Se quitaron los escombros”, dice con resignación, escamado por la experiencia, Lander Bombien, politólogo y cooperante de la Fundación Anesvad en Haití, sobre el instantánea que describe el país, sepultado cinco años atrás por un devastador seísmo que dejó un armagedón tras de sí: 300.000 muertos y 1,5 millones de desplazados. El temblor que sacudió el país más pobre de Latinoamérica y del hemisferio norte, dibujó una tragedia de consecuencias escalofriantes, un socavón de penuria y miseria que todavía deletrean la realidad de Haití, sumido todavía en la pobreza y la precariedad, tratando de sobrevivir en el implacable día a día. “A pesar de la situación, la gente no se resigna a su suerte y trata de salir adelante”, explica el cooperante sobre uno de los países más olvidados del planeta, apenas un destello en la memoria de la mayoría. “No existe un interés geoestratégico, por eso interesa lo que interesa”, denuncia Lander, en permanente contacto con Haití desde 2008. Jean Closter Julien lleva toda una vida en el país. Economista y presidente de la ONG haitiana MIPROS, expone a DNA que cinco años después de la gran sacudida que arrasó Haití, la ayuda prometida se ha quedado corta. “En cuanto a la reconstrucción del país, la comunidad internacional prometió una ayuda de hasta 12.000 millones de dólares. Hasta ahora, según lo que dice el gobierno, solo un tercio de la promesa ha sido cumplida”. En la misma dirección apunta el discurso de Beneco Enecia, pedagogo y director ejecutivo de la ONG dominicana CEDESO, muy implicada en las tareas de reconstrucción de Haití, el país vecino. “La ayuda terminó en promesa, la población se quedó con el sabor en la boca. Puede haber miles de explicaciones o justificación, pero la cruel realidad es que la ayuda prometida no termina de llegar. La población agradece el compromiso y las aportaciones recibidas pero al mismo tiempo lamenta el acondicionamiento, destino final de la ayuda y la falta de transparencia”.
Sobre la superficie, tras el gran seísmo, Haití resulta más fotogénico, muestra mejor perfil, una estampa más fácil de digerir para la vista simplemente porque sus fachadas lucen un aspecto menos agrietado y los cascotes no ocupan las calles. “El dinero se gastó para desescombrar los espacios y las calles (97% según las estimaciones) así como la reconstrucción de edificios públicos destruido por el terremoto”, analiza Jean Closter. Ocurre que en cuanto se retira el maquillaje, se impone una visión menos amable. “Las horrorosas imágenes de hace cinco años, han cambiado significativamente pero quitar los escombros de las calles o reducir a menos de 100.000 las familias de los tant (las carpas), no significa tener una vivienda digna”, agrega Beneco Enecia. Sin techo y con el riesgo del cólera latente, -“la mitad de la población sigue sin tener acceso agua potable”-, detalla Enecia, la campaña oficial de educación gratuita “aún sigue siendo un privilegio para el 25% de la población en edad escolar”, indica Beneco. Repleta de grietas y desesperación, Haití sufre un 90% de paro. “Continúa habiendo cientos de miles de desplazados que viven en campamentos”, certifica Lander Bombien. “La ayuda internacional se gastó durante las semanas y meses posteriores al terremoto para responder a las necesidades urgentes, pero la recuperación a largo plazo anda con paso de tortuga” sugiere Jean Closter. “Las problemáticas de salubridad por los limitados acceso a agua potable y saneamiento, el derecho a la salud y educación de calidad son un lujo para un importante segmento de la población. La carencia de soluciones habitacionales dignas exponen a miles de familias a seguir viviendo en condiciones de riesgo peores a las anteriores del terremoto”, enmarca Enecia desde la ONG que dirige. El análisis es compartido por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, destacó durante el recordatorio de la tragedia que “aún queda mucho por hacer en la reconstrucción y animó a la comunidad internacional a continuar su inestimable apoyo” a los haitianos y su futuro.
Mucho por hacer Antes del futuro está el presente, el aquí y ahora, y sobre ese tablero, el presidente de MIPROS, expone que en el Haití actual, a pesar de haber transcurrido un lustro del seísmo que derrumbó el país, -siete fallas cruzan la isla, condenada a padecer más terremotos aunque se desconoce cuando ocurrirán-, los problemas se acumulan como el sedimento. “Haití sigue teniendo muchos problemas que merecen la atención de la comunidad internacional: el problema de salud (carencia de servicios de salud, falta de recursos humanos cualificados, problema de acceso de muchas personas a los servicios de salud, etc...), inseguridad alimentaria, desempleo, problemas de viviendas, etc...”.
