caducada. La máquina pitó chivándose del asunto. El hombre mayor, que iba apoyado en un bastón robusto con el mango metálico, protestó desaforadamente, insultando a la máquina, al fabricante de la tarjeta, a los chóferes, a la empresa y a todo lo que se le ocurría en ese momento. Su acompañante, un individuo de unos 40 años, se disculpó por la actitud grosera del octogenario y se ofreció a pagar los billetes.

- Perdónele -me dijo apurado-. Es que mi padre tiene un mal carácter que es imposible.

- Ya veo ya?

El caballero de mediana edad acompañó a su progenitor al final del autobús. Exactamente lo dejó colocado en los últimos bancos, junto al pasillo central y volvió cerca de mí, sentándose próximo a mi lado.

- Ni se imagina el mal humor que tiene mi aita -continuó hablándome mientras arrancaba-. El otro día le pegó un bastonazo a otro jubilado con el que discrepó acerca del fútbol: que si Messi es mejor que Ronaldo, que si son unos chulos los merengues... Y eso que no le gusta nada el fútbol. Lo hizo por fastidiar. Le tuvieron que dar dos puntos de sutura en la cabeza al otro señor?

- Pues sí que estamos buenos -le respondí mientras esquivaba una bicicleta que apareció en la calzada por arte de prestidigitación-.

- Y eso no es nada -continuó-, la semana pasada insultó a varias señoras que venían con los carros de la compra repletos, porque decía que no consumían más que porquerías y pescado maloliente. Y hace poco le tocó el trasero con absoluto descaro a una chica joven que pasaba con una minifalda; no sabe usted la que casi tenemos con ella y con su novio?

- Pero eso no se puede consentir. Tiene que solucionarlo -le aconsejé mientras veía al abuelo balancearse en las curvas de un lado al otro en los asientos finales-. Por cierto, no se si va bien seguro en aquel lugar su padre?

- Tiene que ir allí. No se preocupe -y siguió-: la semana pasada quitó el freno a la silla de un minusválido. Casi se va a la porra contra la puerta en una rotonda. Amenazó con denunciarnos. Y el mes pasado le abrió el bolso a una viajera, le sacó un paquete de preservativos que llevaba y comenzó a hacer globitos. Cuando la mujer se dio cuenta me arreó un bofetón descomunal, porque no se lo iba a dar a un anciano?

- Ya me estoy dando cuenta de que es un impresentable su patriarca, pero, oiga, ¿por qué se lo lleva usted de paseo con lo mal que se porta? Y, sobre todo, ¿por qué lo deja al final del autobús sentado?

- ¡Hombre! -exclamó- Pues porque mi padre en el fondo no es tan malo?