Si todo asesinato ya tiene un punto de vesanía, matar a niños adquiere rango de deshumanización intolerable; pero si además se hace en una escuela y de manera premeditadamente intencionada, el hecho adquiere categoría de acto despiadado contra la humanidad porque está cercenando el futuro: se mata personas pero al tiempo se liquida la esperanza. Algunos en Pakistán están queriendo, con el asesinato de más de 150 niños y niñas en un centro escolar, matar junto a los pequeños esa esperanza del país.
En este contexto, donde la vida vale poco, la de unos niños menos y si intenta escolarizarse mucho menos, la apuesta que desde hace seis años realiza Baltistan Fundazioa en el valle de Hushé en el Karakorum en pro de la escolarización de los pequeños, pero en especial de las niñas, adquiere un rango cualitativo que puede ser paradigmático en el progreso de esta zona recóndita del Pakistán.
Porque está bien demostrado que en los lugares donde las niñas se escolarizan y educan no solamente mejoran ellas su estatus personal y social, sino que toda la Comunidad progresa de manera imparable. Y eso lo saben muy bien desde la ONG vasca Baltistán que cree, además, firmemente en el desarrollo autogestionado, aquel que es promovido y administrado por la propia comunidad según sus capacidades, huyendo de las recetas de desarrollo que consideramos en el opulento norte como correctas. “La Fundación es el acompañamiento necesario para que la Comunidad del Valle de Hushé vaya saliendo de la situación de pobreza a la que ha sido abocada y pueda asegurarse un desarrollo sostenible”, explica a DNA José Manuel Ruiz, el activo presidente de la ONG vasca.
Baltistan Fundazioa (BF), en estrecha colaboración con la ONGD local, Félix Iñurrategi Foundation Baltistan Machulu (Fifbm), trabaja por el desarrollo integral del Valle de Hushé, en las áreas de educación, agricultura y el fortalecimiento comunitario y desarrollo organizacional, salud, infraestructura, turismo o género.
En el ‘kashmir pakistaní’ Baltistán es una tierra montañosa enclavada entre China e India, en el denominado Kashmir pakistaní, un lugar prácticamente aislado del resto del país donde el 96% de la superficie la componen montañas de entre 4.000 y 8.000 metros. “Una región donde la presencia del Estado paquistaní desde la independencia del Reino Unido en 1947 se mide con cuentagotas”, aclara el voluntario Pedro Ibarra, mientras explica que en esta zona confluyen las tres mayores cordilleras montañosas del mundo: el Karakorum, el Hindu Kush y el Himalaya, convirtiendo a esta región en un paraíso para alpinistas, excursionistas y aventureros. “Cuando llegan los montañeros a escalar las cimas, los hombres tienen la oportunidad de trabajar como guías y porteadores durante un tiempo acompañando a los escaladores y ganan algo de dinero. Hasta ahora, las mujeres eran invisibles, a pesar de llevar el peso de la organización del valle, porque el machismo imperante las oculta. Hemos tenido que sortear muchas dificultades con los hombres y convencer al mulá del Valle para que animara a las familias a enviar a sus hijos, sobre todo a sus hijas, a formarse a las escuelas y que dejaran a sus mujeres participar en la red de talleres donde aprenden un oficio que les permitirá a posteriori, a través de microcréditos, montar su propia empresa”, añade José Manuel Ruiz. Solo cuando los hombres y la comunidad han percibido el rendimiento social y económico dieron su visto bueno. “En el último viaje hemos descubierto que hay 104 mujeres en todo el Valle que se han agrupado, como mínimo en grupos de cuatro, y con los microcréditos que les han concedido desde un banco del Aga Kan han emprendido proyectos relacionados con la agricultura, la fabricación de bordados y productos como mermeladas que luego comercializan en las tiendas. Estas mujeres han empezado a abrir sus propias cuentas en el banco; todas las que pasan por el Vocational Training Centre for Women del Valle empiezan a tener su propio dinero y, poquito a poquito, a través de esta red se está modificando el rol de las mujeres en una sociedad donde la mujer es la gran marginada de la sociedad”.
Por solo 50 euros Baltistan Fundazioa se financia con las aportaciones de sus más de 400 socios que cada mes pagan sus cuotas (el 60% con medios privados y el 40% con ayudas públicas). Además, cada año por estas fechas lanzan la campaña de bonos, que es una forma distinta de regalar también en Navidad. Uno de 50 euros (o dos de 25). Los bonos cuestan 50 euros porque es exactamente lo que cuesta la escolarización de una niña o niño durante todo el curso. “Ello incluye salarios del profesorado, material didáctico, transporte, actividades con padres y la gestión y control económico del proyecto”, subraya el presidente de la ONG vasca, quien muestra su profundo y eterno agradecimiento a la Diputación Foral de Bizkaia quien ha realizado una generosa donación, así como a los pequeños ayuntamientos repartidos por Euskal Herria, que están permitiendo que en la actualidad estén estudiando 470 niñas. “Las grandes capitales y el Gobierno Vasco, a pesar de ser la única ONG vasca que trabaja en la zona, no nos ha concedido ninguna ayuda” A pesar de todo, este año quieren llegar a escolarizar a 550 pequeñas, “aunque sabemos que el objetivo es bastante ambicioso, esperamos poder conseguirlo”.
Baltistan Fundazioa por ahora no abrirá más escuelas, sino que trabajarán por la mejora del sistema educativo en este inhóspito valle. “Vamos a trasladar un modelo pedagógico que el Aga Khan nos ha diseñado basado en la metodología Montesori y que está dando buenos resultados en Primaria”, remacha.