Vitoria - Iñaki Saralegui, médico especialista en cuidados intensivos, lleva dos años coordinando el Programa de Voluntades Anticipadas de en la OSI de Álava. Una iniciativa de información y acompañamiento para las personas interesadas en realizar el escrito, que pronto saltará a Gipuzkoa y Bizkaia. En este tiempo, su equipo ha formado a más de 170 profesionales y ha realizado unos 520 documentos de Voluntades Anticipadas.
¿Qué son las Voluntades Anticipadas?
-Es un proceso de comunicación entre un paciente, su familia y el equipo sanitario que la atiende, para que diga lo que quiere en cuanto a los cuidados y tratamientos y que eso se cumpla cuando no puedo decidir. Es por si alguna vez en la vida no puedes decidir por un ictus, por edad avanzada, u otros motivos.
¿En qué consiste el proyecto que coordina?
-Trata de informar al ciudadano de qué son las Voluntades Anticipadas y formar a los profesionales sanitarios para atender esa demanda. Centramos el tiro en pacientes crónicos y de más de 75 años.
¿Cuándo llegará el proyecto al resto de los territorios históricos?
-Ya nos han dado el permiso para trasladarlo a Gipuzkoa y Bizkaia. Esta estructura, que parece que está siendo útil, la vamos a implementar este año. Para ello formaremos a profesionales facilitadores del proceso en los dos territorios.
¿Qué pasos debe seguir el paciente para realizar el documento?
-Lo ideal sería que el trabajador social, el médico o la enfermera invitaran al paciente a participar en estas conversaciones. Sino, el paciente lo pregunta y nosotros proponemos que el médico fomente la reflexión para que en dos consultas con el paciente y sus acompañantes se traten las cuestiones que le preocupan. Ésta es nuestra manera de hacerlo, pero también se puede hacer en el Registro de Voluntades Anticipadas, con tres testigos o ante notario. La diferencia es que nosotros realizamos el acompañamiento.
¿Qué tipo de personas suele documentar sus voluntades?
-Según nuestros datos, dos de cada tres personas son mujeres de una media de 67 años. No es para gente que se está muriendo, sino para personas con enfermedades o sanas. Por ejemplo, para un varón de 28 años que hace parapente o es motero y que no quiere que le alarguen la vida. Es para cualquier persona mayor de edad, y no es prematuro en ningún caso.
¿En qué ayuda a los médicos?
-Mientras el paciente pueda manifestarse, va a contar antes su voz que el documento. Pero cuando no puede decidir, ayuda a saber lo que quería y también facilita saber quién es el interlocutor o cuidador principal a quien dirigirse.
¿Cómo se trabaja en caso de que no exista?
-Suele ser lo habitual. Si no puede decidir, preguntamos a la familia qué había dicho previamente. Y si no, los médicos hacemos lo que creemos que es mejor para el paciente.
¿Sale el tema de la eutanasia?
-Sí, hay gente que está a favor. Pero no está despenalizada y lo que piden muchas veces tiene que ver con la limitación de tratamientos. Además, para ejercerla el paciente tiene que ser competente para decidir. Es un proceso distinto, porque en nuestro caso el paciente no es competente.
¿Está demostrando el proyecto que la muerte ya no es un tabú?
-Es una de las cosas. Hablamos de la muerte de una manera natural, sin eufemismos. En La Crosse (EEUU), donde se realiza el programa en el que nos hemos inspirado, cuando celebraron el Oktober Fest había un stand de Voluntades Anticipadas. No llegaremos a eso, pero cada vez la gente habla del final con menos miedo. A veces nos cuesta más a los médicos que a la población, por el sentimiento paternalista.