donostia - ¿Se percibe una inquietud creciente?

-Sí, tanto de padres y madres como del profesorado. Hay muchos adolescentes y menores de edad que están haciendo un mal uso de las nuevas tecnologías. He podido impartir charlas en institutos en los que existe preocupación porque algunos alumnos se duermen en clase por robar horas al sueño con el móvil e Internet en casa. Además, aunque los centros no permiten que el teléfono esté encendido en el aula, muchas veces se convierte en una batalla perdida.

¿Qué casos ha conocido?

-Hemos sabido de un chaval que no salía en todo el día de la habitación. De noche se conectaba y de día dormía. Cuando entran en esa dinámica, llega a producirse hasta un abandono de la higiene y la alimentación. A partir de ese momento ya no hay horarios que valgan. Hubo otro chico que se aisló bastante por su adicción a las nuevas tecnologías. Son personas con pocas relaciones sociales y baja autoestima que buscan un refugio en la red, creándose un personaje y viviendo en un mundo virtual. Con el paso de los años, hay quienes sufren serios problemas en el trabajo por la adición al juego en Internet. Te quita horas de dedicación, y el rendimiento disminuye.

¿Esos hábitos entre los menores de edad pueden ocasionar problemas sanitarios?

-La vida sedentaria está disparando la obesidad entre un sector importante de la población infantil. Cuando surge la adicción, se abandonan las actividades que hasta entonces se practicaban. No se hace ejercicio físico, cada vez existen menos relaciones de amistad, y los amigos de toda la vida se sustituyen por amigos virtuales. La vida entonces solo gira alrededor de Internet o el móvil.

¿Qué le han solido comentar los propios escolares en esas charlas?

-Hubo varios que reconocían que se metían a la cama con el teléfono. Es algo casi habitual hoy en día. Chatean hasta bien entrada la noche para dormirse con el móvil en la mano, algo que siempre les quita horas de sueño, con lo que baja el rendimiento escolar.

¿Y cómo se supera el problema?

-A los padres siempre les recomendamos que se pongan a navegar también. Si realmente están preocupados por el uso que hacen sus hijos de Internet, ellos deben conocer esos contenidos. Lo ideal sería que los padres marcasen la pauta, pero hay mucho desconocimiento. Se deben poner a ello, tienen que aprender lo que se mueve en la red. Es una oportunidad para que los padres aprendan mucho de sus hijos, y a partir de ahí implicarse mediante el juego. Hay que evitar que los chavales estén encerrados en la habitación sin ningún tipo de supervisión ni límites.

Se habla mucho de nativos digitales, ¿pero no cree que los menores pecan de inexpertos?

-Desde luego. Pueden saber utilizar el soporte, pero son unos grandes desconocedores de los riesgos y contenidos. Somos muy cautos al decirles que no abran las puertas a extraños, que no salgan solos, pero dentro de casa tienen una puerta abierta al mundo de par en par, y ahí no somos nada responsables.

¿Dónde se sitúa la línea divisoria entre quien invierte muchas horas y quien sufre una patología?

-La cantidad de tiempo que dedican no es un indicador suficiente como para determinar que existe un problema. La frecuencia siempre suele ser muy alta, pero además debe existir una interferencia grave en la vida cotidiana, con un abandono de las tareas escolares o un bajo rendimiento. Como decía, se dejan de ver a los amigos, o de practicar aficiones con las que antes se disfrutaba. Hay quien empieza a mentir en casa sobre el tiempo que dedica. Además de esa interferencia en la vida cotidiana, se establece una relación de dependencia...

¿Es como una droga?

-Puede utilizarse el paralelismo. Estas personas necesitan conectarse cada vez más y durante más tiempo para sentir la misma satisfacción. Es decir, hacen falta mayores dosis, y si se interrumpe esa actividad o se quieren establecer unos límites horarios, surge el síndrome de abstinencia. Son personas que reaccionan fatal si se les quita la conexión, con mucha ira y nerviosismo.

Se habla de cómo ayudar a un hijo, ¿pero no percibe que hay muchos padres que también lo necesitan?

-Focalizamos el problema en los hijos adolescentes, que son los más vulnerables, pero solemos decir que son los mayores quienes tienen que predicar con el ejemplo. Vemos en muchas comidas familiares a adultos que no se pueden desprender del móvil. Al mismo tiempo se quejan de que sus hijos se pasan todo el santo día frente a la pantalla del ordenador. Así es normal que las cosas no funcionen en casa como debieran. Es algo que constatamos con relativa frecuencia.

¿Es eficaz dejar el móvil y el ordenador en la sala de estar?

-Es algo que siempre recomendamos. Hay que sacar el ordenador de la habitación y compartirlo para no llegar a aislarse como lo hacen muchos jóvenes que buscan nuevas sensaciones. Necesitan ese subidón de adrenalina, y el problema es que los contenidos violentos y de tipo sexual siguen estando muy al alcance.