Los humanos dejamos marcas de mordeduras específicas en los huesos al consumir carne, más aún si el alimento está cocinado. Esta es la conclusión a la que llegó el investigador del Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología de la Universidad del País Vasco, Antonio J. Romero, en el último estudio experimental que ha encabezado. Estas nuevas evidencias permitirán que sea más fácil diferenciar los huesos con mordidas humanas de los que habían sido mordidos por animales y así conocer cómo eran los hábitos alimenticios de la Prehistoria.

Y es que esta no es tarea sencilla. En una sociedad nómada como la del Paleolítico era habitual que cuando abandonaban un asentamiento, otros depredadores, como hienas y lobos, aprovecharan los deshechos que dejaban los humanos. Si bien esto sucedía en muchas ocasiones, también algunos animales tomaban las cuevas en las que vivieron humanos para criar cachorros e introducían animales para alimentarlos.

La utilización de los espacios simultáneamente por animales y humanos dificulta la identificación de los huesos que fueron consumidos por homínidos, para lo que se estudian las marcas que dejan al comer la carne adherida al hueso. Los seres humanos no solo marcaban los huesos al cortarlos con una piedra o al exponerlos al fuego, sino que como el resto de animales, su dentadura producía (y produce) pequeñas marcas.

La investigación de Romero, publicada en Journal of Archaeological Science: Reports ayudará a la tarea de diferenciación. Para llegar a la conclusión de que los humanos dejamos indicios al comer utilizaron noventa huesos de cordero -falanges, radios y escápulas- y diez voluntarios que los consumieron valiéndose solo de sus manos y dientes. Los noventa fueron divididos en tres grupos iguales: un tercio los comieron crudos; otro tercio, asados, y los otros treinta, hervidos.

Se observó que más de la mitad de los huesos tenían marcas de mordidas humanas. En este sentido, también se advirtió que las marcas aparecían con mayor frecuencia en los restos de animales que habían sido cocinados previamente. “Las improntas de dientes suelen aparecer con mayor asiduidad en los ejemplares asados o hervidos, mientras que los daños en los extremos, bordes y aplastamientos suelen ser más habituales en los huesos consumidos en crudo”, detalla el investigador.

estudio novedoso “Existen diversos trabajos similares que estudian en profundidad los daños que generan los animales en los huesos al alimentarse, pero no así las marcas que dejamos los humanos”, resalta Romero, licenciado en Historia por la Universidad de Córdoba y experto en el Cuaternario. La investigación constituye, por tanto, un avance enorme en el estudio de los alimentos cárnicos que consumían los homínidos y si los cocinaban. “Nos permite conocer más a los seres humanos del pasado y el origen de nuestro comportamiento moderno, de nuestra forma de tratar los alimentos y de nuestra forma de alimentarnos”, concluye.