Un zumo de piña de apenas 333 centilitros contiene 42 gramos de azúcar, el equivalente a ocho cucharitas de té, los mismos gramos que un refresco de limón. Una lata de cola tiene 35 gramos. “Una barbaridad”, según los expertos. Y es que todos ellos están muy por encima de los 25 gramos que la OMS ha establecido como límite. De hecho, los refrescos y los zumos son algunos de los culpables de que se consuma glucosa de forma desmedida. La guerra contra las bebidas azucaradas ha comenzado.
La primera bomba la lanzó la Organización Mundial de la Salud, al emitir una petición a los países miembros para incrementar las tasas impositivas a las bebidas azucaradas, a las que señalaba como responsables del aumento de diabetes, caries y obesidad. Para este organismo, aplicar políticas fiscales que generen un aumento del 20% en el precio final de estos productos supondría una reducción equivalente en el consumo de estas bebidas cargadas del adictivo azúcar.
Un refresco azucarado contiene decenas de calorías vacías, con escasos nutrientes que justifiquen su ingesta habitual, y menos en grandes cantidades. Ainhoa Prat, nutricionista del Hospital Quirón Bizkaia, señala que “debemos reducir la ingesta de los refrescos, ya que no es lo mismo, por ejemplo, una caloría de una bebida de cola que una caloría de un aguacate”, explica. “Lo que le va a hacer a tu cuerpo no tiene nada que ver. Con el refresco, subirá la glucosa y el organismo lo va a metabolizar de otra manera. Sin embargo, el aguacate es grasa saludable”.
En esta cruzada, los nutricionistas lo tienen claro: “Bebemos demasiado azúcar”. Ya en 2012, se publicó un consenso español relacionado con la prevención y el tratamiento de la obesidad. El documento recomendó limitar la frecuencia del consumo de bebidas azucaradas ya que puede conducir a una menor ganancia de peso con el tiempo.
Uno de los cuatro redactores de ese documento, el dietista Julio Basulto, afirma que “revisamos, entre otras cosas, si el azúcar engorda. Y el resultado de 15 años de literatura científica, es que no estaba claro. Después de nuestro estudio, se publicó una nueva revisión de la literatura científica y concluyó que, como dice la OMS, el azúcar sí engorda. También revisamos las bebidas azucaradas, y ahí había una evidencia aplastante de que esas bebidas hacen subir de peso”, arguye.
Cita, en este sentido Basulto, una de las últimas y más rigurosas investigaciones sobre bebidas azucaradas publicada en la revista Circulation. El estudio concluyó que esos productos causan cerca de 184.000 fallecimientos en adultos en el mundo cada año (133.000 por diabetes, 45.000 por enfermedades cardiovasculares y 6.540 por cáncer). Por ello, una reducción progresiva en el contenido de azúcar de las bebidas azucaradas tiene el potencial de evitar millones de casos de obesidad en el mundo.
la presión de la industria Este mes el gravamen aprobado por el Gobierno español ha colocado en el punto de mira a los refrescos. En opinión de Basulto, “la presión de la industria azucarera y de los lobbies alimentarios va a impedir durante un tiempo que estas políticas lleguen a buen puerto. Hasta que la cosa sea tan grave que no les quede más remedio”. “Justo acabo de enviar un artículo a un medio que titulo Dime con quién andas y te diré qué política alimentaria tienes. Porque hoy la política alimentaria en España está gobernada soterradamente por la industria alimentaria”, precisa.
Un juicio que también comparte Aitor Sánchez García, autor del blog Mi dieta cojea, que acaba de publicar un libro bajo el mismo título. “Es una batalla difícil por los fuertes intereses de las multinacionales que los producen, pero ignorar los daños que provocan en la salud es insoslayable”, asegura. A los expertos les gusta la conocida como tasa refresco. “Afortunadamente y aunque tarde, se toman decisiones que velan por la Salud Pública y no solo los beneficios de unas empresas. Industrias que han sido catalogadas como la mafia del azúcar y que han llegado a poner en práctica actuaciones similares a la tabacaleras”, dice Sánchez, quien asimismo desmiente que el azúcar sea el principal motor del cuerpo, ya que la glucosa se obtiene a partir de muchos alimentos de una manera más saludable que a partir de la sacarosa (azúcar) o jarabes glucosa-fructosa. “Este producto es penalizado y excluido de las dietas con mucha razón. No es nada arbitrario ni caprichoso. Los motivos son claros y bien documentados. Corresponden a su relación con el sobrepeso-obesidad, con mucha evidencia detrás de diabetes, síndrome metabólico e hígado graso”.
Otros países ya aplican impuestos especiales a los productos azucarados. Hungría ejecuta desde 2011 una tasa de este tipo. También lo hacen Francia y México, y en Estados Unidos, la ciudad de Berkeley (California) aprobó una ley similar en 2014, a la que Filadelfia también ha confirmado su adhesión a partir de 2017. Reino Unido confirmó que para 2018 aplicará un gravamen a estas bebidas que se destinará a financiar actividades deportivas en colegios.