Ginebra - Como si de una broma cruel se tratara, las autoridades húngaras frustraron ayer las esperanzas de miles de refugiados al reabrir la estación de Budapest Keleti para después suspender los trenes internacionales. Con signos de victoria y las sonrisas de una alegría que fue muy corta se despidieron de Budapest cientos de refugiados camino de la ciudad de Sopron, cerca de la frontera con Austria, después de una mañana caótica de carreras, empujones y mucha incertidumbre. El júbilo de los que iban en el tren duró poco, ya que las autoridades húngaras lo detuvieron en la localidad de Bicske, al oeste de la capital, donde los inmigrantes estaban siendo trasladados a un cercano centro de acogida, con el tren varado en esa ciudad, en medio del creciente nerviosismo.
Mientras, en Budapest, centenares de refugiados seguían esperando impacientes una posible salida de la capital húngara rumbo a Europa Occidental. “Amigo, este tren va a Alemania, ¿verdad?”, preguntaban numerosos refugiados a primera hora en la estación sobre el destino del tren al que subían, ya que la inmensa mayoría ni siquiera lo sabía.
En los primeros momentos los empujones por entrar en los abarrotados vagones del tren con destino a Sopron generaron tensión y un grupo de afganos comenzó a pelearse dentro de un compartimento a correazos. Los primeros en llegar fueron los más jóvenes de entre el más de millar de refugiados que malviven acampados en los aledaños de la estación, durmiendo al raso o en tiendas de campaña.
Algunas familias subieron a los vagones, pero otras con bebés y niños de corta edad decidieron esperar y ver cuál era la situación antes de meterse en el tren. Dos jóvenes sirios contaba en la estación de Keleti que lo único que esperaban era subirse a un tren que los lleve a Alemania. “No nos vamos a subir a ningún tren regional porque es demasiado arriesgado”, explicaba Tarikun informático de 24 años. “Hay mucha gente y no sabemos adónde va el tren, hemos venido porque los otros corrían”, explicaba otro refugiado sirio, que viaja acompañado por su mujer e hijo.
Todos los refugiados parecían tener solo un destino: Alemania, y entre las preferencias las ciudades más citadas son Hamburgo, Múnich, Colonia o Fráncfort. Tras un primer momento de alegría, en la cara de los refugiados volvió a dibujarse la desilusión al conocer que los trenes internacionales no iban a partir por el momento desde Keleti.
Algunos ya habían empezado a bajarse de los vagones del tren a Sopron después de conocer que no iba a Alemania y ni siquiera iba a partir, cuando todo cambió. Los policías, que hasta entonces habían vigilado las vías para garantizar la seguridad si entraba un tren en la estación, empezaron a controlar la subida de los refugiados a los vagones.
Después se confirmó que el tren iba a partir, lo que creó otra situación de incertidumbre, ya que muchos refugiados dudaban si subirse o quedarse en Budapest. “Lo importante es salir de Budapest. Iré luego a pie o como sea a Austria”, manifestó Gaser, uno de los jóvenes que logró subirse al tren en la estación de Keleti.
Algunos refugiados se bajaron en el último momento del tren al sospechar lo que finalmente pasó: el convoy fue suspendido y los refugiados iban a ser enviados a un centro de acogida, lejos de su objetivo de alcanzar Europa Occidental.
En medio de la gran incertidumbre y falta total de información oficial, los refugiados comenzaron a debatir qué opción les sería más favorable. “No me he montado en el tren porque quiero ver primero lo que pasa con los que van a Sopron”, explicaba el paquistaní Samir, que viaja con un grupo de familiares.
Algunos refugiados trataron de huir y salir corriendo de la estación, pero la policía los llevó de vuelta al tren, agrega el portal informativo Index. Además, la policía húngara prohibió a los periodistas permanecer en los andenes de la estación, donde se produjeron varios forcejeos entre agentes y refugiados. - Efe/E.P.