es más que probable que sea la primera vez en la historia de Vasconia que los alcaldes de Iruñea, Bilbao, Donostia y Gasteiz son vascoparlantes. Joseba Asiron, Juan Mari Aburto, Eneko Goia y Gorka Urtaran lo saben, llevan su condición con orgullo, se comunican en euskera y se muestran decididos a sudar la camiseta. Ha sido otro de los efectos del cambio que las pasadas elecciones municipales trajeron y es el resultado claro de la apuesta que algunos partidos políticos hicieron para que sus candidatos principales fueran bilingües. Los cuatro son conscientes además de que con su condición de alcaldes euskaldunes se han convertido en emblemas de una intensa corriente surgida desde el seno de la comunidad vasca, que anhela la normalización administrativa de nuestra lengua propia y reclama un impulso decidido a su uso social.

Cada uno confiere a su capital un papel protagonista en el mapamundi del euskera. Por ejemplo, Asiron reivindica para Iruñea el rol de ciudad principal de todos los euskaldunes -Iruñea, euskaldunen hiri buruzagia-, como la definiera, por su importancia e impronta euskaldun, hace 300 años el escritor labortano Etxeberri el de Sara. Goia quiere que Donostia sea reconocida como la ciudad del euskera -Donostia, euskararen hiria-. Aburto apuesta por que la lengua vasca sea realmente querida por todos los ciudadanos de Bilbao, incluidos los inmigrantes, y actúe como una especie de lengua franca -zubi-hizkuntza- entre los hablantes de los diferentes idiomas que, procedentes de todo el mundo, conviven en la villa. Y Urtaran, pragmático, anuncia que durante su mandato impulsará la puesta en marcha del Antzokia -euskararen arnas gunea- como pulmón del euskara en la capital alavesa. “Es cierto que el euskera es un tesoro. Pero no es una ruina histórica sino un patrimonio vivo que todos debemos fomentar” sentencian al unísono.

La conversación, cómplice y cordial, discurre entre gestos de asentimiento. Los cuatro principales regidores vasconavarros comparten un discurso común en cuanto a la función y estatus social que la lengua vasca debe tener en el ámbito local: tanto en las relaciones que los ciudadanos mantenemos con los Ayuntamientos -“es un derecho de los ciudadanos y sabemos que muchas veces no se cumple”- como en nuestra vida coitidiana, donde la exigencia del cumplimiento de la Ley, el sentimiento de orgullo por ser copropietaros de una joya de la humanidad y la ambición de usarla y transmitírsela a nuestros hijos e hijas se mezclan y retroalimentan.

El compromiso, la militancia, la conciencia y el sentimiento se funden en el ejemplo de estos representantes públicos entre los que tres son euskaldunberris y uno -Goia- euskaldunzahar de madre castellanoparlante. Urtaran y Aburto admiten que les cuesta discutir y argumentar en euskera y que la seguridad que sienten al expresarse en castellano a veces se impone a su voluntad. Asiron, por su parte, presume de su competencia lingúística, adquirida en la juventud, que le permite vivir en euskera y dar clases de Historia del Arte en esta lengua a los jóvenes alumnos de Bachiller de la Ikastola San Fermin de Pamplona. Goia subraya, con indisimulado orgullo, el riesgo que sus padres asumieron cuando, hace 40 años, decidieron que sus dos hijos se escolarizarían en una ikastola “alegal” y los mandaron a estudiar en euskera.

La vida del euskaldunberri, confiesan, “no es fácil”. “A veces te faltan recursos” -dice Urtaran- “pero siempre que puedo -añade Aburto- intento usar el euskera, aunque soy consciente de que cometo muchos errores. Para mí es importante expresarme en euskera”. Asiron, entrañable, recuerda a su padre que nació en Elizondo y estaba llamado a ser euskaldun, “pero tuvo que salir de allí con la Guerra Civil. El euskera se perdió en esa generación. Pero la mía lo recuperó y, si mi padre levantara la cabeza, podría ver que todos sus nietos son euskaldunes”.

Todos han sido, cada uno desde su posición, testigos y protagonistas del cambio lingüístico que se ha producido con su generación y comparten la motivación que les ha dirigido. “Vivía una contradicción insoportable -destaca Urtaran-. Tan abertzale, tan nacionalista y no podía hablar el idioma de los vascos. Y decidí aprenderlo. Merece la pena, me lo pasé bomba aprendiéndolo en los euskaltegis y conocí a muchísima gente”. Aburto, que también recuperó la lengua vasca de joven, insiste en la necesidad de reivindicar el orgullo por el euskera como lengua de todos los vascos: “el euskera no es de los nacionalistas, es la lengua de todos los que vivimos en este teritorio. Todos los territorios siempre están orgullosos de su lengua y quienes vivimos en Euskal Herria debemos estar orgullosos de nuestra lengua e intentar aprenderla y usarla”. El alcalde de Donostia apostilla: “mis padres me sirven de ejemplo para animar a los que ahora son padres para que tomen esa decisión y hagan que sus hijos se formen en euskera y tengan la suerte de no haber tenido que hacer ese esfuerzo como yo; porque, a mí, me lo decidieron”.

El encuentro toca a su fin. Los cuatro se confiesan satisfechos por haber compartido esta conversación, a pesar del esfuerzo que les ha exigido llegar a San Miguel de Aralar en un día de climatología horrorosa. Pero ahora los compromisos de la agenda mandan y deben volver a su actividad de alcaldes euskaldunes.