El 2014 será recordado como el año en el que la mayor epidemia de ébola de la historia puso en jaque a varios países del África Occidental, cobrándose la vida de más de 11.000 personas. Pero a pesar de la fuerte presencia mediática que tuvo el brote, el año pasado acontecieron otras muchas crisis humanitarias, que superaron en número y complejidad a las de años anteriores. Tanto es así que Médicos Sin Fronteras estuvo al límite de su capacidad de respuesta humanitaria, según explicó ayer la delegada de la organización en Euskadi, Alma Saavedra, en la presentación del Balance MSF 2014.
“Fue un año brutal -resumió Saavedra- en el que tuvimos que enfrentarnos a retos sin precedentes ante la pasividad de la comunidad internacional”. Eso fue precisamente lo que ocurrió con el ébola. La organización envió en marzo un equipo de 24 miembros a Guinea, y no tardó en advertir de la urgencia y complejidad de la crisis sanitaria. Sin embargo, la OMS no declaró la emergencia de salud pública internacional hasta el mes de agosto. Para entonces los sistemas sanitarios del lugar estaban ya muy debilitados.
El ébola fue sólo uno de los retos que afrontó MSF en 2014. En total, la organización desarrolló proyectos en 21 países. Sudán del Sur, República Centroafricana, República Democrática del Congo y Níger fueron los que mayores partidas presupuestarias recibieron. Son Estados marcados por revueltas y guerras civiles, en los que existe una gran masa de población exiliada. De hecho, en 2014, la cifra de refugiados y desplazados internos se acercó a los 60 millones, la más alta desde la II Guerra Mundial. MSF tuvo que hacer frente también a nuevos puntos calientes como Siria o Yemen, contextos altamente inseguros donde es complicado hacer llegar a los afectados la ayuda que requieren.
Uno de los principales objetivos de la organización es que la mayoría de sus ingresos provengan de aportaciones privadas, para así asegurar la independecia en su actividad . En ese sentido, el balance del año pasado es “totalmente positivo”, en palabras de Saavedra, porque MSF España cerró el curso con 425.493 socios, que sumaron una recaudación de más de 77 millones de euros. En Euskadi, el balance fue igualmente positivo, con 77.887 socios y más de 7 millones de euros. Saavedra agradeció la solidaridad de los vascos y explicó que los buenos datos podrían explicarse por “la fuerte concienciación respecto a la gravedad de la crisis del ébola y la espectacularidad de la misma”.
En lo que respecta al equipo humano, Médicos Sin Fronteras generó el año pasado 398 puestos de personal internacional y 3.667 de personal local de los lugares en los que se desarrollaron los proyectos. Entre los miembros del personal internacional hay un total de 20 vascos, entre médicos, enfermeros y logistas. Uno de ellos es Mikel Guridi, jefe de Logística, que el año pasado participó en la construcción de un nuevo centro de tratamiento para el ébola dedicado a mujeres embarazadas en Sierra Leona. Guridi acompañó ayer a Saavedra en la presentación y quiso destacar la “gran presión psicológica” que supuso el proyecto en Sierra Leona, con el que se intentaba combatir “el estigma de las mujeres embarazadas”, ya que el parto es considerado un importante foco de contagio.
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son los vascos cooperantes en Médicos sin Fronteras. En 2014 fueron desplegados en México, Colombia, RDC, Jordania, Níger, Sudsudán, Siria, India y Líbano.