Aunque no se mire hacia Haití, aunque haya desaparecido de los informativos, el país sigue ahí, a ojos del que quiera mirar. Lo recordó Chiara Liguori, investigadora de Amnistía Internacional, durante estos días rotulados en rojo por el quinto aniversario de la tragedia que conmovió al mundo. “Hace cinco años los ojos del mundo entero miraban a Haití tras el terremoto devastador que destruyó tantas vidas y dejó a cerca de dos millones de personas sin casa. Lamentablemente, desde entonces, el interés del mundo disminuyó al tiempo que decenas de miles de personas aún no tienen recursos ni domicilio”. Bien lo sabe Lander Bombien, que ayuda en todo lo que puede para dignificar la vida de los desplazados por el terremoto. Los asentamientos, estructuras endebles, se han convertido en el hogar para miles de personas ante la imposibilidad de regresar a sus casas, engullidas por las fauces de la tierra. “La situación es muy precaria. La gente trata de salir adelante con la venta ambulante de lo que sea: desde chatarra a fruta”, subraya Bombien.
Un lustro después del drama que atrapó a Haití, “el país carece de las infraestructuras básicas para responder a la educación, salud, alimentación y creación de empleos para sus ciudadanos”, disecciona Beneco Enecia. Según los cálculos de Amnistía Internacional, en la actualidad, más de 85.000 personas no disponen de casa en Haití. Mientras tanto, las autoridades haitianas han redactado normativas que obligan a las nuevas construcciones a garantizar su fortaleza en caso de terremotos. “Ese tipo de leyes solo la pueden cumplir los edificios de las empresas o los nuevas estructuras públicas”, valora el cooperante, que destaca la “resistencia” del pueblo haitiano. Con millares de personas malviviendo en campamentos, los deseos de los gobernantes -existe una profunda crisis institucional- se antojan quiméricos. Más si cabe en un país donde el cólera, que brotó como consecuencia del terremoto y las condiciones insalubres a las que llevó al país, no ha sido erradicado del todo. “Más o menos está controlado, pero no ha sido eliminado”, desgrana Bombien. “El cólera sigue estando presente, sigue habiendo cientos de caso. Es imposible de erradicar por las condiciones ambientales del país”, advierte el cooperante vasco. Los centros que se instalaron para controlar la epidemia y tratarla después del seísmo han sido abandonados por falta de ayuda internacional, un grifo que se secó tras la cascada inicial.
crisis política Buena parte del dinero destinado a Haití se emplea para apuntalar la estructura política y el fortalecimiento institucional. “Los cascos azules de la ONU siguen para asegurar un poco de orden”. Porque Haití, además de padecer un desastre natural sin precedentes, de deambular en su crónica pobreza, también sufre una profunda crisis política. El terremoto alteró el mapa político del país, instalado en una intensa crisis política derivada de la incapacidad de los líderes locales a celebrar elecciones municipales y legislativas, unos comicios en suspenso desde hace tres años por las diferencias que mantiene el Ejecutivo y el Legislativo.
La brecha es importante, un foco más sobre el que actuar. “La gente protesta en las calles. Parte de las expectativas, del futuro, de las sociedad haitiana, están puestas en un cambio de gobierno porque entienden que el actual es ineficaz e incapaz de liderar la reconstrucción del país”, radiografía Lander Bombien sobre la situación política del país. “Ahora mismo, Haití necesita recobrar la confianza y poner en marcha las instituciones debilitadas. El liderazgo nacional requiere de legitimidad y la comunidad internacional tiene que asumir su compromiso de contribuir a garantizar los derechos fundamentales de las personas. El ejercicio de la ciudadanía es otro aspecto desafiante que lograremos que avance con una sociedad civil más activa con una conciencia crítica”, considera Beneco Enecia.
En esta tesitura, los haitianos exigen la renuncia del presidente del país, Michel Martelly, y la celebración de comicios al entender que el ejecutivo actual no solo es ineficaz sino que también está barnizado por la corrupción. “Los haitianos desean que de las elecciones surja una figura que desarrolle el país”, estima Bombien sobre un país que “ha perdido la fe” en su máximo representante. El pasado 29 de diciembre, los representantes de los tres poderes del Estado acordaron una serie de compromisos para allanar el camino hacia los comicios aún pendientes, entre los puntos convenidos se encontraba la prolongación de los mandatos de los diputados hasta el 24 de abril y de los senadores hasta el 9 de septiembre, que expiró el 12 de enero. “Lamentablemente, por la oposición de un grupo de 6 senadores, no se aplicó este acuerdo y la cámara se vuelve disfuncional. Únicamente restan en el senado 10 senadores cuyo mandato era por 6 años”, narran desde Haití.
Ante semejante coyuntura, y con “tantas cosas por hacer en salud, vivienda, educación y desempleo”, matiza Bombien, la esperanza de los haitianos no pasa por reconstruir el país sino por transformarlo. “Volver a la situación anterior al terremoto no es la solución para Haití”, determina Bombien. Para Beneco Enecia “la confianza constituye uno de los mayores retos para visualizar la solución a los problemas de Haití”. Estima Enecia que para que el destino del país más pobre del hemisferio norte cambie, para que sea otro, con futuro, no hay que perder la perspectiva histórica. “Cuando la esclavitud era el sistema predominante en el Caribe, el pueblo haitiano pudo visualizar la forma de romper con el status quo. Confío plenamente en que se puede transformar Haití”. El país llamado a salir de los escombros.