Según el último Barómetro de Ikuspegi, para el 14,5% de los ciudadanos de la CAV las personas inmigrantes de origen extranjero “son demasiadas” y para el 11,5% “son pocas”. Entre 2015 y 2016 el porcentaje de los que opinaban que hay demasiados inmigrantes bajó del 22,3% al citado 14,5%. El estudio dice también que solamente el 2,2% de los vascos considera la inmigración como uno de los principales problemas de la sociedad.
Estos datos estadísticos nos aproximan a la imagen que los vascos tienen de los inmigrantes, pero no la definen, porque, tal y como señala Amaia Izaola, la población autóctona se relaciona con sus conciudadanos nacidos en otros países en el marco de categorizaciones que hacemos en función de si les vemos más cercanos o más alejados de nosotros.
Doctora en Sociología, profesora e investigadora de la UPV-EHU, Amaia Izaola ha analizado la percepción que la sociedad vasca tiene de los inmigrantes en el libro Miradas entrecruzadas: la construcción social de la Otredad, publicado por Bellaterra. Según su análisis, factores como el idioma, la cultura y, en menor medida, la religión, determinan las diferentes categorías de cercanía-lejanía, similitud-diferencia en las que clasificamos a las personas. “Nosotros -explica Amaia Izaola- situamos a las personas en esa escala de distancia social en función de muchas variables, no solo de la procedencia sino también de otros aspectos (el idioma, la cultura, la historia) y nos comportamos de acuerdo con esas construcciones que hacemos de forma habitual y muchas veces inconscientemente. Así, cuando hablamos de personas de una determinada procedencia aplicamos las categorías y nos sentimos más cercanos a las que consideramos más iguales a nosotros. Yo me puedo relacionar más fácilmente con una persona que habla el mismo idioma que con otra que no, pero en el momento que esa otra aprenda mi idioma cambiaré y la percibiré más cercana. A medida que vas conociendo y conviviendo con algunos de esos factores diferenciadores los estereotipos se van cayendo, pero en principio categorizamos a las personas en función de su procedencia”.
Nexo cultural Izaola señala que “uno de los factores determinantes, para establecer la cercanía o la lejanía con respecto al otro, es, curiosamente, la cultura pero no la religión. Con las personas de origen latinoamericano el idioma y la cultura nos resultan más cercanos, compartimos ciertos rasgos, la historia? En este caso el factor de la semejanza cultural o el idioma funcionan como nexo de unión muy fuerte”. La percepción de cercanía o lejanía respecto a las personas de determinado origen se traduce, entre otras cosas, en el trato que la población autóctona les dispensa en el día a día. “Hay colectivos que se sienten mejor tratados, entre ellos destacan la población colombiana y la procedente de Bolivia. Las personas procedentes de estos dos países son las que tanto a nivel colectivo como individual se consideran mejor recibidas y mejor tratadas. Aquí entran en juego el idioma, una cultura muy semejante, una religión de base parecida, una serie de aspectos que favorecen que esas personas sean mejor vistas o que ellas lo perciban así. Por contra hay colectivos que notan una mayor distancia por parte de la población autóctona. Las personas más alejadas socialmente o que son percibidas con menor amabilidad son las procedentes de Rumanía -en este caso hay un componente de peso que es la etnia-, y las que vienen de Marruecos y Senegal, y ahí entran en juego temas culturales y la religión”.
Para su trabajo Amaia Izaola realizó 32 entrevistas a personas inmigrantes de Bolivia, Colombia, Senegal, Marruecos, China y Rumanía con el objetivo de conocer los motivos por los que estaban en Euskadi, sus condiciones familiares y formas de vida. Esos testimonios completaban los datos estadísticos de base. “He cruzado dos estudios estadísticos diferentes, me interesaba tanto saber la opinión de los vascos hacia los colectivos inmigrantes como la opinión de esos colectivos sobre su situación en Euskadi, es una doble mirada, de ahí ese entrecruzamiento de miradas. Luego me centré en las opiniones de la población inmigrante porque ese era el discurso que me interesaba. Lo que piensa la población autóctona me queda pendiente”, señala la socióloga.
De las entrevistas realizadas con los inmigrantes Izaola deduce que “hay espacios en los que ellos sienten que hay una mirada un poco más distante. Puede ser en un transporte público, cuando ven que algunas personas evitan sentarse junto a ellos, o cuando van a alquilar una vivienda y el acento se convierte en un grave inconveniente. Esto evidencia que hay espacios en los que aún tenemos que hacer un trabajo importante para la integración y la convivencia”. Añade que “cuando preguntas a nivel general a los inmigrantes cómo han sido o son tratados más de la mitad de las personas encuestadas declaran que han sido tratadas con amabilidad por la población autóctona, son casi el 60%, pero cuando les preguntas si ellos directamente han sido tratados con amabilidad las respuestas afirmativas suben al 70%”.
Más acercamiento Sobre una posible divergencia entre los resultados de las encuestas sobre actitud de la población hacia la inmigración, que muestran una posición bastante positiva, y una opinión pública que critica su acceso a ayudas sociales o prefiere mantener cierta distancia con respecto a los extranjeros, Amaia Izaola explica que en los cuestionarios de las encuestas “hay muchas preguntas que no se hacen”. “No se preguntan cosas como si quieres sentarte al lado de una persona de otra procedencia. En los datos y resultados de los informes -indica- entran en juego muchas variables, aspectos como si los inmigrantes son necesarios para la economía o si el contacto con personas de otra procedencia enriquece y es positivo, otra cosa es lo que hablamos a nivel individual. Cuando ofreces datos que afectan a muchas personas lo individual queda oculto y, lógicamente, en esos datos colectivos puede haber un porcentaje de personas que continúan pensando que es mejor que no vengan inmigrantes. Por eso digo que aún nos queda espacio de trabajo”.
Al profundizar sobre ese “trabajo” que aún tiene por delante la sociedad vasca Amaia Izaola indica que “la integración es bidireccional”. “En la tesis dejo bien claro -asegura- que la integración es un proceso que no se consigue en cuanto una persona llega, por eso para las entrevistas elegí unos perfiles muy determinados. El proceso de integración es doble: ellos están en un país en el que paulatinamente se van adaptando y aprendiendo sus pautas sociales, y nosotros, si queremos una sociedad de convivencia en la que podamos caber todos, también tenemos que hacer un esfuerzo. Creo que esa forma de actuar con una doble dirección está cada vez más presente en todos los espacios, aunque siempre puede haber gente que no lo vea así, personas que no están abiertas a esa convivencia e interacción mutua. También veo que muchas veces pensamos que la integración les corresponde buscarla y trabajarla a los inmigrantes y no es así. Si buscamos una convivencia, una coexistencia y unos lazos sociales, la integración es una labor doble, es trabajo de ellos, que están viniendo aquí, pero nosotros también tenemos que dar pasos y no quiero decir que no los estemos dando, aunque quiero dejar claro que ellos también lo están haciendo”.