Corría el año 1986. Chernóbil envenenaba el planeta, la música se escuchaba en casetes y Maradona metía goles a los ingleses hasta con la mano. La sociedad vasca vivía tiempos extraños. Entre los escombros del franquismo surgían los movimientos obreros. La ONU había celebrado en 1985 el Año Internacional de la Juventud y por doquier comenzaban a florecer los consejos de juventud. Euskadi no fue una excepción. Varias asociaciones juveniles vascas habían comenzado a interrelacionarse años atrás y el 27 de mayo del 86 el Gobierno Vasco sacó adelante la Ley del Consejo de la Juventud de Euskadi, que preparó el escenario para que, antes de que acabara el año, diecinueve asociaciones constituyesen el Consejo con cuerpo jurídico. Su objetivo era claro: defender los derechos de las personas jóvenes e intentar que sus opiniones e intereses se plasmaran en las políticas de las instituciones.

Juventudes de partidos políticos, sindicatos y, sobre todo, asociaciones de tiempo libre, convergían en aquel Consejo de la Juventud de Euskadi (EGK). Nerea Ahedo, ahora senadora del PNV, militaba entonces en EGI y se implicó de lleno en EGK cuando este llevaba ya dos años de rodaje. “Era un sitio de participación juvenil desde diferentes ámbitos”, recuerda, “era una oportunidad fantástica para ver qué querían hacer los jóvenes desde diferentes puntos de vista. Las políticas de juventud en aquel momento eran nulas”. Recuerda aquella época, desde 1988 hasta mediados los noventa, como “una experiencia estupenda”.

Aquellos primeros años de EGK tuvieron un gran campo de batalla: el antimilitarismo. La juventud vasca se rebeló ante el servicio militar. “Se trabajó para informar a los jóvenes de las posibilidades que ofrecían la objeción de conciencia y la insumisión”, rememora Nerea Ahedo, “hubo un gran debate porque, si eras objetor de conciencia, tenías que hacer una prestación social sustitutoria. Pero para eso tenía que haber asociaciones que acogiesen a esos objetores. Hubo una gran campaña para que nadie acogiese a jóvenes y, de hecho, en Euskadi era muy difícil conseguir un sitio donde hacer la prestación social sustitutoria. Nosotros hicimos campañas en los ayuntamientos y el propio EGK no acogió objetores”.

Esa lucha antimilitarista fue la semilla de una línea de trabajo dentro del Consejo en Educación para la Paz, vigente hasta la actualidad. La senadora reconoce que el esfuerzo de la juventud por la convivencia mereció la pena: “Recuerdo la convivencia como buena, dentro de la discrepancia. Yo era de EGI y estaba, por ejemplo, con los de Nuevas Generaciones y Juventudes Socialistas. Allí había cosas que chirriaban, pero premiaba la sensación de estar ahí para, entre todos, dar soluciones. Como primaba eso, al margen de las rencillas típicas que se dan hasta en la mejor cuadrilla, el trabajo en conjunto era fácil”. Esa complicidad dio sus frutos y los jóvenes vieron que las instituciones cambiaban de actitud: “Empezamos a conseguir que nos hiciesen caso. Fue la época de empezar a convencer a las instituciones de que tenía que haber una política específica de juventud. Algo conseguimos, porque se hizo un Plan Joven y luego se acabó aprobando una Ley de Juventud. Pero también queríamos decir que éramos un montón de asociaciones que le dábamos al bolo sobre problemas de la juventud, cómo veíamos el mundo y que nos gustaría incidir en las políticas que se hiciesen desde las instituciones. En este momento el Consejo es un interlocutor reconocido para el tema de políticas de juventud”.

Veinte años después de dejar sus labores dentro de EGK, Nerea Ahedo devora todas las informaciones que se publican sobre el actual Consejo de la Juventud de Euskadi: “Me interesa saber en qué están pensando. Ahora quiero saber qué nuevos puntos de vista me van a dar que a mí no se me habían ocurrido”.

los mismos problemas Gorka Barroeta fue el cuarto presidente de EGK, entre 1996 y 1999. Se involucró representando a lo que hoy es la Fundación Itaka Escolapios. La suya no fue una época sencilla. Le tocó lidiar con el asesinato de Miguel Ángel Blanco, el acuerdo de Lizarra, la primera tregua de ETA, el primer impulso del Plan Integral de Juventud en la CAV... “Lo que salía del Consejo en ciertos ámbitos podía resultar un poco mediático y estábamos un poco expuestos”, recuerda. Confirma que heredó un EGK que era “referencia en todo el Estado” en cuanto a antimilitarismo, pero al margen de eso, los problemas de la juventud vasca de entonces eran los mismos que hoy en día.

“El logro fue que fuimos capaces de trabajar juntos desde ideas muy diversas”, se congratula el expresidente, “el Consejo aglutina asociaciones políticas, sindicales y culturales con ideas, planteamientos y estrategias muy distintas”. Para él, el hecho de ser capaces de aunar un proyecto, “en muchos casos renunciando a lo mío para que lo nuestro sea posible”, supuso un enorme aprendizaje en lo personal. También presume de haber podido contar con la atención de las instituciones, pero no por ello renunció a ser fiel a las bases: “EGK tiene que tener cierta complicidad con las instituciones, pero no hay que guardarse ni callarse nada. Hubo momentos en los que las cosas iban bien y otros en los que las cosas no iban tan bien. El Consejo no puede renunciar a su esencia de reivindicar lo que está a pie de calle”.

Barroeta ve hoy en día una juventud distinta a la de sus tiempos “porque el momento es distinto”, pero la ve con muchas más oportunidades: “El abanico de posibilidades se abre mucho más para ellos. Nosotros estábamos más cerrados en lo nuestro y hoy en día el mundo está globalizado. Al igual que se abren los mercados, las perspectivas para los jóvenes se han abierto mucho más. Eso es una riqueza para los jóvenes y para la sociedad vasca”. Lejos de querer predicar cuál debe ser el futuro de EGK, Gorka prefiere dejar hacer a la juventud: “Creo que el Consejo debe ser lo que él decida que quiere ser. Una de las cosas que no debe perder es la esencia. Y su esencia es estar al lado de los jóvenes que tienen inquietudes y que quieren mejorar su entorno, su vida personal y su sociedad. Eso tiene que ser irrenunciable. A día de hoy lo siguen manteniendo. Todas las personas que han pasado por ahí, han intentado dar lo mejor y ese es uno de los motivos por los que tenemos que estar contentos y satisfechos con el Consejo de la Juventud de Euskadi”.